Cuna de profetas y mártires

11/03/2015
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En América Latina la vida podría multiplicarse sin cesar ya que sus tierras están bendecidas con el don de parir alimentos en abundancia.  Sin embargo la región es históricamente una de las más desiguales del planeta ya que, por la codicia de unos pocos y la avaricia de otros tantos, millones de sus habitantes se marchitan bajo la luz del sol en la pobreza y el hambre.
 
Los más humildes habitantes de esta obscena morada, confeccionada con pinceladas de mezquina opulencia y trazos de desgarradoras miradas, creen que por ella transitan hombres y mujeres que “antes de salir del seno materno”  fueron elegidos por Dios como profetas e igual que Isaías “fueron enviados para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad”.
 
Algunas de estas personas fueron recientemente reconocidas como mártires por el Vaticano como, por ejemplo, aconteció con Monseñor Oscar Romero quién por su clara opción por los pobres, el 24 de marzo de 1980 en El Salvador, fue asesinado mientras celebraba la eucaristía.  Este cura, que tendenciosamente era llamado subversivo por quienes desean que el pueblo viva bajo el yugo de la servidumbre y la opresión, predicaba "la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles".
 
Sin embargo en ocasiones el Vaticano, por la complacencia que cierta parte de la jerarquía católica tiene con el poder, demora en definirse sobre las causas de canonización por martirio.  Así sucede con la causa que en el 2005 comenzó el entonces Cardenal Bergoglio, hoy Papá Francisco, por la masacre de tres sacerdotes y dos seminaristas palotinos realizada por militares argentinos en 1976.  La misma desidia acontece con la causa de canonización (iniciada en el año 1991) de la hermana brasilera Cleusa Carolina Rody Coelho quién fue asesinada por defender los derechos indígenas.
 
Ante estas dilaciones el pueblo latinoamericano con la misma sabiduría que tuvo el corazón humilde de María para reconocer que "Dios derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes", y entendiendo como el misionero claretiano Teófilo Cabestrero que "el que quiera ser fiel a Jesucristo tiene que rebelarse, gritar, luchar", corona como mártires a quienes fueron asesinados por seguir los pasos de Dios que “escucha y libera al pueblo oprimido”.
 
Así por ejemplo acontece con el jesuita Ignacio Ellacuría que fue asesinado por militares salvadoreños en el año 1989 por seguir los pasos de un Jesús histórico y convertirse así en una amenaza contra el orden opresor socialmente establecido ya que frente a él, manteniendo en alto la antorcha del amor, predicaba la construcción del Reino en la realidad.
 
Todos estos latinoamericanos, y tantos otros mártires populares como el sacerdote argentino Enrique Angelelli quién decía que para seguir a Cristo hay que tener “un oído en el Evangelio y otro en el barro”, son bienaventurados porque trabajaron por la paz en tierras donde las espinas desangran las ilusiones y solo el Espíritu de Jesús calma las heridas y siembra esperanzas.
 
Texto publicado en la Revista Alandar Nª 316
https://www.alainet.org/es/articulo/168152
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