Peter Sloterdijk: filósofo indigente
- Opinión
Hace unos meses se realizó un programa de Disenso por TV- Internet, donde dos buenos profesores de filosofía hablaron, más que presentaron, a este filósofo, pero como lo que dijeron, por los comentarios recibidos, resultó algo confuso, los que no saben filosofía quedaron en Babia. Nosotros nos obligamos a estudiarlo un poco y a escribir el siguiente comentario, para que por lo menos se sepa de quien se trató.
Peter Sloterdijk (1947) es un filósofo nacido en la ex Alemania Oriental formado en la Escuela de Frankfurt pero de la que enseguida se apartó. Su primera gran obra es Crítica de la razón cínica (1983) y comenzó a destacarse con rasgos propios a partir de la polémica con Jürgen Habermas, numen de dicha escuela, reflejada en Normas para el parque humano.
Su trabajo más ambicioso hasta el presente es Esferas I, II y III.(burbujas, globos y espumas). Tres voluminosos tomos en donde habla de todo, con algunos pasajes realmente incomprensibles. Pero bueno, así están las cosas en el ámbito de la filosofía contemporánea: hay que oscurecer las aguas para que parezcan más profundas.
Su último libro en castellano apareció con el estrambótico título de Haz de cambiar tu vida. Otros libros traducidos a nuestra lengua son: El árbol mágico: el nacimiento del psicoanálisis en el año 1875 (Seix Barral, 1986), Sin salvación, tras las huellas de Heidegger (Axal, 1991), En el mismo barco: ensayo sobre la hiperpolítica (Siruela, 1994),Temperamentos filosóficos (Siruela, 1994), Extrañamiento del mundo (Pre-Textos, 1998), libro que obtuvo el premio Ernst Robert Curtius de Ensayo en 1993;Derrida, un egipcio.(Amorrortu, 1998), Normas para el parque humano (Siruela, 2000), En el mundo interior del capital, para una teoría filosófica de la globalización (Siruela, 2000), El pensador en escena (Pre-Textos, 2000), Eurotaoísmo (Seix Barral, 2001),El desprecio de las masas (Pre-Textos, 2002), Crítica de la razón cínica (Siruela, 2003), Temblores de aire (Pre-Textos, 2003), Experimentos con uno mismo (Pre-Textos, 2003), El sol y la muerte (Siruela, 2004),Si Europa despierta (Pre-Textos, 2004), Sobre la mejora de la buena nueva (Siruela, 2005), Venir al mundo, venir al lenguaje (Pre-Textos, 2006), Esferas I, II y III (Siruela, 1998-2009) y Celo de Dios (Siruela, 2011) .
El caso de Sloterdijk como el de tantos filósofos contemporáneos (Derrida, Zizek, Henri-Lévy, Honneth, Baudrillard, Severino, Agamben, Savater, etc.) es la carencia de una metafísica. Son sutiles, ocurrentes, en algunas cosas geniales, pero toda su producción es un ir y venir lleno de confusiones y algunos aciertos.
Sloterdijk habla de todo y escribe sobre todo y, además, lo hace sin parar. Un profesor alemán amigo nos cuenta que es famoso en Alemania porque no hay semana en que no aparezca en los diarios o en la televisión. Y tiene sobre todo una ventaja, es reconocido por la república internacional de las academias y universidades, lo cual le da piedra libre para desdecirse o entrar en contradicciones sin ponerse colorado.
Sus intereses son casi infinitos: poesía, antropología en sus variantes más raras, filosofía, sociología, psicoanálisis, música, arte contemporáneo, asuntos políticos, literatura, medios de comunicación, esoterismo, religiones, etnopiscología y un largo etcétera. Cita por igual a Carl Schmitt, como a Karl Marx, a Derrida como Boutang, a Jesucristo como a Mahoma sin ninguna jerarquía entre ellos. Claro está, todo este manejo de erudición deslumbra, sobre todo a los académicos, grandes maestros de lo mínimo, que se han pasado la vida cuidándose de no sacar los pies del plato.
Yendo de lleno a su pensamiento, en su libro más famoso Crítica de la razón cínica va a sostener con acierto que el cinismo difuso de nuestra exhausta sociedad de consumo hay que tomarlo con ironía y compasión, porque termina siempre en la desesperanza de la conciencia ilustrada. Pues dicha conciencia está en la base de la sociedad de consumo. Y en Normas para el parque humano va a criticar a la conciencia ilustrada denunciando el fracaso del humanismo como utopía de la domesticación mediante la lectura.
Pero por otra parte en el Extrañamiento del mundo sostiene, erróneamente, que el consumo de drogas como una huída y búsqueda de un mundo que relaciona con el antiguo mundo de los chamanes, los sacerdotes brujos. Y termina con propuestas muy similares a la de nuestros orates Antonio Medrano y Miguel Serrano, carentes absolutos de espíritu crítico y talento filosófico.
En uno de los cientos de reportajes, esta vez hablando de religión con el cardenal Kasper sostiene: Como yo no profeso ninguna fe no puedo hacer la distinción entre los buenos y los malos usos de la religión. No se anima ni siquiera a distinguir entre las religiones que están al servicio de la paz o de la guerra. Y a renglón seguido sostiene: Yo en esta materia con el que más me identifico es con el filósofo protestante William James donde el interés por la religión es la propia religión.
En otro de sus reportajes en La Vanguardia de Barcelona afirma: el principal talento del animal humano es crear monstruos. Y Dios es uno: somos un animal que crea dioses. Como vemos esto ya lo dijeron, en su momento, Demócrito, Epicuro y Lucrecio, los justificadores del ateismo con el lema: timor hominis fecit deus.(el temor de los hombres fabrica los dioses).
Vamos a comentar acá solo dos breves pero significativos trabajos de Sloterdijk: Normas para el parque humano y Derrida, un egipcio.
Normas comienza bien caracterizando al humanismo ilustrado vinculado a la alfabetización, la lectura de los clásicos, la escritura y la herencia greco latina “los humanizados no son mas que la secta de los alfabetizados”[1]. Este humanismo tuvo su apogeo entre 1789 y 1945, con la aparición de la radio y la televisión al final de la segunda guerra mundial terminó este humanismo y comenzó el posthumanismo, pues las síntesis políticas culturales actuales ya no son producidas los medios literarios o epistolares, ya no más el sacerdote o el maestro para domesticar al hombre.
Luego ya desbarranca y pasa a una larga crítica a la Carta sobre el humanismo de su compatriota Martín Heidegger. Es una crítica resentida la que lleva a cabo. Resentida en el sentido que le dio Max Scheler al término, como rencor retenido. Y así lo trata al Mago de Friburgo sucesivamente de: astuto hombrecito de Messkirck, de utilizar expresiones casi histéricas, de filósofo pastoral, de carácter criptocatólico, de realizar juegos pastoriles hoy del todo anacrónicos, de ignorar que el hombre surgió de los mamíferos vivíparos (de no sostener la teoría de la evolución), de desacreditadas divagaciones de Heidegger por sendas campestres y boscosas.
Luego de desacreditar a Heidegger y darse un zambullón en Nietzsche como para justificar su rebeldía filosófica, se la agarra con Platón al que trata de peligroso pues propone en el diálogo Político un único humanista absoluto, el amo real de la sociedad pastoril junto con la planificación de las propiedades de una élite. El cuidado de los hombres por los hombres queda en manos del filósofo rey o del rey filósofo.
Pero como hoy los sabios parecen que se han retirado, el movimiento humanista falto de su antigua pujanza se hundió en los archivos. Los archivistas serían los últimos humanistas.
El trabajo se limita como conclusión a afirmar que estamos en un posthumanismo, pero nada dice de su contenido.
Sostener en este escrito que Heidegger era un hombrecito porque era medio petisón es una ofensa gratuita. Tratarlo de criptocatólico porque recupera la idea de ascesis, odiada por el mundo luterano del que proviene Sloterdijk, es una ruindad. Como si Heidegger fuera un católico solapado o hiciera catolicismo a escondidas. No, lo que Sloterdijk tendría que haber hecho es agregar un párrafo o una nota al pie de página estableciendo claramente que una de las distinciones fundamentales entre católicos y protestantes es la aceptación o no de la idea de ascetismo. Al respecto afirma Leonardo Castellani (1899-1981): “El protestantismo al rechazar el ascetismo y su punto cumbre, el celibato religioso, ha destruido la esencia del cristianismo; y en ese sentido no conserva más que la corteza”[2]
De no aceptar la teoría de la evolución como una capitis diminutio filosófica, es no querer distinguir entre metafísica, que es la disciplina en donde se mueve Heidegger y antropología física.
Vemos como Sloterdijk no llegó a la admiración, thaumatzo, principio del filosofar que nosotros podemos traducir en criollo como “darse cuenta”. Y él no se dio cuenta que el corazón, el meollo de aquello que va a sostener Heidegger en la Carta sobre el humanismo es que después del descalabro de la segunda guerra mundial no existe ningún ethos común de contenidos para sostener la idea de humanidad y por lo tanto es una tontería intentar una ética mundial al estilo de un teólogo como Hans Kung o una ética universal al estilo de la ilustración que viene de Kant.
El mundo es un pluriverso, sobretodo después del 45, y hay tantos ethos como ecúmenes culturales lo componen, el pensamiento de la diferencia y de las identidades-Identidad y diferencia- es el que puede fundar una nueva manera de hacer filosofía. Al menos esto último venimos intentando nosotros desde hace treinta años. El resto es todo episódico.
Finalmente, afirmar que desde el Política y la República se habla de la comunidad de los hombres como si fuera un parque zoológico pues se habla de las reglas de manejo del parque humano, es una arbitrariedad sin fundamento ni en los textos ni en la historia del desarrollo de la idea de politikos y politeia.
En cuanto a la segunda obra, Derrida, un egipcio se trata de una sumatoria de pequeños apuntes sobre Luhmann, Freud, Mann, Borkenau, Debray, Hegel y Boris Goys con relación a Derrida.
Toda su lectura no es otra cosa que una alcahuetería a Derrida en tanto que judío. Pero esta alcahuetería es absolutamente gratuita porque Derrida no necesita de ella, pues todo profesor de filosofía sabe que la judeidad está en el centro de su meditación filosófica. Parece ser, que el que la necesita es Sloterdijk, para contar con la complacencia y el apoyo del establishment hebreo de la cultura.
El libro comienza tratando de que no se olvide a Derrida al otro día después de muerto y termina con la conmoción que le produjo la muerte de Derrida. De los autores tratados no va más allá que de los lugares y de los términos comunes con que se los conoce. Así de Derrida habla de deconstrucción, de Lumann la teoría de los sistemas, de Freud la desfiguración, de Mann la dicha en la desgracia, de Borkenau la tesis contra Spengler y así el resto de los lugares comunes de cada autor
El libro lleva por subtítulo El problema de la pirámide judía y así afirma: si la transcripción de Dios llevada a cabo por los judíos se expresaba en el registro trasportable (la Biblia), estamos tentados de suponer que también podrían haber logrado trasponer el arquetipo de la pirámide (egipcia) a un formato portátil, si suponemos, por añadidura, que luego del Éxodo sintieron una necesidad de pirámide” [3]
No debe de causar mucha gracia ni aquiescencia en el lector judío semejante dislate. Es que la alcahuetería intelectual nunca es bien vista por aquellos a quien se busca adular y máxime cuando se comente un error garrafal como el señalado.
Es que el pueblo de Israel después del Éxodo no tuvo ninguna necesidad de pirámide, por el contrario, la superó de una vez y para siempre. Y eso porque tuvo y tiene una sola necesidad manifiesta en todo este tiempo como es la recepción del Mesías. Y mientras no lo acepte se perderá en la carnalidad de la posesión de bienes para reemplazarlo.
Como podemos apreciar el balance somero que ofrecen estos dos trabajos de Sloterdijk nos muestran a un autor agudo en algunos aspectos, oportunista en otros, arbitrario en los más y con una gran cantidad de vacíos filosóficos y teológicos.
Se muestra como un producto típico de este tiempo que nos toca vivir huérfano de metafísica y de retracción de lo sagrado.
Y así como Karl Löwit pudo escribir Heidegger, pensador de un tiempo indigente, permítasenos decir de Sloterdijk, filósofo indigente.
Alberto Buela
arkegueta, eterno comenzante
[1] Sloterdijk, Peter: Normas para el parque humano, Ed. Siruela, Madrid, 2000, p. 14
[2] Castellani, Leonardo: Schopenhauer, revista de la UBA, octubre-diciembre 1950, p.406
[3] Sloterdijk, Peter: Derrida, un egipcio, Amorrortu, Bs.As.-Madrid, 2007, p. 66
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