El dueño de los fuegos… o simplemente Galeano…

21/04/2015
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Tal vez podría haberse llamado “El Curador de las Venas Abiertas de América Latina”, o “El Ilusionista de lo Posible”; podría haber tenido varios nombres, varios títulos, méritos nunca le ha faltado; sucede que simplemente se llamaba Galeano.

 

Se le había metido en la cabeza, que podría retener todos los fueguitos en un puñado de letras. Ya se había retobado contra el sistema, mucho antes que comenzaran las revoluciones, al menos las que masticó y enalteció saboreando la delicia de las utopías alcanzadas.

 

El exilio lo había destinado a salpicarnos con la picardía y la complicidad rebelde de las palabras.

 

No hubo hecho, conflicto, situación o lo que fuere que no contara con su otra mirada, esa que a muchos nos ha faltado en los momentos oportunos para comprender y comprendernos.

 

Poseía un grado de comprensión respecto de todo lo que nos importara, nos convocara, que permitía asirnos en sus vuelos militantes y literarios.

 

Galeano, más allá de ser unos de los nuestros, de ser nuestro, tenía esa singularidad de lo cotidiano, lo simple, lo sencillo. Pero poseía esa maravillosa posibilidad de transformar lo cotidiano, simple y sencillo en mágico, sublime, inabarcable…como esos mares que parecieran no terminar y nos impulsa a continuar en ese nado anhelante de costa segura. Porque también él era, es, esa costa segura.

 

 Así como por otros de los imprescindibles e irrepetibles, por Galeano se vienen desparramando infinidad de manifestaciones por su nuevo camino.

 

Porque Galeano hacía más que denunciar. Alumbraba. Y lo hacía tan bien que muchos reprodujeron sus frases hasta el infinito, sin darse cuenta de que estaban reproduciendo la mirada genuina de un hombre de este mundo,  de este que algún burgués pensamiento llamaría todavía el Nuevo Mundo. Universos de significantes que nos regalaban un guiño a quienes lo comprendíamos y amábamos y que les regalaban un breviario de vida a quienes tocaban de oído en esto de comprender América.

 

Circularon hasta el hartazgo sus luminosas palabras sobre la cultura del envase y también aquellas sobre la caridad. Curiosamente no circularon tanto sus frases sobre Kirchner o sobre Chávez, porque el snobismo culturoso no habría de perdonarle que hablara sobre la vida real de los líderes de los pueblos.

 

 Resulta que hace muchos años, nos cuenta Luciana Bustos, vino Eduardo Galeano a dar una charla al patio Olmos. Nosotros fuimos a verlo y éramos un montón apretaditos y en silencio en el hall central. Aunque se escuchaba muy bien yo hacía puntas de pie y estiraba el cuello para verlo mientras me preguntaba por qué él estaba en ese lugar, el mismísimo al que días atrás, en una manifestación, habíamos tratado de bajarle la vidriera a pedradas. Ahora estábamos ahí...como obligados porque era impensado no escucharlo aunque fuere el sitio al que no entrábamos ni resignados a dejarle una meada en el baño, y yo en puntas de pie me preguntaba porqué... (Sin darme cuenta que en ese momento a Galeano, el único capaz, le sobraban palabras y magia y amor para convertir el shopping en lo que había sido antes: Una escuela)

 

Eso fue capaz de hacer nuestro Eduardo, nuestro de los que no queremos que se nos achique el corazón ni la perspectiva para mirar- nos y mirar a nuestro circundante universo con ojos americanos.

 

Parece que se van yendo dejando atrás una estela de logros, los hombres que fueron poniendo a América Latina de pie en el mapa del mundo, aunque los de los 500 años antes la hubieran dibujado de rodillas. Se fueron Néstor y Hugo, se fueron Gabo y Eduardo, se fue el mejor de todos, dijo Osvaldo Bayer. Pero no es cierto. Mientras podamos decir como el Armando que “Nadie se ha detenido, nadie ha dicho me rindo. A cada santo y seña” nuestras juveniles y longevas ansias de justicia habrán de mantenerlo vivo entre nosotros y como bandera esclarecedora y marcadora de rumbos.

 

 Alejandro Ippolito reflexiona: “…Hoy comprendo que Galeano era mejor que Borges, si el término mejor puede tener cabida en la literatura. Admiro enormemente al autor de Ficciones y El oro de los tigres, pero entiendo hoy que ser magistral desde la técnica perfecta, desde el preciso alejandrino o el soneto milimetrico, no sólo es posible sino que resulta inevitable.

 

Alcanzar la excelencia siendo un erudito, un cuentista complejo, un poeta exacto, tiene la virtud de aquello que alcanza su destino inexorable.

 

Es imposible no ser profundo siendo Borges.

 

Pero rozar los límites de la maravilla, meterse por debajo de la piel de la gente, ser sabio con un puñado de palabras simples, eso es un milagro.

 

Teniendo a mano sólo lo cotidiano, acariciando los sentidos de los comunes, los sencillos, los que derraman su sombra desde el llano.

 

Es imposible no ser del pueblo siendo Galeano…”

 

No es posible rendirnos y mucho menos ahora que debemos convertirnos en custodios de todos los fuegos, de todas las magias que emanaron entre palabras militantes y maravillas esculpidas y engramadas, que nos develaron la oculta imagen de “los nadies”. Somos ahora portadores de reclamos y sentencias de las justicias negadas, para revertirlas en banderas de luchas.

 

 Repliquemos hasta el hartazgo cada mirada tierna, cada pausa entre letra y letra, para poner de manifiesto que “Las Venas Abiertas de América Latina” cicatrizan y bombean libertad y esperanza, como un, eterno, gracias Galeano por regalarnos tu generosa presencia.

 

 Hasta siempre compañero, seguro habremos de encontrarnos desandando huellas, reivindicando hasta las hormigas.

 

Que así sea.

 

Norberto Ganci

Director de El Club de la Pluma

elclubdelapluma@gmail.com

elclubdelapluma@hotmail.com

http://elclubdelapluma.bligoo.com.ar

 

https://www.alainet.org/es/articulo/169118?language=en
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