Intelectual burgués e intelectual orgánico: vieja discusión, nuevos problemas

23/02/2015
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La discusión sobre la importancia del pensamiento crítico y de las y los intelectuales para la transformación social y la construcción de un mundo más justo para todos y todas no es nueva. Tampoco son nuevos los argumentos y las posturas reduccionistas que imputan esta importancia y pretenden menospreciar el trabajo intelectual. Las posturas anti-intelectuales no son para nada ingenuas y tienen una consecuencia política muy clara y de largo alcance: despojar a los pueblos de su capacidad para construir un horizonte alternativo de pensamiento contrahegemónico al sistema capitalista. En otros términos, buscan impedir el despertar de las conciencias [1] antes de que ellas se unifiquen en un bloque de poder para la transformación.
La historia nos muestra que el pensamiento puede ser instrumento para la dominación o para la liberación.
 
En el primer reglón (pensamiento para la dominación) encontramos a los y las intelectuales burgueses. Este tipo de intelectuales personifican la división del trabajo que motoriza al capitalismo y que quiere separar, para los fines de ordenar mejor las tareas en vistas a la acumulación, el trabajo manual y el trabajo “intelectual”. Con ello, se montan sobre la estructura de dominación capitalista para preservarla, ampliarla y perfeccionarla; pero ya no a nivel material, sino a nivel de las mentes de los hombres y mujeres explotados y explotadas [2]. Como ejemplos podemos mencionar los llamados tanques de pensamiento del imperialismo norteamericano y los cuantiosos recursos que invierten para la investigación social, cultural, antropológica, etnológica y hasta arqueológica para conocer mejor a las sociedades dominadas (o por dominar). Un estudio agudo del uso de la antropología para la acción contra-insurgente la encontramos en el libro de Gilberto López y Rivas Estudiando la Contrainsurgencia de Estados Unidos. Manuales, mentalidades y usos de la antropología. Junto con los marines y las bombas que colonizan el territorio y los cuerpos, llegan los “asesores” que colonizan las mentes (y los bolsillos).
Otro ejemplo histórico lo encontramos en influyentes ideólogos como Georg Kennan, principal creador de la política de contención implementada por Estados Unidos en contra de la extinta Unión Soviética. En 1951 Kennan lograría la creación, con el apoyo del presidente Harry Truman, del Consejo de Estrategia Psicológica; desde este se desarrollaría la tesis (aún vigente e instrumentada) de utilizar las élites locales de los países intervenidos como correa de transmisión de los intereses estadounidenses.
 
En el segundo reglón (pensamiento para la liberación), encontramos a los y las intelectuales orgánicos/as (o de izquierda). Los y las intelectuales orgánicos/as personifican las voces de las/os excluidas/os y dominadas/os (sin ser, evidentemente, su última expresión), hacen parte de las luchas que libran los pueblos contra los diversos mecanismos de dominación e interpelan la división del trabajo reconociendo que la separación entre trabajo físico e “intelectual” tal y como la postula el capitalismo es falsa. Es falsa, primero, porque todo trabajo es trabajo físico en cuanto implica gasto de energía, movimiento corporal de músculos, cerebro, etc; y, a su vez, todo trabajo es también trabajo intelectual porque conlleva la aplicación práctica de un saber particular.

En segundo lugar, la diferencia recae, entonces, no en el trabajo en sí mismo, sino en el producto de los diversos procesos de trabajo; es decir, el trabajo que implica una mayor actividad manual tiene un producto inmediatamente tangible, por ej. una casa. Por el contrario, el trabajo llamado intelectual tiene un producto inmaterial, por ej. un discurso político. Ambos son producto del esfuerzo corporal (físico y mental a un mismo tiempo) de alguna persona o grupo de personas, que pudieran estar siendo explotadas o no. Además, el y la intelectual orgánico/a vive en carne propia el pulso político de su época, haciendo parte de una comunidad de lucha y tributando en todo momento a dicha comunidad.
 
Como muestra de intelectual orgánico podríamos mencionar ejemplos históricos como los de Antonio Gramsci, encarcelado por el fascismo italiano, o Miguel Hernández encarcelado por la dictadura franquista, personas cuyas obras intelectuales significaban un peligro para el sostenimiento de los respectivos regímenes de dominación contra los cuales lucharon; y significaban un peligro por las consecuencias prácticas que tenían sus ideas plasmadas en papel y tinta. Monseñor Romero, obispo del Salvador, asesinado durante una homilía en la que reflexionaba sobra la situación política de su país es otro ejemplo de intelectual orgánico comprometido con las causas populares y justas de la humanidad, y quien hizo de su pensamiento un arma para alimentar y despertar conciencias.
 
Las enseñanzas de la historia están para quienes se aboquen a su escudriñamiento. Ahora, si bien las posturas anti-intelectuales no son nuevas, sí son novedad los problemas particulares que plantean en la actualidad. Al hacerse eco de la visión burguesa arriba mencionada, pretenden descalificar todo trabajo intelectual orgánico, cuyo proceso es parte del movimiento de lucha de los pueblos. De igual manera, generan matrices de opinión contrarias a la formación y educación sistemática, obviando que toda civilización siempre se ha preocupado por la educación sistemática de los sujetos que la conforman; por ello, la construcción de nuestro socialismo bolivariano no puede dejar de lado éste elemento fundamental en el andar histórico de las sociedades para la superación de sus condiciones de alienación y dominación.
A nivel de la vida pública, estas posturas han venido accediendo a espacios medios de toma de decisiones que imponen una visión distorsionada de la relación entre las instituciones estatales y las comunidades organizadas obviando, entre otras cosas, que los cuadros revolucionarios que hacen vida en estas instituciones no son ajenos ni a la realidad comunitaria de la que provienen y en las que muchas veces hacen militancia política, ni al pulso político que vive la sociedad. De igual manera, pretenden hacer una apertura de las instituciones y sus mecanismos de administración burocrática para la participación popular, consiguiendo, no una transformación revolucionaria de las mismas y sus procesos de ejercicio del poder, sino una desarticulación completa de ellas y su destrucción sin superación, es decir, sin beneficio político alguno más allá de su funcionalidad a corto plazo para intereses particulares.
 
Un proceso revolucionario que se ha propuesto la construcción de una sociedad socialista no puede permitir que el proceso de transición esté marcado de fisuras y grietas que puedan horadar, desde el comienzo, las bases de la sociedad nueva. Como postulará nuestro Che Guevara, conciencia más productividad es igual a socialismo; y en la transformación de las conciencias, como nunca dejó de señalar nuestro Comandante Chávez [3], el pensamiento crítico y los y las intelectuales orgánicos/as son fundamentales.
 
Notas:
 
[1] En un artículo anterior mostré la concepción de nuestro Comandante Chávez sobre la importancia del Pensamiento Crítico para el despertar de las conciencias. Véase: http://humanidadenred.org.ve/chavez-pensador-critico-por-roger-a-landa-reyes/
 
[2] Uno de los pensadores latinoamericanos que mejor atendió está situación fue Ludovico Silva. Véase en especial su libro: La plusvalía ideológica. Fondo Editorial Ipasme:Caracas, 2006. Para un resumen de la postura de Ludovico esbozada en dicho texto véase: http://humanidadenred.org.ve/plusvalia-ideologica-por-roger-landa/
 
[3] Véase su discurso de entrega del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2008 en: Un grito desde la humanidad y por la humanidad, Editorial El Perro y la Rana: Caracas, 2014. También la cita en el artículo arriba mencionado: http://humanidadenred.org.ve/chavez-pensador-critico-por-roger-a-landa-reyes/
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/167713?language=en
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