De la Búsqueda de Kandiré

24/02/2016
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La búsqueda de la tierra sin mal guaraní (Ivi Marae, Kandiré, etc.), u otros mitos de búsqueda de bienestar en las culturas indias, muchas veces son interpretados, con cierto esfuerzo, como la búsqueda de un lugar donde abunda el alimento para vivir y compartir en comunidad y armonía. Este tipo de interpretaciones emanan de una ideología indigenista que promueve un comportamiento pacifista entre las personas. Un ejemplo de esto es el presidente de Bolivia Evo Morales quien manifiesta: “somos de la cultura de la paz y el diálogo, no de la confrontación”. Lejos de estas buenas intenciones, la historiografía con respecto a la vida de indio libre, no colonizado, nos muestra todo lo contrario: pueblos cuyas culturas están basadas en la guerra, hombres cuyo prestigio y dignidad más alto es la de ser guerreros. A la luz de estos datos, el pacifismo exacerbado que algunos predican no sería otra cosa sino producto de los valores cristiano-católicos que se impusieron con la colonización española y que se reactualizan con la teología de la liberación; es decir, no es algo indio sino elemento constitutivo de lo indígena, no es producto de la condición de libertad plena, sino de la condición de sujeción del indio al blanco.

 

En el presente trabajo, nuestro propósito es demostrar que para los pueblos guaraní-chiriguanos, guerreros por naturaleza, el significado de la búsqueda del Kandiré tiene que ver con la perdurabilidad de su grandeza como pueblos fuertes y libres, para ello la búsqueda es la de un enemigo digno, superior civilizatoriamente hablando, a quien enfrentarlo y vencerlo para tomar de él todo lo que lo hace grande para hacerse más grandes aún y/o defender la grandeza ya alcanzada.

 

¿Hacia dónde se dirigían?

 

En el pasado prehispánico los pueblos guaraní realizaron grandes partidas organizadas que convocaban a miles de personas, decenas de comunidades enteras para emprender el éxodo a nuevas tierras “donde quedarse para siempre”. ¿Cuál es la causa de estas grandes migraciones? Al parecer se trata del alto grado que en ciertas etapas alcanza la intensidad de las guerras intertribales las que amenazan con la autoaniquilación de esta raza guerrera.

 

Los cronistas registran una partida de mediados del siglo XVI de considerables magnitudes. En la región de Itati en el Alto Paraguay el jefe de una confederación de tribus convocó a 20 tribus de las suyas y otras confederaciones de otras regiones para ir en busca de Kandiré. Se trataba de 8 mil guerreros junto a los cuales además iban sus mujeres e hijos. Tomaron diferentes rumbos por regiones de donde procedían. Los del Paraná subieron el Pilcomayo, los del Paraguay mediano cruzaron el chaco central y los del Alto Paraguay se dirigieron a las sabanas de Chiquitos hasta el Guapay[1].

 

Es posible que estas partidas hayan surgido de un acuerdo entre jefes de confederaciones de tribus después de haber reparado sobre las consecuencias de la actual situación de hostilidad desbordante la cual había roto o amenazaba en romper el equilibrio convivencial intertribal étnico en un mundo gobernado por la guerra, por eso la necesidad de dispersión. Sin embargo, tomar diferentes destinos no sustrae el deseo de alcanzar la grandeza que en realidad se manifiesta en conservar ante todo la superioridad de la subjetividad iyambaé (ser sin dueños ni patrones), lo que vendría a significar en el fondo alcanzar Kandiré; de ahí que al final, el destino para muchos fue sólo uno: el Tahuantinsuyo, obtener los metales preciosos trabajados, la tecnología y conocimientos incas.

 

Diferentes tribus y confederaciones de tribus guaraní parten de diferentes regiones no sólo de la Cuenca del Río de La Plata sino también de la Cuenca Amazónica, lo hacen en diferentes épocas, y, claro, por diferentes rumbos pero muchos de ellos coinciden en establecerse al final en una sola región, extensa por cierto, que es el sur-este de la frontera con el Imperio Incaico, la cual por ello será llamada la Cordillera Chiriguana por los españoles.

 

Si bien lo que se pretendía con estas grandes partidas era dispersar a las tribus dirigiéndolas a tierras diferentes, el acuerdo estaba regido, como en todas las alianzas guaraní, sólo por el cumplimiento concreto de lo acordado, en este caso lo era tomar rumbos diferentes en la búsqueda de Kandiré, lo que irían a hacer las tribus en el futuro, después de cumplido el acuerdo, ya no era de incumbencia de alguien ajeno a cada tribu. Entonces muchas de ellas siguieron su instinto de imbatibles guerreros y se dirigieron a uno de los imperios más grandes y desarrollados del continente para enfrentarlo y tomar de él los instrumentos y símbolos de su grandeza.

 

Ahora bien, los pueblos guaraní conocían de la existencia de los pueblos del sur-este andino, en particular de los kara karas incluso antes del dominio inca. La fama de los señores kara karas, poseedores de metales preciosos se había esparcido hasta llegar al propio litoral atlántico. Los kara karas, de etnia charca, tenían prestigio y eran respetados por los incas. Tupac Yupanqui los envió regalos reiteradas veces para concretar al final una alianza con ellos, pero no fue sino años más tarde, con Huayna Capac que por fin las comunidades charcas fueron anexadas al imperio, no sin antes este emperador entregar en matrimonio a una de sus hijas al jefe kara kara.

 

Los primeros grupos guaraní que llegaron a la frontera inca y vieron de cerca a los habitantes andinos probablemente creyeron que la denominación de kara karas hacía referencia a sus narices aguileñas, puesto que en idioma guaraní esto significa “buitre”, y denominaron así a todos los habitantes del imperio, aunque en realidad kara kara significa “cumbre” en aymara. ¿Si la fama de los andinos, poseedores del codiciado metal, ya era conocida, lo que significa algo real de lo que se tenía certeza, por qué hay indicios de la búsqueda de Kandiré por otros rumbos?

 

Durante la época de la conquista española, los entonces guaraní ya distinguidos como chiriguanos encontrados por Ñuflo de Chávez diferencian claramente las cordilleras andinas apoderadas por los cristianos del Perú, del reino de Kandiré supuetamente en la cuenca amazónica del Mamoré[2]. Entonces ¿era Moxos Kandiré para algunas tribus?

 

Es natural que dentro de aquellos grupos que tomaron rumbos algo lejanos u opuestos al Tahuantinsuyo, sus jefes y chamanes antes hayan reforzado o difundido el mito de la existencia de Kandiré lejos de ese imperio, esto con el fin de encaminar a su gente hacia otro destino, aunque al parecer en los hechos sólo dieron un gran rodeo y terminaron frente a dicho imperio.

 

Sin embargo, Moxos también tuvo su propia grandeza. No hubo reinos de oro y plata allí pero si hay indicios de la existencia de una gran civilización en el pasado, lo constata el hallazgo de terraplenes, grandes lomas formadas artificialmente y campos drenados destinados a cultivos. De hecho algunas tribus guaraní se establecieron en aquella región, lo constata restos de su cerámica encontrada allí. Pero esto no demuestra ninguna contradicción. Los guaraní buscan lo mismo donde quiera que los dirija sus mitos de Kandiré: la grandeza, tomar lo excelso civilizatorio para permanecer fuertes y libres.

 

Empero, la grandeza se simboliza con objetos de oro y plata en todas las grandes civilizaciones del planeta. Está claro que si los guaraní se dirigieron a Moxos tras las grandes partidas migratorias, fueron escasas tribus, no como las que se dirigieron al sur-este andino donde la intensidad de las guerras contra los “kara karas”, de una población chiriguana cada vez mayor alcanzó niveles sorprendentes a inicios del siglo XVI; tanto así que conmocionaron al propio inca quien movilizó a sus guerreros cuzqueños para evitar el desmembramiento de una parte económicamente importante de su imperio.

 

Un mestizaje peculiar para alcanzar Kandiré

 

Hacia 1529 ya se observa a confederaciones de tribus chiriguanas bastante fortalecidas en la frontera sur-este del Imperio Incaico capaces de asaltar aldeas de dominio inca, ocupar tierras de ese imperio y confrontar a sus poderosos ejércitos; son dueños de un extenso territorio que ocupa tierras de 4 regiones: los Valles Mesotérmicos, Los Llanos del Gran Grigotá, las últimas estribaciones andinas que corresponden al Chaco, y la llanura chaqueña septentrional.

 

Para haber logrado tanto hasta aquel año, tribus guaraní migrantes debieron haberse establecido desde por lo menos un siglo antes en aquellas regiones, aunque los datos nos demuestran que durante la primera mitad del siglo XVI continuaron llegando, y algunas tribus lo hicieron con los propios conquistadores españoles que partieron desde Asunción ya en la segunda mitad de aquel siglo.

 

Desde inicios del siglo XVI, las olas migratorias guaraní que se establecieron lo hicieron con feroces guerras contra los pueblos que hallaban a su paso, a algunos de los cuales venciéndolos los convertían en esclavos y a otros en una especie de siervos, según se tratara de pueblos superiores o inferiores. Los guaraní hacían esta diferencia entre las etnias que llegaban a conocer, el parámetro para ello era una suerte de “nivel civilizatorio”. Así, los considerados más civilizados eran vistos como dignos enemigos y potenciales esclavos-cuñados, que podían cambiar su condición de sujeción si cumplían algunos requisitos llegando a ser plenamente parientes en el futuro; o, si se trataba de pueblos guerreros muy fuertes eran vistos sólo como potenciales parientes, con los cuales se debía iniciar un proceso de emparentamiento amable para una absorción paulatina, en este caso no podían hacerlos esclavos. Por otro lado, los considerados menos civilizados no eran dignos de ser anexados como iguales a las tribus guaraní, pero vencidos y dominados debían tributar como despreciables siervos. Fueron considerados como pueblos más civilizados: los charcas, los incas, los chané y los conquistadores españoles, opuestamente a los xore, tamacoci y yuracaré.

 

En el Paraguay, los guaraní se aliaron con los conquistadores españoles entregándoles mujeres jóvenes como esposas, intentando de ese modo fortalecer sus tribus emparentándose con los poseedores de la pólvora; a los conquistadores en cambio esta alianza les facilitó la fundación de Asunción y garantizo su estabilidad como “Casa fuerte”.

 

En el caso de los chané, la estrategia guaraní de absorción siguió los siguientes pasos: atacarlos y vencerlos, luego tomar a sus mujeres para sí, matar a los hombres adultos, cocinarlos y comerlos en un ritual antropófago, lo que significa tomar lo mejor de los vencidos, posteriormente hacer del resto sus esclavos, de los cuales los más jóvenes tenían la oportunidad de convertirse en guaraní, una vez que aprendían a ser quereimba, esto es temibles guerreros  al servicio guaraní. Esto sucedió en los Llanos del Gran Grigotá y en las llanuras del Chaco septentrional.

 

Los guaraní al llegar a aquellas regiones atacaron aldeas chané con operaciones fugaces y sangrientas en las que masacraban a tantas personas que en las aldeas cercanas al saber que eran los próximos en recibir los ataques se rendían sin prestar resistencia alguna. Los chané eran considerados pueblos superiores por sus conocimientos en la agricultura y la cerámica, principalmente esta última les daba apariencia de ser una raza honorable que había adquirido gustos delicados que demandaban laboriosidad y dedicación; sin embargo, en cuestiones de guerras demostraron estar muy por debajo de los guaraní.

 

De esta manera, los guaraní en corto tiempo anexaron a tribus chané, lo que en un tiempo más trastocó su propia fisonomía e identidad étnica. Pronto, cuando se enfrentaron a los incas fueron conocidos por estos como chiriguanos, y más adelante también por los españoles. En realidad ya no podían ser los mismos, pues la población chané que pasó a conformar una abrumadora mayoría de sus tribus había marcado su sello civilizatorio en ellas[3].

 

Por otro lado, pueblos como los tamacoci, xore y yuracaré, llegaron a ser una especie de siervos para los chiriguanos, a quienes no sólo tributaban en especie entregándoles niños, coca, plumas, madera chonta para la fabricación de flechas y veneno, sino que además llegaron a servirles como guerreros (una suerte de carne de cañón) en sus ataques a los conquistadores españoles, como por ejemplo participaron en la destrucción del puesto ñufleño de La Barranca y contra la campaña de Lorenzo Suarez de Figueroa en 1590 sobre los Llanos del Gran Grigotá.

 

Empero, fue con los chané que se dio origen a los chiriguanos. La capacidad de absorción guaraní de las tribus chané fue sorprendente. Estimaciones demográficas de tres provincias chiriguanas (Macharetí, Charagua y Guapay), hechas por Arce de Almendria en 1618, tomadas por Combes y Saignes[4], nos muestran a apenas 950 chiriguanos de origen, esto es varones guaraní, que llegaron a dominar a 10.000 individuos chané, de los cuales sólo 1.000 eran plenamente chané, es decir, esclavos, la abrumadora mayoría ya eran parientes chiriguanos aquel año.

 

El éxito de esta dominación se debe a la particularidad de la política de guerra guaraní, que tiene que ver con ofrecer a un enemigo-esclavo la posibilidad de ser amigo-pariente de la manera más rápida para integrarle a sus huestes guerreras y luego hacerle partícipe de sus victorias y botines. La condición de esclavitud no puede durar mucho tiempo, porque además esto daría pie a un resentimiento fuerte del dominado por la forma sanguinaria como se lo ha hecho tal; así, no puede propiciarse la venganza chané, porque el costo sería caro. Pero además, está la elección del enemigo-cuñado al que de manera pacífica o acudiendo a la guerra se lo debe absorber para fortalecer la raza guaraní, lo que también nos lleva a la búsqueda de la grandeza a toda costa.

 

La guerra por la plata de Saipurú

 

Los primeros años del siglo XVI, un general del Imperio incaico llamado Guacane, pariente del inca, junto a su ejército, descubre el monte de Samaipata y lo ocupa instalando en él una fortaleza. Desde allí se dirige a los llanos del cacique Grigotá –quien es el jefe de una confederación de tribus chané–, llevándole regalos que constan en objetos de oro, plata y bronce, principalmente hachas de bronce, lo convence de formar parte de su imperio. Luego recorre las aldeas chané donde constata la lealtad de su gente pues es recibido respetuosamente y con obsequios, pronto comenzará a recibir también tributos en trabajo[5].

 

La anexión inca de los chané de Grigotá tiene como objetivos: resguardar los territorios ya conquistados y a la población mitmakuna que se ha instalado en Samaipata y los valles cochabambinos, pero además explotar la mina de plata de Saipurú en los confines del Chaco. En los subsiguientes años Guacane hace venir a Condori, su hermano, desde el Cuzco para confiarle la explotación de la mina y la protección de los nuevos vasallos llaneros.

 

Con todo, hasta aquí se ha ganado territorio además de haberse establecido la frontera inca que aparentemente es inexpugnable. Pronto la seguridad de lo conquistado es cuestionado, cuando guerreros guaraní atacan por sorpresa Saipurú y logran tomarlo, luego se lanzan contra Samaipata que corre la misma suerte. El desastre defensivo incaico se completa cuando Guacané y Condori son capturados por los invasores.

 

Tras estos golpes certeros, un general de la nobleza cuzqueña, Lucurmayo, es enviado con refuerzos para castigar a “los bárbaros”, pero es derrotado igualmente. Las fuerzas incas en retroceso son sorprendidas por el envío de 200 prisioneros a su encuentro capturados por el jefe Grigotá. Por fin pueden desahogar su frustración. Estos prisioneros son llevados a las alturas y expuestos al clima de un nevado donde mueren de frío. Se cree que la palabra chiriguano procede de este hecho. “Chiri” significa frío en quechua[6], chiriguano vendría a significar: “muerto por el frío”.

 

Los chiriguanos no se detienen y avanzan hacia el oeste ocupando aldeas charcas. El inca Huayna Capac que se encuentra en el extremo norte de sus dominios en plena conquista de Ecuador, cuando se entera del desastre de sus ejércitos del Collasuyo, envía a su mejor capitán, Yasca,  quien forma una poderosa fuerza con guerreros de diferentes regiones de su imperio. Después de muchos esfuerzos y costos en vidas humanas, Yasca por fin logra expulsarlos  del pie de monte. Empero, los asaltos intrépidos chiriguanos a los caseríos rurales y aldeas andinas no cesan, de vez en cuando se protagonizan algunos esquivando a las fuerzas del inca, puesto que siempre hay algo valioso que tomar de ellos, o por lo menos con estos asaltos poder jactarse de la osadía de jochear a los poderosos “kara karas”, por parte de los jóvenes quereimba.

 

Más adelante, la caída del inca Atahuallpa en poder de Pizarro y la consiguiente conmoción en su imperio, provocan que nuevas avalanchas de invasores chiriguanos ocupen territorios de la frontera inca. Algún tiempo después, serán poblaciones españolas como Santa Cruz de la Sierra, Mizque, Tomina, Vallegrande y otras cercanas a las ciudades de Chuquisaca y Potosí objetos de la belicosidad quereimba. Esta última ciudad amenazada, por su importancia económica para La Corona, será de preocupación del mismo virrey Toledo, quien declarará la guerra a los Chiriguanos y marchará en 1574 a su encuentro con tres ejércitos, pero fracasará retirándose de la chiriguanía vergonzosamente herido y derrotado por los indios.

 

¿Qué significa Kandiré?

 

Kandiré proviene de la palabra Kandicuire, que significa “huesos frescos”[7]. Hace referencia a un personaje mítico, al parecer un semidios o un líder poseedor de los instrumentos y símbolos de la grandeza; es decir, de armas de metal y de joyas de oro y plata; también hace referencia a un lugar donde se encuentran estos metales trabajados; por último, a la muerte del guerrero en batalla.

 

La muerte como sacrificio del guerrero en el momento de la contienda es un estado supremo. Enfrentarse con el enemigo, que es un igual o superior, y vencerlo para hacer de él un pariente y/o tomar de él los instrumentos y símbolos de su grandeza es alcanzar Kandiré; pero también es morir en el intento. El guerrero que murió en batalla ya resolvió para siempre su ingreso a Kandiré. El orgullo de la familia que ha perdido a un miembro en la guerra es superior al dolor de ésa pérdida. El orgullo derrumba el dolor pronto y lo torna en alegría que manifiesta la satisfacción de la muerte. Por lo contrario, cuando un hombre muere por una enfermedad el dolor es grande y parece que nada puede remediarlo. Es decir, se llega a Kandiré a través de la victoria en la guerra o con la muerte en el intento. Los ritos funerarios tienen como meta aliviar al cadáver del peso de la carne, conservar solamente el esqueleto[8], de ahí “huesos frescos”.

 

La “tierra sin mal” como suele señalarse a Kandiré, es el tiempo y lugar donde se vive plenamente el ser iyambaé; es decir, la libertad absoluta, no individual claro, sino tribal; condición subjetivo-objetiva que permite al hombre guaraní ver de frente a otros hombres de civilizaciones superiores como los denominados “kara karas” o los europeos; se trata de una libertad que se debe perpetuar con la vida de cada individuo por eso entregarla en la guerra es un honor.

 

Para avanzar a Kandiré, por supuesto que se necesita disponer de tierras fértiles para obtener el alimento necesario, pero esto apenas es un medio, importante sí aunque no el fin mismo. Kandiré no hace referencia a una tierra rica y fértil apta para el cultivo del maíz y otros cultivos típicamente guaraní que permitan vivir en abundancia, como trata de demostrar Meliá[9]. Es cierto que sin este medio, los chiriguanos no están predispuestos a la guerra. Observa Nordenskiöld entre 1908 y 1909 entre las pocas tribus libres que aún existían aquella época: “cuando los silos están llenos de maíz, el indio está orgulloso y no se preocupa por el blanco, la opresión y las penas. Si el silo está vacío es sumiso y taciturno”[10].

 

El objetivo último para los pueblos guaraní desde un inicio no fue conquistar a los pueblos chané, sino que hacerlo se hizo un medio para predisponerse a confrontar a los charcas kara karas y a los incas. Querían saberse tan fuertes como aquellos venciéndolos y arrebatándolos lo que les mostraba de ese modo.

 

Las tierras fértiles de la Cordillera Chiriguana, si bien fue la morada de los chiriguanos por cuatro siglos, aunque vivieron en abundancia nunca vivieron en paz. Las guerras intertribales y de confederaciones de tribus contra los incas, luego contra los españoles fueron de nunca acabar, pues terminaban unas y comenzaban otras.

 

 A lo largo de los siglos, los chiriguanos lucharon por mantenerse libres como tribus, así también trataron de tomar tanto de los incas como de los españoles, todo lo que representaba su grandeza como civilizaciones: imitaron sus formas de vestir, obtuvieron y usaron armas de fuego, montaron caballos con gran maestría en sus asaltos a poblaciones coloniales españolas y luego republicanas. Pese a todo esto no renunciaron a lo más sagrado de su cultura que es el de ser iyambaé, hasta 1892, año en el que enfrentan una guerra contra el Estado republicano colonial y son trágicamente derrotados por el ejército boliviano en la Batalla de Kuruyuki. Pero, hasta en este último acontecimiento demostraron su devoción a Kandiré, puesto que ante la cruel masacre que sufrieron en una batalla absurdamente desigual, centenares prefirieron morir antes que rendirse. Mas de 900 guerreros fueron muertos por los cañones y fusiles enemigos.

 

Reflexiones finales

 

Pueblos guaraní provenientes de la Cuenca del Río de La Plata y de la Cuenca del Amazonas, dirigidos por sus mitos de la búsqueda de Kandiré se encaminaron al Tahuantinsuyo, para enfrentar a sus ejércitos, vencerlos y tomar de sus pueblos los instrumentos y símbolos que los hacía superiores como civilización. Pero antes, en las regiones contiguas a la frontera inca, se toparon con los pueblos chané a los cuales dominaron y anexaron a sus propias tribus con lo que se fortalecieron aún más, pues estos, aunque no resultaron ser buenos guerreros fueron considerados superiores por sus conocimientos en la agricultura y su manejo de la cerámica; además, pronto aprendieron de sus dominadores a ser temibles guerreros aportando de esa manera a sus fuerzas.

 

Las guerras chiriguanas contra los incas, se iniciaron los primeros años del siglo XVI y no se detuvieron; por lo contrario, se agudizaron durante la caída del imperio en manos de los conquistadores españoles ocupando más de su territorio. Durante la colonia, lejos de ponerle fin a sus ataques y renunciar a su espíritu guerrero, atacaron poblados españoles acercándose a su ciudad económicamente más importante como fue Potosí, conmocionando de este modo al nuevo imperio.

 

Kandiré no es un lugar concreto, con gente concreta, aunque en un inicio los guaraní se hayan puesto como meta última en su búsqueda, llegar a la tierra de los kara karas, poseedores de los metales preciosos trabajados; sino, es el tiempo de la libertad plena de la que goza el hombre guaraní como tribu o comunidad, la cual sólo es posible y perdura cuando éste puede demostrar a los más fuertes su capacidad de vencerlos y arrebatarlos lo que los hace grandes, haciéndoles saber de ese modo que jamás podrán dominarlo. Kandiré se lo vive pensando que aún no se lo ha alcanzado, es la eterna búsqueda de una raza guerrera que ha decidido superarse a sí misma para permanecer libre por siempre o morir en ese intento.

 

Santa Cruz de la Sierra, 23 de febrero de 2016

 

- Emilio Hurtado Guzmán es Escritor e investigador social. Autor del libro: Orígenes del Estado republicano colonial (un aporte desde la historia del Oriente boliviano), 2009.

 

[1]Combes, Isabelle/ Saignes Thierry. “Chiriguana: nacimiento de una identidad mestiza”. En: Varios autores.  Chiriguano. Editor: JurgenRiester. Pag. 50, 51.

[2]Op. Cit. Pág. 49.

[3] Véase: Nordenskiöld, Erland. La vida de los indios. APCOB, La Paz, 2002.

[4] Combes /Saignes. Op. Cit. Pág. 95 y 96.

[5]Saignes,Thierry. Historia del pueblo chiriguano. Instituto Francés de Estudios Andinos, Embajada de Francia en Bolivia, Plural Editores, La Paz, 2007. Pág. 43.

[6]Op. Cit.Pág. 44.

[7]Combes / Saignes.Op. Cit. Pág. 45.

[8]Op. Cit. Pág. 45.

[9] Meliá, Bartomeu. “La tierra sin mal de los guaraní, economía y profecía. Varios autores.  Chiriguano. Editor: JürgenRiester.

[10]Nordenskiöld. Op. Cit. Pág. 218.

https://www.alainet.org/es/articulo/175602
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