Halcones sin caperuza

21/11/2012
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El Pentágono informó a la administración Obama (1) que cualquier esfuerzo militar para apoderarse de los depósitos de armas químicas de Siria requeriría más de 75,000 soldados. Por otra parte, el New York Times cita una fuente militar anónima que advierte: “El miedo a que estas armas puedan caer en manos impropias es nuestra mayor preocupación”.
 
La administración Obama se ha pronunciado en contra de la intervención directa norteamericana en Siria,  pero señaló en agosto que la raya roja para el cambio de sus cálculos sería la observación de un movimiento de armas químicas o la utilización de éstas. Obama reiteró esta posición el 14 de noviembre de 2012 y señaló que mantenía estrecho contacto con Turquía, Jordania y “obviamente con Israel”.
 
Algunos analistas dicen que el estimado del Pentágono tiende a reforzar la renuencia de la Casa Blanca a participar directamente con tropas en el conflicto sirio. No veo en que se basan, pues  lo que refuerza la afirmación de los militares es el argumento esgrimido por los halcones de la guerra acerca del supuesto peligro para la región de las armas químicas que, también supuestamente, posee y utilizaría Siria.
 
La cifra de 75,000 soldados no es un impedimento para la guerra. Cifras mayores han sido utilizadas por Estados Unidos en muchas otras ocasiones. Mayor poder de disuasión tendrían otros estimados, que con toda seguridad poseen, acerca del número de soldados que serían necesarios para ocupar y mantener todo el país, para enfrentar un Oriente Medio convertido en avispero, y para –nadie podría descartar- un conflicto que se extendería más allá de los límites regionales. Pero el Pentágono añadió a su cálculo, precavidamente, la expresión “upward of” (más de) porque ciertamente serán más de 75,000, muchísimos más, los soldados necesarios, y nadie sabría cuántos.
 
Si se toman en conjunto las informaciones que publican los medios y las declaraciones de los elementos más retrógrados dentro y fuera de los círculos oficiales, vemos la tendencia de la administración Obama a repetir la estrategia guerrerista de la administración Bush, aunque el estilo pseudoliberal de uno y el mesiánico y fundamentalista del otro presenten tantas diferencias.
 
La invasión de Irak, ordenada por Bush, no fue la respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre sino que constituía un elemento esencial de una agenda de derecha extremista fabricada mucho antes. Una de las mejores pruebas es que se fue justificando de diversas y sucesivas maneras a medida que se desarrollaron los acontecimientos.
 
Recordemos que la guerra con Irak se justificó primero con falsas presunciones de vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda y con las acciones terroristas del 9/11. Como la acusación carecía de peso, se inventó el peligro de un programa nuclear iraquí, ampliado casi inmediatamente a la amenaza de “armas de destrucción masiva” que incluían  terroríficos depósitos de armas químicas y biológicas.
 
Cuando Irak abrió sus puertas a los inspectores, las “evidencias” quedaron desacreditadas, y se demostró que las compras de uranio de Niger eran burdas supercherías, la aministración Bush recurrió a un argumento risible: el objetivo de Estados Unidos era el de instalar un gobierno democrático en Irak. Esto lo afirmaba, sin sonrojarse, una administración que apoyaba a cuanto gobierno despótico existía no solo en Oriente Medio sino en todo el mundo, siempre que fuesen sus aliados.
 
La invasión de Siria e Irán, además de Irak, está desde hace mucho tiempo en las agendas de organizaciones ultraderechistas (2). Uno de los principales voceros y representantes de estas organizaciones, el exdirector de la CIA James  Woolsey, fue uno de los firmantes de la carta de “Project for the New American Century” enviada al presidente Clinton el 26 de enero de 1998, tres años y medio antes del 9/11, pidiendo el derrocamiento de Sadam Hussein.
 
 Woolsey se distinguió como promotor de la guerra contra el mundo islámico. En 2002 pronunció un muy citado discurso en la convención “Restoration Weekend”, conferencia anual de prominentes figuras conservadoras, en el cual arguyó que los Estados Unidos estaban peleando la IV Guerra Mundial (3) (la tercera habría sido la Guerra Fría) contra “el totalitarismo del Oriente Medio”.
 
En entrevista con Fox News en Julio de 2006, Woolsey abogó por el bombardeo de Siria, uno de sus objetivos favoritos (4). Nada ha cambiado, por consiguiente, en la geopolítica imperial. Las metas de dominio están definidas y decididas desde hace más de una década. Ni siquiera son nuevos los pretextos.
 
La guerra contra Irak fue solamente el comienzo de la aplicación de la delirante “doctrina Bush”, cuyas consecuencias últimas podrían ir, por cierto, mucho más allá del control absoluto -en contubernio con Israel- de Oriente Medio y Asia Central,  y no cesarían en sus pretensiones hasta la conformación de una “Pax Americana”, es decir, con el dominio planetario de las corporaciones. No existe  límite en las ambiciones geopolíticas imperiales.
 
Notas:
(1)  David E. Sanger y Eric Schmitt: “Pentagon Says 75,000 Troops Might Be Needed to Seize Syria Chemical Arms”, New York Times, Nov. 15, 2012.
(2)  “American Foreign Policy Council”, “United Against Nuclear Iran”, “Foundation for Defense of Democracies”, “Committee on the Present Danger”, “Project for the New American Century”, y muchas otras.
(3)  El término fue acuñado por Norman Podhoretz, importante ideólogo neoconservador, y por Eliot Cohen, del “Defense Policy Board”.
(4)  Entrevista de “Fox News” a Woolsey en “ThinkProgress.org”: “Former CIA Director Woolsey: ‘I Think We Ought to Execute Some Air Strikes Against Syria”, 17 de Julio de 2006. http//thinkprogress.org/2006/07/17/Woolsey/.
https://www.alainet.org/es/articulo/162782?language=en
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