Ecuador: un colibrí que se hace cóndor a fuerza de dignidad

28/07/2015
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Quito es una ciudad que se mueve a ritmo de huaino y carnavalito de día, con sones y tambores del Pacifico afro, para dejarse seducir de noche por los valses y pasillos que la melancolía amasa en choclos celestes.

 

Para un venezolano amante de los pueblos y sus historias, pasear esas calles pulcras, con su enorme sencillez, es rememorar a Sucre y añorar a Jaramillo, tararear la Vasija de Barro y soñar los amores de Bolívar y Manuela.  

 

Tuve la dicha de tener amigos ecuatorianos en mi natal Maracaibo y en Salamanca, durante los estudios de postgrado. En general mi opinión de estas personas se resume así: humildes, trabajadoras, musicales, disciplinadas, y tristes.

 

Si, esa era la primera impresión que me daban mis hermanos ecuatorianos donde quiera que los encontrara. Es que Ecuador fue azotado por la paradoja de “morir de sed junto a la fuente”, y la tristeza fue cruel herencia de la invasión colonial, la traición oligarca, el sistema opresor, el huasipungo, la sumisión, la ingobernabilidad, las bases militares extranjeras, la miseria de los muchos que generaban la opulencia de los poquísimos señorones.

 

Ese Ecuador de la ingobernabilidad, por torpeza y vicio de avaricia de su elite económica y política, quedó muy atrás desde la llegada de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa.

 

Este joven líder latinoamericano ha sido una sorpresa para muchos; su alto perfil profesional, como economista egresado en estudios de cuarto nivel en universidades prestigiosas en el ámbito tecnocrático internacional, lo precalificaban como un recitador de los esquemas neoliberales al ritmo fondomonetarista, pues les resulto lo contrario, con densas posiciones en lo económico, viril defensa de la soberanía, y, fundamentalmente, un férreo compromiso por la palabra empeñada con los más humildes.

 

La Revolución Ciudadana avanza serena, inteligente, victoriosa, visionaria, proyectando la imagen de un país rescatado del atraso y la sumisión que hoy luce animado, con admirables resultados en infraestructura de comunicaciones y servicios, en calidad educativa, en política criminal.

 

Un taxista muy formal, quien amablemente me trasladó hacia el moderno aeropuerto Mariscal Sucre, me narró su experiencia como parte de los dos millones y medio de ecuatorianos que habían emigrado en las décadas anteriores huyendo de la pobreza atroz que los azotaba.

 

“Eso es muy triste, tener que apartarse de la patria y la familia para ir a sufrir a otro país las humillaciones de todo tipo con tal de mandar unos ahorros a los de uno”. Así me refería lo vivido, ahora que se hallaba ufano en su terruño natal, laborando dignamente, y con su familia reunificada.

 

Este es el Ecuador que veo actualmente en la sonrisa simpática de su Presidente, que es la alegría del pueblo que se sabe dueño de su destino, antes usurpado por mequetrefes.

 

Ecuador era considerado una de esas republiquitas bananeras donde mandaban unos patrones brutos, y unos indiecitos ignorantes se resinaban en las carencias, todo bajo la bota y los colmillos del imperialismo que se sabía todopoderoso.

 

Ay pero los Alfaro siempre retornan multiplicados como la leyenda de Tupak Katari, la autoestima popular se siente florecer en esa hermosa canción biodiversa, multiétnica y pluricultural que es Ecuador en el amor bolivariano.

 

Veo un gran futuro para este pequeño país. Los resentidos, alienados y envidiosos seguirán fastidiando, es su razón de ser. Pero no lograran apagar el brillo de una vanguardia iluminada y un pueblo sabio, que ya escuchó los cantos de sirena, y los aullidos de la jauría.

 

Ni se dejó seducir por las mentiras, ni rehuyó las citas gloriosas del combate.

 

Auguro sendas de triunfos para el Ecuador de Rafael Correa, su verbo recio frente a los poderes transnacionales y su eficaz acción de gobierno, unen invencibles energías populares que son el mejor antídoto contra la conjura derechista.  

https://www.alainet.org/es/articulo/171375
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