12 de octubre 2015: una relectura desde la Carta de Jamaica

12/10/2015
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Leamos desde el espíritu de Chávez.

 

Y, ¿cuál es el espíritu de esa Carta que está de bicentenario? El rescate de la memoria histórica como fuente de acción revolucionaria.

 

El Bolívar de 32 años que está exiliado en Kingston es un joven atravesado existencialmente por la necesidad de memoria.

 

Ha sido derrotado, pero no vencido. Lamenta no tener a mano los libros y documentos que soporten su respuesta, por eso apela a la memoria como arma de su causa vital. La esgrime mejor que su espada invencible.

 

Traza un paneo demográfico de su continente amado, resume la situación política de cada rincón americano, nombra con sus nombres los lugares, los gentilicios, las etnias, las autoridades ancestrales martirizados por el invasor.

 

Predice lo que su estado de vibración chamánica le dicta desde su almática intuición conspirativa. “Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres”, dijo respecto al desenlace de la guerra de independencia.

 

Predice la existencia del Canal de Panamá: “sus canales acortarán las distancias del mundo…traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo”.

 

Propone, por primera vez, la existencia de un país llamado Colombia, “como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio”; esto en oposición a lo que consideraban un plagio, al nombrar el continente América en alusión de Vespucio. Falso dilema hoy superado en la visión revolucionaria de la historia y el topónimo Abya Yala u otros de los pueblos originarios.

 

Pero Bolívar también pronostica lo que no será; de su sueño unitario continental dice: “más no es posible”.

 

Nos interesa particularmente para esta reflexión el dato siguiente: Bolívar se refiere a los indígenas como “legítimos propietarios del país”, contrastando con “los usurpadores españoles... los que insaciables de sangre y crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva”.

 

Soslayando los términos usados por el genio venezolano, típicas piezas arqueológicas de un idioma envejecido, queremos reivindicar la adhesión bolivariana a la gesta lascasiana, por su absoluta justeza y pertinencia principista: “Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades”.

 

El Simón que se salvaría de más de un atentado, siempre entre hamacas sudorosas de amor, extasiado de un Caribe aún más azul que el de su litoral caraqueño, a sus treinta y dos años tormentosos, se conecta a un dominico que había arribado de clérigo al mismo mar hacía trecientos trece años.

 

“Las Casas ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas –las barbaridades- extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo”.

 

Tampoco fue Bolívar mezquino con los autores más importantes de su época, recordándonos la metodología que expuso el camarada Mao en su folleto “Reformemos nuestro estudio”, donde planteaba que todo revolucionario debe estudiar de manera permanente tres cuestiones: la historia de su pueblo, la teoría científica de su tiempo, y la geopolítica internacional. Tronco de coctel: Bolívar y Mao.

 

Sólo para decirnos: no seamos flojos en el estudio, no seamos rutinarios en el trabajo, no sigamos siendo cómplices de nuestra ignorancia.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/172944
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