Vida plural
12/12/2014
- Opinión
La vida se vuelca en las calles. Niños corriendo, en la esquina los adultos chismosean, las gentes van de compras, motos a granel, sicarios planeando su próxima extorsión. Esto sucede en la zona nororiental y en general en los sectores más inequitativos de Medellín. Antes los amos y señores eran los buses, automotores conducidos por jóvenes que hicieron su escuela lavando carros, una vez ascendidos, se convirtieron en los chachos del paseo, iban siempre veloces calle abajo, calle arriba, toda una experiencia de montaña rusa para los viajeros, compitiendo unos con otros, abriéndose paso en medio de automóviles y motocicletas, ellos eran el terror de las vías.
Para mayores señas no olvidemos que su referente, su prototipo a seguir era y es el mafioso ordinario y ostentoso. Para aquel muchacho el sólo hecho de estar al frente de un volante era sinónimo de estatus, desde el cual se lucían ante los suyos y en especial con las mujeres, pues como es sabido por estos lares las féminas han gustado de la gasolina, de los choferes. Y el macho entre más hembras seduzca más admiración y respeto gana entre sus pares. Máquina y hombre era un símbolo temido por unos y querido por otras.
El llamado progreso de la sociedad moderna ha traído a las ciudades la maquinaria del transporte masivo, es más rentable para los capitalistas que aquellas pequeñas máquinas de busetas derrochonas de combustible. Y así todo este complejo maquínico de metro, metro plus, metro cables, alimentadores y todo lo demás, hace parte de un emporio económico que rebasó, que superó la tradicional movilidad masiva. Es una gestión motivada por la especulación del negocio más que por una generosidad hacia los pobres. Nada es gratuito en el reino del dinero.
Esta tecno economía conlleva además de las guerras económicas entre aquellos pequeños y grandes emporios del gremio, nuevas formas de vida. En lo que respecta a este transporte masivo, en los barrios por donde pasa ha impactado en la valorización de predios, se dice que ya casi nadie quiere vender ni irse, cuando antes era urgente deseo el salir del territorio, pues hacerlo era sinónimo de progreso, escapar a la miseria de estos sectores así estigmatizados por sus niveles de pobreza y de gentes humildes. Hoy sucede todo lo contrario, las gentes sienten un mayor sentido de pertenencia por su espacio, en sus cercanías de estaciones o por donde transita el sistema masivo, se ha dinamizado una economía de comercio, y digámoslo de una vez, las rentas criminales echaron sus raíces con sus propios negocios como los huevos, su marca es la única permitida para distribuirse, los cobros ilegales a pequeños venteros, residentes por cuidar sus casas, sus carros y sus motos.
Si bien este tipo de transporte masivo ha sido sinónimo de marketing de progreso que los provincianos políticos y administradores venden a nivel nacional e internacional como la octava maravilla, hay un grueso de la población que se resiste a usarlo, creemos que esa cultura del caminar hacia una estación nunca se ha estilado, los tradicionales buseros del tiempo pasado hacían sus pares en cada lugar en el que se encontraba el peatón, en la puerta de su casa, de la cafetería. No mencionemos las propias incomodidades o peligros de lo masivo apretujado como las violaciones a mujeres, atracos, etc. Esta práctica de caminar lo menos posible propia del mundo moderno, ha desestimulado el uso de este transporte alimentador para un gran sector de la población que opta por usar un transporte informal de automóviles de modelos antiguos controlado por el mundo del hampa, otros se han inclinado por transportarse en motos, pues el estar en el trópico favorece a diferencia de las zonas de clima estacionarias.
El mundo moderno hace la vida más fácil. La tecno economía dicta y modifica pautas de comportamiento a los humanos. Pero también la cultura ofrece su resistencia máxime cuando se tienen alternativas. La vida es plural.
Mauricio Castaño H.
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
https://www.alainet.org/es/articulo/166111
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