Argentina: el kirchnerismo sin K

En las elecciones primarias del domingo estaba claro que el Frente para la Victoria (FPV) obtendría el triunfo, superando a la alianza Cambiemos (PRO-UCR-CC) de Mauricio Macri, y UNA de Sergio Massa.

11/08/2015
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En las elecciones primarias del domingo estaba claro que el Frente para la Victoria (FPV) obtendría el triunfo, superando a la alianza Cambiemos (PRO-UCR-CC) de Mauricio Macri, y UNA de Sergio Massa. La incógnita de cara a octubre se centraba en la diferencia que lograría descontar la oposición respecto a la propuesta del kirchnerismo sin candidato K. Las PASO funcionan en Argentina a modo de gran encuesta nacional; sirven para comenzar a reordenar las voluntades para la elección definitiva. Con el 97,84% escrutado, el Frente para la Victoria se impuso a nivel nacional con 38,41% obteniendo victorias en 20 de las 24 provincias del país. Scioli aventajó a Macri por 14 puntos, pero no consiguió superar el 40% al que apuntaba para alejar el fantasma del ballotaje en octubre. Scioli ganó, pero no logró instalar la idea de ser posible candidato electo en primera vuelta en las presidenciales (para lo cual debería obtener más del 45% o diez puntos de diferencia sobre el segundo logrando al menos el 40%). El 24% que obtuvo Macri también le sabe a poco para proyectarse como posible presidente, aunque si suma a sus aliados de Cambiemos, llega al 30%, y entonces, la distancia se acorta. Por su parte, Massa, si bien quedó a 24 puntos de Scioli, venció en su interna y logró su objetivo de romper la polarización entre el FPV y el PRO. A nivel nacional la suma de su alianza UNA obtuvo un 20%, lo que representa un buen caudal de votos para volver a meterse en la pelea por un lugar en el ballotaje, o incluso ante un escenario de segunda vuelta entre Scioli y Macri.

 

Así, el escenario está abierto de cara a octubre. Pero las definiciones en Argentina no sólo se mueven en el plano de la disputa electoral por qué fuerza política ocupará el sillón presidencial, sino que hay mucho en juego también al interior de la propia fuerza gobernante. A partir del 10 de diciembre, la asunción del próximo presidente marcará un relevo en el gobierno tras 12 años de presidencias K, entre Néstor y Cristina Fernández. Este es sin duda uno de los mayores desafíos que enfrentan los gobiernos de nueva izquierda en la región: la sucesión presidencial.

 

En el caso de Argentina, Scioli no es para CFK lo que Dilma para Lula, mucho menos lo que Maduro para Chávez. Nunca fue un hombre de su plena confianza, aunque siempre mantuvieron una alianza política. Ante la imposibilidad constitucional de ser reelegida, Scioli -resistido hasta hace muy poco por el núcleo duro de votantes K- fue ungido por CFK como único precandidato presidencial, en una fórmula que incluye como vice a Carlos Zannini, expresión más representativa de ese núcleo duro. Pero si Zannini representa al kirchnerismo “puro”, Scioli expresa la otra pata del proyecto político en el gobierno, la identidad del peronismo “clásico” readaptada a la época K.

 

Llegó a la política de la mano de Carlos Menem y Eduardo Duhalde en los '90 proveniente del mundo del deporte, con un gran peso mediático como único capital político. Durante los 12 años del kirchnerismo mantuvo una relación orgánica pero por momentos distante con el gobierno, con diferencias más notorias con CFK que con Néstor. Es cierto que fue Kirchner quien lo puso en la gobernación de Buenos Aires en 2007, pero esa decisión probablemente se explique más en lo pragmático-electoral que en el plano de afinidad político-ideológica. Y probablemente esa performance electoral de Scioli, su alto grado de conocimiento entre los votantes y su capacidad para enrolar a los sectores más anquilosados del justicialismo, también haya sido determinante en la definición de Cristina Kirchner.

 

Si bien el kirchnerismo tiene un origen y una pertenencia indiscutida en el peronismo, 12 años de gobierno con sello propio y con fuertes liderazgos presidenciales, sobre todo de Cristina Fernández, fueron dando forma a una identidad política con características propias como la política de derechos humanos, la política regional e internacional y el rol de la juventud.

 

Es decir, la diferencia entre Cristina Fernández y su probable sucesor no es sólo de “estilo” sino también política. Y esto se percibió anoche en el festejo por el triunfo, al que la presidenta no asistió. Con una estética diferente a lo que el kirchnerismo acostumbraba, Scioli y Zannini subieron al escenario acompañados solo por sus esposas, sin la presencia de ministros y funcionarios. El discurso de Scioli ratificó lo que ya había comenzado a delinear en su cierre de campaña. Con el eje puesto en el desarrollo, la inversión, el progreso y la “previsibilidad”, sostuvo que está dispuesto a profundizar lo que haya que profundizar y a cambiar lo que haya que cambiar, y a hacerlo “a su manera”, buscando comenzar a fortalecer una impronta propia. Dedicó su triunfo a Néstor Kirchner, y un agradecimiento más moderado a CFK. A Zannini, le agradeció por su “acompañamiento” y “consejos”, marcando claramente los roles que espera a futuro. Scioli se mueve muy cómodo en la no confrontación como marca de estilo político. Sin referencias a la identidad política kirchnerista, no sonó tan forzado su mensaje a votantes de otros candidatos de sectores del peronismo no K para que lo acompañen en octubre, como sí lo pareció su primer guiño a la “juventud”, uno de los pilares del kirchnerismo.

 

En el camino hacia octubre Scioli necesita ampliar su caudal electoral para intentar imponerse en primera vuelta. Este 38% nacional está todavía muy alejado del 50% que había obtenido Cristina Fernández en las PASO de 2011. Incluso en la provincia de Buenos Aires, el 39,5% de Scioli quedó a diez puntos de lo él mismo que había obtenido en las PASO a gobernador de 2011 (en esa ocasión, igual que ahora, las elecciones locales y nacionales fueron simultáneas por lo cual compartía boleta con CFK). De aquí en más, habrá que ver si en este camino que se abre hacia la Casa Rosada, Scioli decide apelar a consolidar el núcleo de votantes del kirchnerismo o si elige mostrarse más moderado para buscar adeptos dentro de lo que es hoy el espectro de la oposición, como pueden ser sectores del peronismo no K (como los que integran la alianza de Massa, UNA). En definitiva, la principal incógnita para los próximos años no es tanto quién gobernará Argentina sino cómo será de aquí en más el kirchnerismo sin Néstor y sin Cristina Kirchner.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/171622?language=en
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