La izquierda al poder en Grecia

01/02/2015
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Con el 36%, la izquierda en Grecia ha ganado las elecciones; y con ello el derecho a gobernar.
 
No la izquierda social-demócrata; no la moderada y centrista, contaminada con los vicios del poder, la que por el contrario se ha hundido hasta el cuello. ¡No! La que se ha alzado con una victoria neta ha sido la izquierda radical.
 
Ha conseguido la victoria, de un modo inusitado aunque nada sorprendente, el partido Syriza, surgido, como lo dicta el significado de esa sigla, de una coalición conformada en sus orígenes por activistas pertenecientes a matices diversos del marxismo y del ecologismo contemporáneo; activistas eso sí remozados en sus actitudes, pues las venían enderezando en la perspectiva real de convertirse en alternativa de gobierno. Una perspectiva que hace aterrizar los ánimos más levantiscos y limita por fuerza el discurso y las pretensiones maximalistas, como la tentación de abandonar  la eurozona, un volantín al vacío, ya descartado.
 
Avances e incertidumbres
 
La conquista del poder por este partido joven que ya hace tres años había irrumpido con una fuerza electoral del 26% se convierte en un hito histórico desde el punto de vista político para Grecia. Aunque por otro lado signifique el ingreso  a un juego de incertidumbres desde el punto de vista económico. Con ellas, tendrá que lidiar finamente el gobierno progresista que acaba de instalarse. Son las incertidumbres que nacen de un conjunto de limitaciones que conspiran contra su capacidad de decisión para cumplir con el programa de atención social que ofreció a la población víctima de la crisis y precarizada a causa de la austeridad a la que se vio sometido el país en razón de las recetas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea; es decir, por la llamada Troika.
 
La democracia se amplía con los partidos que brotan de la crisis
 
Políticamente, este triunfo de Syriza, encabezado por Alexis Tsipras, recién posesionado primer ministro, es un estremecimiento telúrico en el país helénico; que por cierto no dejará de hacer sentir su pequeña onda expansiva en Europa, sobre todo en países como España.
 
Modifica sensiblemente el paisaje político en Grecia. Un partido que hasta hace unos pocos años no existía como tal, se impone como primera fuerza; desplaza a un segundo lugar a los conservadores, antes dueños del poder; y manda a cuidados intensivos al Pasok, el partido socialista, antes la segunda fuerza y ahora la última, enfrentado al abismo de la desaparición.
 
Por otra parte, el bipartidismo dominante durante los últimos cuarenta años, encarnado en la conservadora Nueva Democracia y en el socialismo de centro del Pasok, sufre una alteración tan fuerte que probablemente los hechos de este domingo 25 de enero hayan representado el fin de este régimen de partidos, sostenido por el poder de redes familiares, en troncadas en la cúspide. En el fondo, el pronunciamiento de los electores ha provocado un efecto de desplazamiento y a la vez de recambio en el sistema de partidos. Ha enviado al sótano al partido socialista tradicional y ha hecho emerger, en su reemplazo pero con mayor cobertura de representación, a una izquierda comprometida con un programa radical de reivindicaciones que se sintoniza con las franjas más frágiles e inestables de las clases medias, afectadas por la crisis económica; pero también, y de qué modo, por las formulas contraccionistas, llamadas a solucionarla; pero causa en el fondo del empeoramiento en los indicadores sociales.
 
En realidad, han sido esta crisis y la austeridad para solucionarla –primero la quiebra del Estado y luego los recortes del gasto social y la inhibición en los estímulos a la demanda agregada- los factores que han provocado fracturas en el orden social y nuevos alineamientos en las conductas políticas. El desempleo (25%) y lo que Tsipras no se ha cansado de llamar la “crisis humanitaria” han conducido a una fractura en la que ha surgido una masa de ciudadanos en condiciones terribles de debilidad social; es decir, la población de los recién desprotegidos. Un fenómeno de fractura social que ha hecho brotar lo que podría denominarse el partido político de la crisis económica.
 
Resistencia contra el “austericidio”
 
Es en el contexto de esa ciudadanía fragilizada socialmente hablando, en el que ha surgido el realinderamiento político que ha permitido la existencia Syriza, como el partido que ha emergido desde la crisis capitalista.
 
El salto de la izquierda al poder no es otra cosa que una especie de trasunto al revés de la desazón y el desespero de la población fragilizada socialmente. Desespero y desazón que se han traducido en inconformidad política frente a un plan de austeridad, en cuyos marcos de aplicación han aumentado el desempleo, la deuda pública, y la precarización en materia de servicios básicos como la salud o la prestación de electricidad. Tanta ha sido la precarización que Tsipras y su partido siempre se han referido a los efectos del apretón económico como un austericidio, una expresión satírica pero desoladora, si se piensa en los dos suicidios semanales por la crisis.
 
La traducción de estas líneas de ruptura social en un partido alternativo refleja por lo pronto más amplitud y mayor fluidez en la democracia; la cual gana con el surgimiento de outsiders con posibilidades de poder; de modo que terminen por ser realzadas la alternabilidad en el sistema político y el reformismo social; este último con una mayor presencia en la agenda pública.
 
La lucha por el margen
 
Se trata de un reformismo social que ahora se expresa en un plan de emergencia en términos de alivio social y de un crecimiento económico asociado con una medida que es el resumen de todo; a saber, la renegociación de la deuda pública.
 
Ahora bien, que este plan de cambio haya sido respaldado por los votantes no significa que sea materializable por una izquierda que se estrena en el poder; pero que tropieza con los severos compromisos que le significaron al improvidente Estado griego la posibilidad (no aplazable) de acceder al programa de rescate, ofrecido por la Unión Europea y garantizado por el Fondo Monetario Internacional.
 
El propósito de la nueva izquierda en el poder se concentra en reorientar el presupuesto nacional de modo que el gobierno esté en condiciones de aumentar salarios y proporcionar salud y electricidad a quienes se quedaron sin ellos. Así mismo, va a concentrar su voluntad en conseguir que una mesada particular que el Estado recibió por 45mil millones de euros sea condonada; y que el pago de los 240 mil millones correspondientes al paquete principal del plan de rescate se aplace y se escalone en concordancia con la reactivación económica. Esto es, que los pagos se realicen en la medida en que crezca paulatinamente el producto interno bruto.
 
Es un programa, casi inaplazable, que sin embargo se enfrenta de antemano con la oposición de la Troika (y de los altos responsables del gobierno alemán), para quienes está fuera de duda la perentoria obligación de los griegos de hacer los pagos sin dilación y de mantener los recortes en el gasto. Son poderes externos que cuentan con una inocultable capacidad de represalia, como puede ser el hecho de suspender por su parte los giros aún pendientes del rescate.
 
En ese estrecho margen se moverán las posibilidades del nuevo gobierno. Este tendrá que morigerar los sufrimientos de las capas medias golpeadas por los recortes de un plan de ajuste severo; cuyos efectos han sido la disminución de salarios y de pensiones más el deterioro de los ingresos entre los pequeños y medianos propietarios. Así mismo, debe tomar medidas para estimular la demanda, a fin de que crezca la producción, aterradoramente estancada; aunque la estabilización hoy del déficit fiscal podría estar mostrando una luz al final del túnel, factor este que podría ser favorable indirectamente a una reactivación no tan lejana.
 
Pero al mismo tiempo dicho gobierno debe conseguir una flexibilización en los pagos por la deuda nacida del rescate; lo que no parece evidente dada la previsible intransigencia de Ángela Merkel, canciller de Alemania; país este el principal proveedor de los fondos para la operación de salvamento financiero.
 
Tsipras ha sentenciado desde el domingo de elecciones en la noche que “el plan de austeridad ha muerto”. A renglón seguido se ha mostrado, sin embargo, en disposición de negociar con el Banco Central y con la Comisión europeos, lo que supone una cierta actitud con tendencia a la moderación. Como no dispone de muchos recursos de presión necesitará, la unión del pueblo griego y un sentido elevado de dignidad moral y política para ganar  ciertos márgenes de comprensión en la Troika, de modo de proceder a las primeras medidas de mejoramiento social, un compromiso ineludible con la ciudadanía.
 
Ricardo García Duarte
Politólogo con estudios de Doctorado en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences – Po). Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos. Abogado de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de varias universidades. Fundador de Revistas como Coyuntura Política y Esfera. Articulista y ensayista. Ex – Rector de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 432
Semana del 30 de enero al 5 de febrero de 2015
Corporación Viva la Ciudadanía
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/167256
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