Paramilitarismo: crónica de una peste anunciada

15/06/2015
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Foto: Luis Brito pistola
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El 5 de junio de 2015 el presidente Nicolás Maduro declara: “Voy activar planes y estoy activando planes a fondo para ir, capturar y acabar con todas las células paramilitares que han sido sembradas en Venezuela. Yo necesito el apoyo de la familia colombiana que está en Venezuela, para limpiar a Venezuela de la peste paramilitar”. Lo dice a tiempo. La peste asesinó ya dos centenares de dirigentes agrarios, otros tantos dirigentes sindicales, figuras de la alta política, cobra vacuna, impone alcabalas y adquiere importantes empresas en los estados fronterizos, y gerencia un contrabando de extracción que arruina al país. 

 

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Un Nuevo fenómeno marca la realidad estratégica del mundo. Zetas, Aztecas, Mexicles, Negros, Polones, Gatilleros, Caballeros Templarios y Narco Juniors en México, Kaibiles guatemaltecos, Maras centroamericanos, Posses jamaiquinos, Paracos colombianos, Talibanes, Al Qaedas y Daesh del Medio Oriente y una plaga de ejércitos privados organizados como carteles, mafias y asociaciones criminales sobreviven ante los Estados constituidos, se alían a ellos, usurpan sus funciones y están en vías de destruirlos.

 

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¿Cómo surge un ejército privado que desafía y a veces supera al público? Así como los países hegemónicos mercantilizan la educación y la seguridad social, también privatizan la represión. El ejército de Estados Unidos ya no funciona con reclutas, sino con mercenarios contratados entre sus marginalidades: afroamericanos, hispanos, inmigrantes ilegales. Con otra vuelta de la tuerca, grandes contratistas transnacionales como Blackwater tercerizan desde 1996 la oferta y la demanda de la carne de cañón. Y con otra vuelta más de la tuerca, los países hegemónicos financian, entrenan y arman corporaciones de sicariato para destruir países, pero sin asumir responsabilidad por ellas: Al Qaeda, Daesh, las Autodefensas Unidas de Colombia.

 

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Esto marca la trascendente diferencia con organizaciones armadas revolucionarias como el 26 de Julio, las FALN, las FARC, el MLN, Sendero Luminoso, el MSLN, el FMLN, que insurgen con mil dificultades a la vez contra el Estado y contra los grupos económicos que lo manejan. Por el contrario, las organizaciones paramilitares actúan en estrecha colaboración con el Estado o con las fuerzas económicas que dominan a éste. En Colombia, funcionan con la protección, el apoyo y el financiamiento del gobierno, al cual infiltran con la parapolítica; de la oligarquía terrateniente, cuyos latifundios protegen y amplían con la violencia, y del narcotráfico, al cual sirven de brazo armado. Con el tiempo, en los sitios donde la presencia del Estado es débil se crea otro Estado paralelo, elegido por nadie, que cobra vacunas e impuestos, expide y ejecuta sentencias de muerte y finalmente se funde con la autoridad visible de políticos y corporaciones en simbiosis inextricable.

 

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El ascenso desde una eterna pugna entre bandas armadas hasta el monopolio de la violencia legítima por el Estado marcó el paso del feudalismo a la Época Moderna. La actual abdicación por algunos Estados del monopolio de la violencia a favor de bandas de esbirros marca la postmoderna disolución de la soberanía en el caos. La postmodernidad neoliberal predicó el Fin de lo Político y la Minimización del Estado: entre las funciones de éste que pasaron al mercado está el manejo de la violencia organizada. La naturaleza política tiene horror al vacío. Dondequiera que el Estado se debilita o se esfuma aparecen grupos armados dispuestos a usurpar sus funciones en provecho propio. El paramilitarismo es la confesión de Estados y corporaciones de que les es imposible mantener el orden dentro de los parámetros de legalidad que ellos mismos pregonan: vale decir, de que no son más que un fraude. Ante el caos homicida, no le queda más recurso al simple ciudadano que armarse él mismo, y combatir el plomo con el plomo. Es lo que hacen los ciudadanos de las Autodefensas de Michoacán, lo que a la larga tendrán que hacer los ciudadanos en todas partes del mundo.

 

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Buena parte de los 5.600.000 colombianos que inmigraron a Venezuela lo hicieron huyendo de un sistema que creyó servirse de los paramilitares y terminó sirviéndolos. Ojala podamos sanar esa peste que llevamos años denunciando antes que otros tantos venezolanos debamos huir de nuestro país.

 

Consulte también: http://luisbrittogarcia.blogspot.com, http://www.facebook.com/Luis.Britto.Garcia

https://www.alainet.org/es/articulo/170430?language=es
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