¡No a la guerra!
- Opinión
Hoy existe una movilización en Europa para ir a la guerra como consecuencia del ataque terrorista del ISIS en París, que mató a 130 personas. El enfado creado por este acto de terrorismo, que es el último de una larga lista de hechos semejantes acaecidos en Europa y en otros países, explica que exista una demanda por parte del gobierno francés, liderado por el Presidente socialista François Hollande, para que se establezca una alianza de gobiernos, liderada por el de Francia, que, en un acto de guerra, bombardee el territorio controlado por el ISIS, con el objetivo de eliminarlo. Gobierno tras gobierno están respondiendo positivamente a esta llamada del Presidente Hollande, y es más que probable que si el próximo gobierno es del PP o de Ciudadanos, o del PSOE (partidos todos ellos que han firmado el pacto contra el terrorismo yihadista que incluye intervenciones militares), España se añada a la guerra, tal como un gobierno anterior del PP se unió a la invasión de Irak.
A la luz de la experiencia de intervenciones previas, no hay duda de que tal guerra creará una enorme lista de muertos, la mayoría civiles, es decir, personas que no están combatiendo. Y lo que es igualmente preocupante es que aumentará, y no disminuirá, el número de terroristas que expandirán su terrorismo a lo largo de territorios europeos y de Oriente Medio. Es importante que la población española sea consciente de ello. Si España entra en la guerra, pagará un coste elevadísimo sin que se consigan los objetivos que los dirigentes políticos que apoyan la guerra están hoy proclamando.
Si no se lo creen, les aconsejo que recuerden qué paso en EEUU con la respuesta del Presidente Bush después del ataque terrorista a las torres gemelas en Nueva York. El ejército estadounidense bombardeó casi todo el territorio iraquí, destruyendo los centros neurálgicos de lo que se consideraba el enemigo régimen de Saddam Hussein, lo que incluyó no solo objetivos militares, sino centros de viabilidad económica del país, como centrales eléctricas, pozos de petróleo y otros recursos; un tanto semejante ocurrió en los bombardeos de Libia, y miles y miles de civiles murieron. En realidad, se ha calculado que entre Irak, Afganistán, Libia y Siria, casi un millón de civiles han muerto como resultado de tales bombardeos e invasiones militares.
¿Qué consiguieron las guerras anteriores?
La pregunta que debe hacerse es “¿qué se ha conseguido con ello?”. Hoy el radicalismo fundamentalista islámico es más fuerte que nunca. Y está expandido por todo el mundo. En realidad, incluso cuando se enviaron tropas, como ocurrió en los casos de Irak y Afganistán, tales tropas no consiguieron erradicar el radicalismo fundamentalista islámico. Tanto en Irak como en Afganistán, cuando las tropas estadounidenses se retiraron, los fundamentalistas islámicos aparecieron de nuevo, incluso con más fuerza. Como bien ha alertado el Presidente Obama en su discurso en Washington hace unos días, en su respuesta a la llamada del Presidente Hollande de Francia de enviar tropas al territorio conquistado por el ISIS, tales tropas tienen una eficacia relativa pues, como bien subrayó Obama, una vez las tropas estadounidenses se retiraron de Irak y de Afganistán, los radicales fundamentalistas islámicos volvieron incluso con mayor fuerza que antes, pues parecía que los bombardeos y el conflicto militar habían radicalizado a sectores amplios de la población en su rechazo a la intervención de tales bombardeos y tropas ocupantes.
Este rechazo es incluso mayor cuando los ejércitos ocupantes o bombardeantes son ejércitos del mundo occidental -tales como los de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, España y otros-, que tiene un pasado imperialista y colonialista que dejó tristes recuerdos en la población de los países islámicos. De ahí que se perciban estos ataques como ataques de conquista, lo cual es enormemente preocupante, pues es precisamente lo que el ISIS desea: presentarse como la víctima musulmana frente a los ocupantes y opresores cristianos de siempre. De esta manera, la guerra de religiones y civilizaciones aparece con toda su intensidad. Por mucho que parezca paradójico, los extremos de ambos lados desean tal guerra.
¿Qué debería hacerse?
Para encontrar soluciones hay que entender de dónde viene el problema de Al Qaeda, ISIS y otros movimientos fundamentalistas islámicos parecidos, tema clave que se intenta ocultar. Y hasta que ello ocurra, no podrá solucionarse el problema. Y las raíces de este problema están en la enorme pobreza y miseria que ha existido en estos países, resultado de estar gobernados por regímenes feudales –como lo es hoy, por ejemplo, Arabia Saudí- que contaron con el apoyo de los gobiernos de países occidentales, que se beneficiaban del fácil acceso a los recursos de estos países.
Tal miseria y opresión generaron el surgimiento de movimientos progresistas que rompieron con tales regímenes, amenazando no solo las estructuras de poder de aquellos países, sino también los intereses de los países occidentales, los cuales, a fin de impedir la victoria de estas fuerzas progresistas, o con el objetivo de derrotarlas en caso de que gobernaran, establecieron y/o apoyaron a fuerzas radicales fundamentalistas islámicas, que eran profundamente antiprogresistas. País por país, tales movimientos recibieron una gran ayuda de los países occidentales. En Afganistán, el gobierno de EEUU ayudó a Al Qaeda, ayuda que quedó grabada en la famosa (en realidad infame) película Rambo III, en la que el héroe encarnado por Sylvester Stallone luchaba al lado de los fundamentalistas islámicos en contra del “demonio” comunista. En Egipto, el gobierno británico y el estadounidense apoyaron a los Hermanos Musulmanes a fin de parar el movimiento de liberación árabe de carácter laico y socialista dirigido por Gamal Abdel Nasser. En Sudán, los países occidentales apoyaron al Frente Nacional Islámico (National Islamic Front) para parar a las fuerzas socialistas. En Indonesia, EEUU y el Reino Unido apoyaron el golpe militar contra el gobierno de Sukarno, responsable de las mayores reformas progresistas que aquel país musulmán haya conocido. En Palestina, los gobiernos occidentales apoyaron en sus orígenes (con la ayuda de Arabia Saudí) a Hamas como manera de parar el P.L.O. socialista. En Irak, EEUU y el Reino Unido apoyaron a Saddam Hussein a fin de parar al Partido Comunista Iraquí y otros movimientos progresistas. Y así una larga retahíla de casos a lo largo de los territorios donde hoy hay conflictos.
Las alternativas a la guerra
Ahí está la raíz del problema. Si en realidad estos gobiernos quisieran parar estas guerras deberían cambiar sus políticas casi 180º. Tendrían que ayudar a que se hagan las reformas que beneficien a la mayoría de estas poblaciones, y no solo a una minoría. Y en cada uno de estos países, existen tales fuerzas políticas (enormemente reprimidas por el ISIS). El Partido de los Trabajadores de Kurdistán es un ejemplo de ello. Sus tropas están luchando exitosamente. Es a estas fuerzas a las que se tendría que apoyar, pues son las que viven en aquellos territorios y representan los intereses de las clases populares de estos países.
Hoy el gran interrogante es qué fuerzas políticas canalizarán el enorme enfado de las clases populares de los países árabes y/o de cultura musulmana. Las alternativas son claras. O son las fuerzas progresistas (lo que, con razón, afectará a los intereses de grupos económicos enormemente influyentes sobre los Estados del mundo occidental), o serán los fundamentalistas religiosos islámicos que, sin resolver la enorme miseria en estos países, se perpetúan en el poder a base de la ideología religiosa que relativiza el dolor y la muerte como un paso para llegar a la eternidad.
La integración de la población musulmana en los países occidentales
Es igualmente importante que se integre a la población inmigrante musulmana en los países occidentales donde tales poblaciones están discriminadas, dando pie al radicalismo fundamentalista islámico en el seno de tales comunidades (de donde salen la mayoría de terroristas que atemorizan a la población europea). Siempre que haya guetos con altas concentraciones de población de religión islámica en las ciudades occidentales, habrá radicales fundamentalistas islámicos. Y también hay que prohibir el flujo de armas, dinero y adoctrinamiento a los islamistas fundamentalistas que proceden de países harto conocidos y apoyados por las estructuras de poder de Occidente. Y es también necesario que se resuelva el conflicto Israel-Palestina, con un claro apoyo al pueblo palestino, brutalmente discriminado por el Estado israelí, que es fuente constante de radicalismo islámico. A no ser que estos cambios se realicen, creo que la situación irá de mal en peor. Así de claro.
- Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/opinion/vicenc-navarro/no-guerra/20151203121033123014.html
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