Los enemigos de Bolívar

16/01/2016
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No hay grandeza sin enemigos. El camino de todo héroe está sembrado de sabandijas.  Bolívar desafió las más aguerridas legiones de un Imperio global. Peleó 472 batallas y perdió sólo seis. Casi invencible cara a cara, sus adversarios buscaron herirlo a traición. Recordemos a Vinoni, que entrega Puerto Cabello; al infeliz negrito Pío que intenta matar al Libertador y sólo acuchilla a Amestoy, que reposaba en la hamaca de aquél; a los magnicidas del atentado del 25 de septiembre de 1828 en Bogotá. Tampoco pudieron con él. Tuvieron que asesinarlo en el alma, balaceando a su más dilecto amigo y posible sucesor: Antonio José de Sucre, mariscal de Ayacucho.

 

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Pues no hay adversario más leal que el abierto. El Pacificador Pablo Morillo era de cuidado. Venía con sesenta navíos, inmensos pertrechos  y 15.000 hombres a sofocar la rebelión del Nuevo Mundo. Había peleado victoriosamente contra Bonaparte. El Pacificador batalló fieramente contra los patriotas, pero también les reconoció gallardamente la valentía. En la entrevista de Santa Ana pudo capturar a Bolívar, que compareció a parlamentar solo y sin escolta, y no lo hizo. No calzan esos puntos los virreyes a quienes Bolívar o sus generales pusieron en fuga. Ninguno fue hijo de sus obras; ni uno solo tenía un proyecto distinto de la eternización del privilegio, ninguno debió sacar ejércitos de la nada para defender instituciones aún por crear.

 

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No hay enemigos más dolorosos que los hermanos a quienes la circunstancia enfrenta. Miranda capitula teniendo bajo su mando veinte mil hombres; Bolívar y los patriotas lo detienen para juzgarlo, y en eso los realistas se apoderan de los patriotas y de Miranda. Mucho debió pesar a Simón José Antonio verse enfrentado a aquél hombre deslumbrante, y como él desventurado. Bolívar reconoce que la batalla de San Félix es el más brillante triunfo obtenido hasta ese momento por las armas patriotas, y sin embargo hace ejecutar a Piar, quien intenta dividir las fuerzas o reavivar la Guerra de Colores. El catire Páez quiere separarse de la Gran Colombia, y Bolívar lo aplaca dándose en 1826 un paseo por Caracas acompañado de numerosos batallones. El zamarro llanero espera hasta la muerte física del Libertador para deshacer su obra. Sin embargo, respetuosamente preside la repatriación de los restos del Prócer. Y al final de su autobiografía confiesa que concluye ésta donde debió terminar su carrera política: con la Independencia.  Historiadores oficiosos han querido inventar una enemistad entre Bolívar y San Martín; pero éste hasta el fin de sus días en el doloroso ostracismo conserva ante su vista un retrato de Simón José Antonio, quien fallece camino a destierro.

 

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Nada de esta grandeza compartieron quienes fingieron estar de su parte para venderlo más fácilmente. Francisco de Paula Santander, general que jamás ganó una batalla, negocia fatales empréstitos que arruinarán la Gran Colombia, niega al Libertador fondos para la Campaña del Sur, e intenta asesinarlo. El infame Pedro Carujo se une a esta conjura, y luego pretende acabar con la Gran Colombia en la conspiración de la Cosiata.  Antonio Leocadio Guzmán viaja a la Nueva Granada para incitar a Bolívar a coronarse, y como éste rechaza el proyecto, deviene su acérrimo enemigo. Así como la gloria del héroe crece, disminuye la talla de sus adversarios. Esta enumeración podría seguir indefinidamente en orden decreciente, de no interrumpirla la repugnancia o la lástima.

 

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“He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”, escribe Simón José Antonio en su última proclama. Desaparecido físicamente el héroe, quienes lo odiaron detestan su obra. Es adversario de Bolívar quien rechaza la Independencia de América Latina y el Caribe, su integración, la liberación de  esclavos e indígenas, la soberanía popular, la democracia, la atribución a la República de la riqueza del subsuelo, la confiscación   de bienes de potencias extranjeras, la inmunidad frente a decisiones de tribunales foráneos, la educación abierta a todos, el ejército popular. Es tarea para emperadores o nulidades. Bolívar los perdonó. Olvidémoslos.

 

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Exigente empresa es hoy odiar a Bolívar Advirtió Neruda que “estás en la tierra, en el agua, en el aire de toda nuestra extensa latitud silenciosa”. Añadió que­: “todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:/tu apellido la caña levanta a la dulzura,/ el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,/ el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,/la patata, el salitre, las sombras especiales,/las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,/todo lo nuestro viene de tu vida apagada,/ tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,/ tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre”. Bolívar es ese legado titánico. ¿Cómo borrar a quien está en todo y es todo? A ver quién nos deshereda.
 

 

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