Existe en verdad una revolución de las rosas en Honduras?
- Opinión
En principio habría que establecer como concepto primario y escolar que una revolución popular no se puede calificar como asunto o tema florístico, dado que en el decurso de su misma dinámica, pareciera que el calificativo revolución de las rosas fuese más bien una especie de burla a un movimiento general que tiene sus antecedentes muy específicos, en el país, y calificar de tal manera a un movimiento popular, reprimido desde el año 2009 de manera brutal y selectiva, tiene como sentido, desde la perspectiva del imperio, aminorar su verdadera vocación transformadora.
En Honduras se han producido cuatro grandes movilizaciones que no tienen precedentes en la historia nacional, la insurrección de Lempira, la revolución morazanista y la huelga de los obreros bananeros del año 54, a la cual se adhiere la movilización masiva del año 2009 que es una primera parte de la movilización de los indignados, actualmente.
No existe ninguna revolución de las rosas, lo que existe es una indignación contra el sistema de impunidad e inmoralidad dirigida por una élite política y económica anticomunista, reaccionaria, conservadora y represora, esencialmente.
Han instalado con la asesoría y la intervención norteamericana un sistema que he llamado en muchas ocasiones la esfera de acero repujado sin ninguna fisura, a fin de que nada se mueva en su contra y si así fuere, la represión violenta y anticomunista debe acompañarla, con el propósito de evitar el rompimiento de sus privilegios omnímodos.
Los profesionales de la ideología como los llamaba L. Althusser, tratan de encontrar adjetivos a este proceso, a fin de entender este movimiento de masas, caracterizado por la reivindicación, el enojo, y el rechazo de una ciudadanía cansada ya de tanto latrocinio, tanta impunidad y tanto privilegio, protagonizados estos caracteres por los dirigentes políticos tradicionales, que saqueando las arcas del Estado, se han enriquecido para entrar a la gran mansión de los personajes millonarios escasos que manejan los hilos sistémicos de la administración del estado.
El asunto es que los procesos sociales y políticos de los pueblos no son de resultados inmediatos, si no que los movimientos de masa van transitando etapas, y al tiempo que van acumulando fuerza, experiencia y madurez, consumen algún espacio cíclico que solo compagina con el momento en que desborda completamente el orden establecido.
Los procesos pueden ser de tipo armado o de tipo pacifico, este último, basado en la posibilidad de llegar al poder político mediante procesos electorales, tal como sucede en América del Sur con sus movimientos constitucionalistas.
La revolución de las rosas implica el concepto de un proceso que no es revolucionario, sino un decurso light, un movimiento de emociones, sentimientos e idealismo. Y este es precisamente el movimiento que necesita Estados Unidos en la región, he allí el por qué han decidido apoyar las marchas de las antorchas en Honduras, pues, a la vista se puede observar que la mera movilización no hace temblar de pies y cabeza ni al imperio ni a su titirería gobernante y dictatorial.
Pues bien, si se concentra la aplicación de la lógica deductiva e inductiva, el cambio de los cuadros políticos guatemaltecos sigue su curso normalmente con la celebración de los comicios presidenciales. Necesita el imperio, nuevos rostros, nuevos alientos, nuevos impulsos.
Tal vez al pasar a la actividad de los paros nacionales, que es ya una práctica que se utilizó en el año 2009, pero con un plan bastante detallado, con caracteres masivos, pudiera suceder que el movimiento avanzara cualitativamente a otro estadio de la lucha.
Los paros hondureños no son huelgas obreras ni campesinas, si no tomas de vías importantes en la vida cotidiana del país que utiliza el transporte como medio de locomoción para la vida económica nacional.
Hay que tomar en cuenta que los integrantes de esta movilización general son los pobladores de las áreas ruralistas urbanizadas en derredor de la capital o de las principales ciudades hondureñas, junto a la pequeña y mediana burguesía, constituida por profesionales universitarios y empresarios de la pequeña y mediana industria, en las principales ciudades del país. En los departamentos alejados del centro político, los campesinos, los obreros y los pobladores, junto a los luchadores de las organizaciones populares, junto a la pequeña y media burguesía, son los protagonistas de tales acciones rei vindicativas.
Debería tomarse en cuenta que existe un grado de conciencia en el pueblo más elevado que durante todos los treinta años de democracia formal que nos instalaron los partidos tradicionales, aupados por el Departamento de Estado Norteamericano, pues, en el proceso electoral pasado, si no hubiese habido un escandaloso fraude, como el del año 2009, el partido nacional no estuviera dirigiendo las riendas del poder. El voto se inclinó por dos partidos nuevos en conjunto: LIBRE y PAC (Partido Anti Corrupción). El nuevo presidente logró su victoria malhadada con un 34 % de los votos del padrón electoral.
Hay en el país una nueva conciencia, un descontento y un rechazo contra el orden neoliberal instaurado, el cual se sostiene gracias al apoyo del ejército, y sobre todo, a la campaña mediática jamás concebida para desmontar en la conciencia ciudadana todo su rechazo político.
Pero, en medio de esta circunstancia de efervescencia (durante el Golpe de Estado del año 2009 las masas hondureñas se movilizaron seis meses continuos), hoy vamos por el tercer mes de movilizaciones de indignados portando antorchas a niveles nacional e internacional.
Hay claridad en que la sola movilización no obligará a Juan Orlando Hernández (JOH) a renunciar junto con su pandilla de saqueadores del fisco hondureño, al poder político, por ello, para quebrar, romper, o desmontar esta esfera de acero repujado del sistema neoliberal fascista impuesto al pueblo, se hacen necesario otras estrategias de mayor impacto social y económico.
He aquí que, entonces, los paros, sinónimos de tomas de carreteras de los departamentos del interior del país, junto con las tomas de vías vehiculares en las ciudades principales de la nación, habrán de jugar un rol de agudización de la lucha, como una estrategia de mayor incidencia en la vida política nacional. Después habría que establecer otras tácticas que puedan mover los cimientos de la gubernatura nacionalista.
Todo es un proceso dialéctico, y por ello, en el paso de la cantidad a la calidad, en la sustitución de lo viejo por lo nuevo, habría que ir estructurando un plan nacional operativo del movimiento contestatario que vaya paralelamente desarrollándose, a la vez que se pone como meta nacional histórica, la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y la refundación integral del país.
Supone todo este proyecto, la resistencia a la represión generalizada que habrá de combatir a la resistencia hondureña, popular y evidentemente revolucionaria. En el camino deberán desvincularse del proceso, los traidores al movimiento, los mediatiza dores del mismo y los infiltrados que ocultos en la sombra de la hipocresía, la simulación y la ambigüedad, van introduciendo la cizaña, la desconfianza, la intriga, la suspicacia, el rol de caballos de Troya, como elementos distractores y disuasivos de una meta mayor, común, la liberación nacional.
Y no son rosas si no antorchas, las que deben seguir iluminando el proceso, que nacido en el año 2009, con más de trescientos mártires, que hoy parecieran ser olvidados, y cuya sangre aún sigue caliente en las venas de los militantes más firmes y convictivos, el movimiento revolucionario habrá de proseguir, a veces cayendo unos metros, a veces desviado unos grados de orientación, pero, sin duda alguna, enderezando la ruta hasta lograr en el término necesario del tiempo, los objetivos fundamentales de una revolución verdadera, cuyo camino no está cubierto por pétalos rosáceos sino por espinas de sangre, sacrificio y voluntad de acero.
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