La Cumbre de Panamá: imperio o Patria Grande
- Opinión
La Cumbre de Panamá constituye una oportunidad histórica para que las naciones latinoamericanas y caribeñas refuercen el proceso soberanista y emancipador iniciado hace tres lustros con el destacado impulso que diera el comandante Hugo Chávez al lanzar sendas iniciativas hoy plasmadas en espacios unitarios como ALBA, CELAC y UNASUR.
La tradición injerencista del poder político-militar que predomina en Estados Unidos no conoce límites. La arrogancia y prepotencia con las que actúa no sólo en nuestra región sino en el ámbito mundial, deben ser derrotadas con la fuerza de la razón y la dignidad: América Latina y el Caribe no serán más patio trasero de nadie.
La reciente agresión a la Venezuela Bolivariana, a través del decreto firmado por Obama, constituye una afrenta para todos nuestros pueblos. Venezuela no es una amenaza, es señal de esperanza, es posibilidad de construir un socialismo democrático y es soberanía, autodeterminación e independencia.
La amenaza en este continente sólo puede provenir del gobierno de Estados Unidos, con sus 76 bases militares y sus miles de soldados y espías desplegados en nuestros territorios; la amenaza también proviene de las oligarquías nacionales que funcionan como apéndice del imperio. Los pueblos y gobiernos independientes de nuestro continente deben fortalecer sus lazos organizativos y demostrar a los señores de la guerra que América Latina y el Caribe, con todo y sus problemas y complejidades, son un espacio de paz, trabajo y lucha por otro mundo posible.
Los líderes que se reúnen en la Cumbre de Panamá deben dejar claro un mensaje a Obama y sus personeros: ha terminado la época de su hegemonía incuestionable; sus órdenes y decretos ya no tienen cabida en esta Patria Grande. La Cumbre de Panamá debe enfatizar al unísono: América Latina y el Caribe se respetan, no son una amenaza para nadie, constituyen un espacio de construcción de esperanza y de fortalecimiento de soberanía.