¿Retornamos a un mundo bipolar?
- Opinión
Los conflictos bélicos diseminados y la guerra de los commodities erosionan la incipiente multipolaridad
El mundo bipolar que conocimos posteriormente a la 2ª. Guerra Mundial fue producto de otra guerra, la llamada Guerra Fría, bordeada permanentemente de conflictos bélicos localizados y parciales que eludían el uso de los arsenales nucleares, es decir una confrontación central devastadora.
Duró hasta que la competencia tecnológica y el uso estratégico de la superioridad económica permitió a EEUU “obligar” a la disolución de la URSS, instalándose a lo ancho y largo del planeta como un hegemón incómodo en la nueva fase denominada mundo unipolar.
Si bien Mao decía que “uno de divide en dos”, a comienzos del siglo XXI la aparición de una multipolaridad incipiente pareció desmentirlo: Rusia renacía de sus cenizas soviéticas, China copiaba por decenas o centenas los “caramelos” del capitalismo, Brasil se asociaba con Argentina, -firmando la primer paz auténtica y completa con nuestro país desde la época del emperador Pedro I – y con la Venezuela chavista se unían para encabezar una perspectiva de polo latinoamericano, en una suerte de “nueva y gloriosa nación”, mientras la vieja Europa se enganchaba, casi sin rechinar dientes, a la tozuda locomotora alemana conducida por Ángela Merkel.
No fue tan simple el periplo norteamericano a la caída del muro de Berlín: lanzado con voracidad a consolidar lo que percibía como su momento histórico, llevó su expansión hasta el límite de sus fuerzas económicas y principalmente militares, en lo que se denominó la “era Bush”, desembocando en una crisis de proporciones inéditas, el gran estallido neoliberal del 2008.
La crisis agudizó las diferencias internas en los EEUU, entre demócratas y republicanos y aún entre halcones y palomas en ambos bandos. El vector resultante de esta puja llevó a EEUU al intento de desarticular a Rusia a la vez de empeñarse en contener y rodear a China, poniendo cada vez mas de relieve que la considera su verdadero enemigo estratégico. Los incidentes que alentó en Ucrania, con perfidia emponzoñada, tenían un doble objetivo: colocar a Rusia a tiro de fusil y para ello revalorizar a la OTAN, lo que implicaba subordinar nuevamente a Alemania, sumándola a su juego estratégico y desinflando sus ínfulas europeístas.
La respuesta de Rusia y China fue la consolidación de su alianza estratégica, inaugural desde las rencillas de Stalin y Mao agravadas hasta la división del llamado campo socialista. El potencial bélico ruso -constituido por su industria militar modernizada, su dispositivo nuclear y su vocación por recuperar el viejo orgullo imperial- unido a la segunda economía mundial asentada en el país más populoso del mundo, conforman en sí mismos un polo mundial formidable, apto para la confrontación con los EEUU.
Lejos de sentirse disuadidos es imposible no advertir que los EEUU, abierta o solapadamente, tensan la cuerda bélica esmerilando la multipolaridad. Las batallas militares limitadas no son suficientes para desequilibrar a sus adversarios y entonces recurren a la guerra económica: los commodities constituyen un arma formidable y la caída del precio del petróleo llega a abismos insólitos, hundiendo la economía de Venezuela, dañando seriamente a Rusia y condicionando a Irán e Irak. Con la excusa de la anexión de Crimea Obama fuerza a Merkel a avalar las sanciones económicas a Putin, a costa de Europa cuyos inviernos dependían del gas ruso intercambiado por la protegida producción agrícola del Mercado Común. El diktat norteamericano resulta en un fortalecimiento de la OTAN y una dilución de las Fuerzas de Defensa Europeas, apoyadas en el PCSD y la entrada en vigencia del tratado de Lisboa en Diciembre del 2009. La bipolaridad se fortaleció en la misma medida que Rusia se involucró – se podría decir inevitablemente- en la guerra de Siria, apuntalada ya no tan en las sombras por China que destacó su portaaviones Liaoning en Tartus, el puerto ruso en Siria, abandonando paulatinamente su tradicional bajo perfil militar en la arena internacional.
Había sido la emergencia económica de los países asiáticos y principalmente el insólito desarrollo chino, los que prefiguraron el surgimiento de un mundo multipolar. Aún en fase incipiente mostró su potencial como generador de un espacio equilibrante de la situación mundial, moderando los atropellos de los EEUU como potencia hegemónica y centro del mundo.
Es posible entonces establecer una hipótesis teórica: la confrontación bélica erosiona la multipolaridad en beneficio de un mundo bipolar, subordina la economía a una política de guerra, mientras que el relativo libre juego de la economía capitalista desarrollada, especialmente su componente productivista favorece la multipolaridad y hasta cierto punto y momento, la estabilidad y la paz.
También es posible inferir que el ciclo virtuoso latinoamericano no se cierra ni espontáneo ni naturalmente. Los traspiés políticos actuales que atraviesan a Argentina con el retorno neoliberal y los aprietes en Venezuela y Brasil no surgen tan sólo de sus procesos internos sino que se insertan en esta despiadada lucha por la reconfiguración del mundo desatada por los EEUU para superar su crisis. Estamos en medio de una intensa lucha que enlaza los problemas nacionales e internacionales y que no ha cesado.
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