Auschwitz o la consciencia occidental

31/01/2016
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Hace 71 años (que se recordó hace pocos días) las tropas soviéticas liberaron a sobrevivientes la mayoría de ellos judíos, del campo de concentración de Polonia Auschwitz. A esa hecatombe y muerte se lo llamó Holocausto. Millones de judíos y poblaciones como gitanos, homosexuales, enfermos mentales y otros fueron masacrados en nombre del Estado nazi y de los valores supremos de la filosofía occidental. El pueblo más educado de Europa, más culto, refinado, desarrollado, con las ciencias más avanzadas en ese momento, que era el alemán, fue el escenario de las matanzas más sofisticadas y crueles, que probablemente recuerde la historia occidental. Planificación y refinamiento para asesinar y humillar a otros pueblos, a otras razas y costumbres. Pues qué más decir cuando las palabras se hacen huecas y vacías, frente a hechos contundentes de los resultados de las costumbres de la civilización occidental.

 

Hoy se repiten esas mismas historias: Palestina, Irak, Siria, Libia, y tantos otros países del África, donde la destrucción, la muerte, las más humillantes condiciones de vida de millones de niños, de mujeres, ancianos y hombres, que deben y tienen que aguantar la soberbia de la imposición occidental, de su mercado, de sus mercaderes de la muerte, de los experimentos más científicos en armas e instrumentos de destrucción, es decir de su ciencia más avanzada como cruel. Los holocaustos modernos más sangrientos han sido ocasionados por la soberbia colonial de occidente, porque siguen considerando a su historia, a su lógica y a su filosofía como las más necesarias, como oficiales y sine qua non en nuestras historias. Las naciones unidas son el escenario diplomático más vergonzoso, donde se justifican las matanzas más democráticas posibles, en nombre precisamente de los valores dizque “universales” de la civilización occidental.

 

Esa agresividad occidental se manifiesta también en la destrucción de la naturaleza, en la manera cómo enfrentan a la naturaleza en nombre del desarrollo, del progreso y de las ambiciones más refinadas del pensamiento occidental. Ese totalitarismo del pensamiento occidental no permite ni por asomo otras posibilidades, otras referencias y otras maneras de ver la naturaleza. Es decir la vida misma. Socialismos y capitalismos tienen las mismas raíces profundas del pensamiento occidental, de hecho hasta hace casi 30 años nos llevaron a las puertas del cataclismo nuclear: guerra fría. Hoy las lógicas guerreras no han cambiado, sino modificado en términos hipócritas de la democracia y la diplomacia post-moderna. La agresividad de ese pensamiento y filosofía, están más vigentes que nunca porque se sienten amenazados por los bárbaros, por los periféricos del mundo que al sentir lo insostenible de esas políticas económicas y sociales, impuestas a todo el mundo, se desbordan y golpean las puertas de los países desarrollados. Y oh casualidad, dichos países son ellos mismos: obra de siglos de conquistas, colonialismos y saqueos planificados para su acumulación de riqueza.

 

El desborde de migrantes por el mar Mediterráneo y otros mares como fronteras de tierra, donde no existe vergüenza alguna en ver morir todos los días, niños, mujeres y hombres, que hastiados y cansados por los resultados occidentales, se enfrentan a la misma muerte. La humillación cotidiana de millones de seres humanos, de todas las culturas no occidentales que estando en el patio de aquellos países, soportan condiciones inhumanas de vida, racismo y desprecio como soberbia infinita, de una cultura que ha provocado toda la destrucción humana posible; y que ahora se resiste a reconocer sus propios resultados. Antes exiliados y muerte, por dictaduras militares o civiles financiados y promovidos por esos poderes. Hoy exiliados ecológicos y económicos como de las guerras provocadas por los poderosos mercaderes de la muerte occidentales. Pues los escenarios de otros holocaustos modernos, son el telón de fondo del pensamiento colonial occidental.

 

La urgencia desde hace muchos años, de pensar alternativas (en términos occidentales) al pensamiento agresivo y a la racionalidad de conquista de occidente es primordial. Desde nuestras perspectivas, otros escenarios de pensamiento: holísticos, distintos, que respondan a nuestros contextos e historias, quizás más vivenciales, quizás más naturales que racionales. Pero con otros contenidos como valores. Tareas descomunales como el plantearse reemplazar las coordenadas mismas del pensamiento agresivo occidental, totalitario y monocolor. La urgencia de desmontar siglos de tradición racionalista totalitaria. La urgencia de crear otros escenarios para otras maneras de ver las ciencias y las epistemologías. Porque los resultados mundiales ya no pueden ser encubiertas por las voces de la diplomacia, que es el arte de la hipocresía refinada de occidente.

 

Los judíos, que fueron los que pagaron con sangre de millones de sus ciudadanos en aquellos campos de la muerte como Auschwitz, no pueden hacer lo mismo con los alemanes u otras culturas occidentales, sino tienen que vengarse con los más débiles: los palestinos. Porque ellos como judíos son también occidentales. Las reglas de juego son demasiado claras. Los norteamericanos hicieron de Israel su base de operaciones para el control geopolítico de oriente medio, y eso claro que cuesta miles de millones de dólares: negocios de alto vuelo de muerte y política. Las demás culturas tienen que pagar un alto precio a esa soberbia y encubrimiento cultural. Lógicas coloniales modernas, o postmodernas da lo mismo. Lo importante es mantener en alto la agresividad de ese pensamiento unipolar y totalitario.

 

Por estos lados del mundo también se cuecen habas. Las luchas internas entre maneras de ver el mundo son las mismas del mundo, en pequeño y periférico. Más autóctono y quizás folklórico pero los aires son los mismos. La lógica dominante occidental es fuerte y su vigencia es sobrecogedora, en la política como en la economía. Las alternativas son todavía débiles, sin fuerzas en las sistematizaciones políticas o científicas. Es verdad que siglos de totalitarismo afectan a la misma esencia del pensamiento. Los códigos dominantes son los mismos y no es fácil visibilizar lo nuestro y lo propio. Tiempo al tiempo.

 

El mundo recordó a los judíos masacrados en la segunda guerra mundial, hace pocos días. Pero ese pensamiento occidental que creó escenarios de tantos holocaustos, desde la colonia y la creación de la modernidad, pues debería recordar también a nuestros millones de masacrados y arrasados por el progreso y el desarrollo, que dichas historias continúan como si nada hubiera ocurrido, en otras latitudes del mundo, donde el espíritu guerrero y conquistador y agresivo del pensamiento occidental se siente, como hace siglos, amenazado por otras maneras de ver la vida y el mundo. El costo de ese pensamiento es, no cabe duda, demasiado alto para todo el mundo, demasiado alto.

 

La Paz, 31 de enero de 2016.

https://www.alainet.org/es/articulo/175122
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