Movilidades identitarias e inconsistencias censales
17/12/2012
- Opinión
Para abordar el tema sobre las identidades culturales, iniciemos esclareciendo que entendemos por identidades culturales. Entendemos por identidad a todos aquellos elementos o rasgos que caracterizan a una persona o a una comunidad diferenciándola de otras, rasgos que la convierten en distinta de las demás, pudiendo ser hereditarios o el resultado de la influencia del entorno. Mientras que la cultura hace referencia a todos aquellos elementos materiales y espirituales que son creados y construidos por los seres humanos socialmente, en su constante relación con su medio ambiente y con la sociedad, necesarios para satisfacer sus necesidades, los mismos que son transmitidos de generación a generación. Por ello, existen culturas diversas adaptadas a su medio.
A su vez, la identidad cultural es un conjunto de valores, símbolos, tradiciones, costumbres, creencias y modos de comportamiento que fundamentan una noción o sentimiento de pertenencia o relación con una cultura, y como las culturas son dinámicas y están en permanente transformación, la identidad también es dinámica. De allí que no existen culturas fosilizadas, inmutables, pues todas se interrelacionan, cambian, se adaptan.
Ya en otras ocasiones explicamos, el impacto de las ideologías eurocéntricas que estableció la dualidad: superiores e inferiores, civilización–barbarie. Esta concepción del mundo legitimó la explotación, la dominación y el despojo territorial de nuestros pueblos en todo el continente. Esta experiencia para los dominados los llevó a desarrollar la desconfianza hacia el dominador, el repudio a sus instituciones, a los censos, las misiones, etc. Sin embargo, esta visión colonialista sigue operando y guiando nuestra manera de ser, de hacer y vivir, porque desafortunadamente las relaciones de dominación siguen vigentes.
Por otra parte, este entramado de complejas relaciones de dominación, dieron como resultado una mezcla tanto racial y étnica, que hacen aún más difíciles de establecer las fronteras identitarias entre una cultura y otra. ¿Cómo podemos definir la pertenencia de una persona a una u otra cultura? Generalmente solemos recurrir a la costumbre centenaria de clasificarlas observando la apariencia física, el color de la piel, sus rasgos faciales, su manera de hablar, de vestir, etc., agregando también la carga social de prejuicios raciales que discriminan y excluyen a los miembros de las culturas subordinadas.
Esta es la razón por la que la mayoría de las personas pertenecientes a una cultura socialmente desprestigiada, trata de ocultar e inclusive negar su pertenencia cultural. Podemos entender, ahora por qué es difícil superar los traumas coloniales y los complejos de inferioridad y superioridad.
Sin embargo, los procesos de transformación social y política históricamente han permitido un resurgimiento de las culturas y la valoración de sus diversas expresiones culturales, ya sea por sus aportes culturales o por su ascenso socio-económico y político. Entonces los elementos de su identidad como la lengua, la historia, sus instituciones, etc., empiezan a ser apreciados y emerge un proceso de afirmación identitaria, en la que muchos de los segmentos de población que antes negaban su identidad, ahora lo asumen plenamente.
Un caso interesante de estudio es el tema del mestizaje, abandonado por el momento. El mestizo como etnia y con proyección histórica, emerge ligado al ascenso social y político de los artesanos e incipiente burguesía que impulsa la revolución liberal, con un proyecto político: La Construcción de un Estado Nacional y una nación, la mestiza. Esta fue definida como la fusión de razas y culturas, superando lo indio (atrasado, arcaico) y apostando por el progreso y la civilización (cultura europea).
Dada la complejidad de las relaciones identitarias en contextos de países pluriculturales como el nuestro, los gobiernos han decidido que la manera idónea de establecer la identidad de las personas es la auto identificación, sin más, como si las subjetividades de las personas estuvieran libres de las taras y complejos sociales, económicos y políticos coloniales que dominan nuestras sociedades.
Para ilustrar lo anterior, veamos en nuestro país como se aplicó la auto identificación en el Censo 2010. Para ello, se usó categorías raciales, étnicas y geográficas. Primero, se incluyó en la papeleta censal las denominaciones raciales: blanco, mestizo, negro, mulato. Las étnicas como: afroecuatorianos, y las denominaciones propias como Kichwas, Shuar, etc., agrupadas en la categoría indígena. Además, se incluyó categorías geográficas como montubio.
Como ya fue señalado en otras ocasiones, el resultado de este proceso es poco confiable. El Censo dice que apenas el 7,03% de la población total del país, es decir 1.018.176 personas se autodefinen como indígenas, con un 0,23% de incremento poblacional respecto del Censo 2001 en el que solo el 6,8%, esto es 830.418 personas dijeron ser indígenas.
El 6.1% de la población se auto identificó como blanca, cuando en el 2001 se autodefinieron el 10.5% de la población del país. Igual sucede con la población autodefinida como mestiza, del 77.4% en el 2001 se redujeron al 71.9% en 2010. A su vez, la población autodefinida como afro ecuatoriana, subió de 4.9% en el 2001 al 7.2% en el 2010. Finalmente, el pueblo montubio recién reconocido en la Constitución de Montecristi, alcanza al 7.4% de la población del país porcentaje superior al de la población indígena.
¿Cómo entender estos datos tan confusos e inconsistentes? Se supone que el país creció poblacionalmente en un 14,6% en relación al censo del 2001, esto es una tasa de crecimiento intercensal anual de 1,52%. Como se puede apreciar la población blanca se reduce casi a la mitad y la población mestiza se reduce en más de 5 puntos porcentuales. Como ninguna catástrofe ha sido registrada que afecte especialmente a estos segmentos poblacionales, es factible suponer que muchas personas tomaron conciencia y se declararon afroecuatorianos o montubios, por el proceso que antes describimos de prestigiamiento cultural.
Lo que se evidencia es que buena parte de esa población trocó su identidad como Montubios, pues aparecen en el Censo con un porcentaje superior a los autoidentificados como indígenas. Igual cosa se puede decir del crecimiento de los afroecuatorianos, 2,3% de crecimiento frente a apenas 0,23% de los indígenas en el mismo período; a menos que los directivos del INEC estén persuadidos de que la fecundidad de las mujeres negras adquirió una dimensión gigantesca frente a la de las mujeres indígenas.
Esta situación tiene implicaciones preocupantes, porque por un lado a los montubios se les reconoció como pueblos de carácter ancestral y en tanto tales son sujetos de los derechos colectivos, reconocidos a los pueblos ancestrales anteriores a la existencia del Estado. Es decir reclamaron sus derechos por considerarse pueblos indígenas. La única posibilidad que podemos ver comparando los datos anteriores es que la población que se autodefine Montubia en el Censo 2010, en el Censo 2001 se declararon blancos o mestizos. Me parece que esto amerita una reflexión más a fondo para determinar las razones de esta movilidad identitaria y étnica pues obviamente obedecen a los acomodos políticos coyunturales al momento de la Asamblea Constituyente de Montecristi pero no son los únicos factores determinantes.
Por su parte, los pueblos Afro Ecuatorianos incrementan su población porque en su estrategia censal incluyeron preguntas directas, diversificando las posibilidades de respuesta: Es usted Negro, Mulato o Afro ecuatoriano. Como es obvio, no es lo mismo definirse, negro que Mulato o afroecuatoriano, las connotaciones sociales son distintas.
Deberíamos preguntarnos: ¿Qué hubiese ocurrido si por ejemplo se incluía en el Censo 2010, otras variantes de identidad como Chagras o Cholos para sumarlos al total de población indígena?. Recordemos que el término chagra es Kichwa que quiere decir huerto, sementera, terreno cultivado. Por lo que en castellano se entiende como persona que viene del campo o de provincia. La misma connotación tiene el término Cholo o Chola, tanto en la costa como en la sierra, especialmente en el Sur. Para los indígenas un chagra simplemente es un “mishutucushka”, un indígena urbanizado o blanqueado, que reniega de sus orígenes.
Para concluir, esta descripción analítica del censo sobre la identidad ¿para qué nos sirve?. Primero para que superemos la idea de que, ahora que la Constitución reconoce la diversidad y a las entidades históricas, el problema de su situación está superado. En segundo lugar, la necesidad de debatir y superar las categorías coloniales con las cuales continuamos realizando nuestros análisis de la realidad ecuatoriana. Tercero, porque estos datos tienen connotaciones políticas, económicas y jurídicas, ahora resulta que somos una minoría, la población más reducida del país, por tanto en base a este criterio se dará la importancia política y se asignarán los recursos económicos para encarar los problemas de estos pueblos.
Esta situación se agrava, si tomamos en serio la consigna de que la democracia ecuatoriana se basa en la “decisión de las mayorías”, en esta lógica las minorías no tienen ninguna opción de ser escuchadas. Por ello, nos parece lógico promover la democracia participativa e intercultural, en ella las decisiones deberían tomarse buscando los consensos, no imponiendo el criterio de las mayorías, peor de los que ostentan coyunturalmente la representación de las mismas.
En una coyuntura política electoral, como la que vivimos en este momento, es fundamental, analizar la información que se difunde sobre la superación de la pobreza y las brechas de desigualdad, esta tarea ayudará a exigir respuestas concretas para encarar los grandes problemas sociales, económicos y políticos de los sectores populares. Un enfoque desagregado de esta información, nos permitirá constatar si efectivamente las brechas de desigualdad en nuestro país se van superando, pero este análisis será parte de un segundo artículo.
- Luis Maldonado Ruiz - CEGOPE-CEPCU
https://www.alainet.org/es/articulo/163595
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