Mensajes leídos al Papa
04/11/2014
- Opinión
1- De las organizaciones campesinas
Somos los y las hijas de la tierra, somos de los colores y olores de nuestra madre tierra.
Somos hombres y mujeres que trabajamos en la tierra, vivimos de nuestro trabajo, somos responsables de un 70% de los alimentos del planeta con sólo un 24% de la tierra. Cuidamos de la biodiversidad como nos han enseñado los sabios y sabias de nuestros pueblos y así enseñamos a nuestros hijos e hijas.
Desde nuestras organizaciones trabajamos por que se reconozca a las mujeres y jóvenes en sus muchos aportes a la agricultura y la alimentación, que es una cultura humana global.
Además, luchamos contra las amenazas del poder económico transnacional, que pretende acaparar nuestros territorios de vida colectiva, que nos mata, nos persigue con sus leyes dictatoriales privatizadoras, nos desaloja, criminaliza, para imponer sus monocultivos transgénicos y mega-minerías, contamina aguas y ríos, usando también sus fuerzas mediáticas, militar y para militar violando los derechos humanos en nuestros territorios negro, originarios, campesinos y urbanos.
La energía de nuestros ancestros, de líderes espirituales, nos sigan acompañando con nuestra decidida acción de lucha contra el latifundio, para desconcentrar la tierra y redistribuirla, para producir más alimentos sanos y diversos para los pueblos y poder lograr, una tarea pendiente de la humanidad, que es Reforma agraria integral y popular.
Es necesario democratizar la tierra con reforma agraria popular y cumpla la función social para garantizar hoy seguridad y soberanía alimentaria y laboral a las futuras generaciones; El acceso a la tierra y al conjunto de bienes que hacen parte de la identidad de los sujetos sociales, económicos y políticos, es parte del reconocimiento que debe existir hacia los pueblos del campo por su labor insustituible. Tal reconocimiento debe hacerse en base al respeto a las formas de vida de los pueblos, acabando con todas las reglas discriminatorias, racistas y excluyentes que hoy impone el neoliberalismo.
Reconocernos con la iglesia católica en la diferencia de razón social, en formas de funcionamiento orgánico.
¡seguiremos transformando y construyendo con poder popular, por tierra mujeres y hombres libres!
2- Sobre El medio ambiente
Somos pueblos, comunidades y organizaciones altamente diversas. Representamos distintas culturas, visiones de mundo, formas de trabajo, visiones y convicciones políticas y religiosas, pero nos unen nuestros sueños y nuestras luchas por seguir siendo mujeres y hombres solidarios, por seguir existiendo como pueblos originarios, campesinos, afro-descendientes, criadores, recolectores, pastores, pescadores, como habitantes y productores del campo y la ciudad. Queremos seguir alimentando a la humanidad y sostener con nuestras economías solidarias la vida de todos y que la Madre Tierra sea cuidada mientras obtenemos de ella el sustento.
Hoy el planeta está siendo destruido por una ínfima minoría, que con un modelo de producción y consumo que prioriza el lucro antes que la vida, está devastando el planeta y las formas de vida y culturas que lo sostienen. El cambio climático que ha producido este modelo y esa minoría está amenazando al existencia de la Tierra y todos los seres vivos, incluidos los humanos.
Ante estos procesos de destrucción del medio ambiente y la vida que hoy sufrimos debido a:
• El avance de los monocultivos
• El uso cada vez mayor de agrotóxicos
• La contaminación, agotamiento y privatización del agua y de los bienes naturales
• El patentamiento de la vida y los cultivos transgénicos
• La tala de bosques, los procesos de deforestación para instalar monocultivos, proyectos de desarrollo inmobiliario y otros mega proyectos
• La expansión de formas de producción industrial que maximizan el lucro y provocan el cambio climático
• La expansión de la minería sobre territorios y fuentes de agua y biodiversidad necesarias para nuestras vidas
Esperamos de la Iglesia una defensa clara de la vida en su conjunto y de las bases de toda la existencia, que debiera incluir:
• La defensa de la permanencia de los pueblos del campo en sus territorios y de la agricultura campesina y otras formas de producción de los pueblos como base de nuestra alimentación
• Llamar a detener los graves impactos sociales y ambientales de la minería, la deforestación y otras industrias contaminantes y abogar por su control.
• Un rechazo claro a los organismos y cultivos transgénicos y sus efectos. Nos preocupa profundamente lo que ha sido hasta ahora la posición de la Iglesia. Esperamos que la Iglesia comprenda que los transgénicos son un peligro grave y que sus promesas de mayor productividad y de terminar con el hambre no tienen base económica, ni científica ni biológica.
• Pronunciarse contra el patentamiento y manipulación de todos los seres vivos.
• Rechazar la privatización del agua, la tierra, las semillas y los bienes naturales
• Rechazar las falsas “soluciones” frente al cambio climático, como la energía nuclear, las mega-represas, la geoingeniería y los mercados de carbono. Nos preocupa además lo que escuchamos de un miembro de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano, quien sugirió que el calentamiento global es responsabilidad de los más pobres del planeta.
3- Sobre la Paz
“... y convertirán sus espadas en arados, y sus lanzas en instrumentos de labranza; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra.” Miqueas 4:3-5
El nuevo milenio transcurre de manera dramática, en una situación que afecta a todos los seres humanos. Estamos enfrentados a problemas planetarios, de cuya atención depende la sobrevivencia de la humanidad y la sostenibilidad de su entorno natural, y a un totalitarismo ciego, ebrio de maximización de ganancias, que descansa sobre los pilares del fundamentalismo del mercado, en el que no hay lugar para todos y todas.
No hay lugar para la pluralidad, la convivencia y la diversidad de soluciones. Una solución homogénea se implanta en todo el mundo: el imperio del mercado. El grito de las víctimas, de las mujeres, los niños cuestionan la legitimidad de un sistema idolátrico en cuyo altar se sacrifican la naturaleza, el patrimonio cultural y enormes contingentes de seres humanos.
No le queda otra opción al poder y a la lógica del mercado para continuar saciando sus ansias y mantener su deteriorada legitimidad, que recurrir al imperio de la fuerza y de las armas, bajo los argumentos de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, dos grandes males de nuestro tiempo que genera este mismo sistema y que luego cínicamente pretende erradicar a base de bombas. Peor aún, se pretende justificar las guerras en un supuesto “choque de civilizaciones”… no es más que un choque de intereses económicos porque los pueblos sabemos convivir en paz.
En nombre de la paz, la seguridad y la democracia hay más guerras y violencia. Se venden armas para sanear los balances de sus economías depredadoras. La discriminación, el racismo, el desprecio a la mujer y la aniquilación sistemática de los pueblos por la estrangulación económica y políticas de exclusión, bajo la justificación de que son civilizaciones inferiores, tienen nuestro rechazo.
Las mafias del narcotráfico y la trata de personas también atentan especialmente contra nosotros, los movimientos y sectores populares, que muchas veces somos la última barrera contra el avanza de la violencia entre los más empobrecidos.
Las guerras ilegítimas, injustificables y despiadadas contra los pueblos, por el control los territorios, el acceso a los recursos naturales y al petróleo por parte de potencias con pretensiones imperiales y sus aliados es una de las más recientes terribles evidencias.
Al criminal uso de las armas y la fuerza que violenta el derecho internacional, se suma la manipulación de los medios de comunicación, en una guerra total y genocida sobre nuestras vidas, nuestras culturas y espiritualidades.
Se militarizan nuestras sociedades, se criminalizan nuestros movimientos, se desplazan a las gentes de sus comunidades, se promueven golpes de estado, se avivan conflictos étnicos y religiosos, en esa otra guerra sucia del capital y las corporaciones por recolonizar a nuestros pueblos, nuestros territorios y nuestros cuerpos.
Esto sin lugar a dudas merece nuestra condena y nuestro empeño de continuar en la lucha contra la barbarie, por la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, por los derechos ancestrales de los pueblos originarios, la paz con justicia social, la solidaridad y los derechos de la naturaleza. Juntémonos todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en un frente común, detengamos esta creciente carrera autodestructiva en la que nos ha colocado el imperio del mercado y de la guerra.
Fabricación de armas;
Guerras para sanear economías;
Violencia de grupos parapoliciales y de mafias del narco, la trata, Etc;
https://www.alainet.org/es/articulo/165242
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