¡Para luego es tarde!
- Opinión
La Revolución no es obra sólo de una organización pero no puede construirse sin ella
Trabajando entre la gente noble y humilde de nuestro pueblo y ante el desafío de dotar a la revolución de una organización capaz de garantizar una acertada dirección del proceso revolucionario bajo cualquier circunstancia, me siento en la ineludible obligación de llamar a la reflexión sobre la formación de los cuadros revolucionarios.
Hasta el momento percibo más entusiasmo que conciencia. El entusiasmo es relativo a lo emocional y pasa si no se apoya en una recia conciencia. Como decía el Che: "El cuadro es pieza maestra del motor ideológico que es el Partido de la Revolución". No hay revolución sin una teoría revolucionaria, del mismo modo que la teoría sin la praxis es por sí misma letra muerta. Sólo si se construye una estructura de cuadros profundamente leales, bien formados y conscientes podrá desarrollarse la capacidad para resistir los embates interminables de la burguesía nacional y el imperialismo. El cuadro es un combatiente de vanguardia, tiene la responsabilidad de asegurar el cumplimiento efectivo de todas las tareas. Debe sembrar conciencia revolucionaria allí donde en principio sólo existen el instinto, la emoción o los sueños.
En la conformación del Partido Socialista Unido de Venezuela debe evitarse deslizamiento a los extremos tontos. La verdad siempre está en el equilibrio. No cabe duda del valor que tiene cada árbol del bosque. Tanto valor tiene que sin ellos, en su conjunto, no habría bosque, y que cada uno de ellos es imprescindible. Si por temor -bien justificado por la lamentable experiencia de casos como el del PCUS- nos deslizamos por un horizontalismo acéfalo, amorfo y sólo movido por un voluntarismo sin fundamento, estaríamos abriendo la brecha para una anarquía ciega y sin capacidad organizada de respuesta. La formación exigente de cuadros revolucionarios debe ser piedra fundamental para abordar esta fase del proceso.
Se necesitan cuadros capaces de transmitir la teoría revolucionaria que guíe la acción política del pueblo. Elementos que orienten a las masas, que capten sus ideas y necesidades, que las armonicen y den forma, que perciban su estado de ánimo y en fin, que sean capaces de fecundar con semillas de conciencia revolucionaria el voluntarismo natural del pueblo. Requerimos cuadros lo suficientemente bien formados y probados como para que no se produzca separatidad entre ellos y el pueblo. Cuadros que se inserten y se muevan como peces en el agua entre el pueblo. Cuadros que no hagan valer tal condición como jerarquía sino como privilegio de servicio. Cuadros capaces de superar el desaliento o el voluntarismo ingenuo.
El momento histórico así lo demanda más allá –mucho más allá- de consignas y cantos. El tiempo apremia y demanda eficacia absoluta. Debemos persuadirnos de que nos asiste la razón ética y que así convencidos haremos de la Revolución un fuerza irresistible.
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