Tereré jere: Alternativas a la sociedad paraguaya actual
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Introducción
La realidad actual del Paraguay y de la población que lo habita es claramente inaceptable e indignante, desde el punto de vista del bien común, de la satisfacción de las necesidades básicas de amplios grupos humanos y del goce de los derechos humanos universalmente reconocidos. La economía, la política, la educación, los medios de comunicación, las prácticas cotidianas, en suma, la organización social existente en el país ha mostrado claros límites y evidente incapacidad para dotar a toda la población de condiciones dignas de vida, a partir del trabajo, el acceso a tierra y vivienda, a educación y salud de calidad, sin pobreza y desigualdades extremas como las que hoy se observan en el país y la región. Los hombres y las mujeres que vivimos en estas tierras de generosa naturaleza, no solo merecemos gozar de esos bienes y ser- vicios esenciales para la vida, sino que existen todas las condiciones para que ello sea realidad y no un sueño lejano: un enorme potencial de trabajo en la población; una cultura histórica con fuertes trazos de solidaridad y cooperación; un territorio dotado de abundantes bienes como tierra fértil, agua y biodiversidad; enormes necesidades humanas, que la adecuada combinación de trabajo, organización social y política, medios productivos y el uso racional de los recursos naturales pueden satisfacer ampliamente, sin comprometer el futuro de las generaciones venideras.
La evidencia empírica cotidiana sobre la paradójica coexistencia de inhumanas carencias y grandes recursos productivos, nos convoca a pensar, discutir e impulsar colectivamente alternativas a la sociedad actual en que vivimos. Los modos de producir, los de participar, los de construir conocimientos, los de comunicar, los modos de relacionarnos con la naturaleza, pueden cambiar, más aún, deben cambiar, si queremos como sociedad llegar a satisfacer las necesidades hoy no satisfechas de miles de paraguayos y paraguayas, puesto que los caminos transitados insistentemente en las últimas décadas han mostrado no ser los adecuados para ese fi n, el de la sociedad incluyente donde predomine el bien común. Decía Albert Eienstein que la locura es “hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados” (1) ; las clases dominantes del Paraguay, obedientes al capital internacional, vienen apostando a un supuesto desarrollo del país desde hace 150 años hasta hoy, con un modelo económico agroexportador extractivista sustentado en la concentración de la tierra, que lo que ha mostrado es ser muy útil para el progreso económico de una minoría de la población y del capital foráneo, además de la exclusión social de millones de personas, y el aniquilamiento de las riquezas naturales. Lo que se impone a estas alturas del siglo XXI es dejar de apostar a lo mismo como sugiere el gran físico alemán, y construir colectivamente propuestas y realidades distintas, que sean verdaderas alternativas de desarrollo, soberanía e inclusión, de buen vivir (2) para todos y todas.
Enfatizamos que los actuales modos de vivir y hacer deben cambiar, porque el modelo de sociedad actual ha mostrado ser destructivo con la naturaleza y la propia raza humana, comprometiendo peligrosamente la vida, toda forma de vida, humana, vegetal y animal. El calentamiento global, el cambio climático, los gases de efecto invernadero, la masiva deforestación, la extinción de miles de especies de seres vivos, la contaminación creciente del aire, tierra y agua, las múltiples epidemias y enfermedades que se expanden en nuestros pueblos, son las innegables y dolorosas consecuencias de la sociedad centrada en el dinero, en la acumulación de capital, en el consumismo exacerbado, en la pérdida de horizontes y sentidos como seres humanos, más allá de la riqueza material y el placer del momento. Encontrar alternativas a la sociedad actual ha dejado de ser una opción o posibilidad, se ha convertido en este momento histórico en una condición de existencia y supervivencia
Lo alternativo, lo diferente a lo hegemónico, ha existido en el pasado en diferentes momentos de la historia, y sigue existiendo en la actualidad, en diferentes sectores y dimensiones de la sociedad; así mismo, lo alternativo a lo que hoy predomina existirá en el futuro, por lo dinámico y cambiante de todas las sociedades humanas, por el movimiento dialéctico incesante que transforma la materia y la cultura, por la conciencia creciente de diferentes grupos humanos, organizados y no organizados, de que un nuevo tipo de sociedad, de relacionamiento, de vivir, debe ser construido colectivamente, a pesar de los muchos impedimentos existentes. La confrontación entre las fuerzas conservadoras del (des) orden actual y las fuerzas portadoras de impulsos transformadores será incesante mientras existan excluidos, marginados o explotados de un lado y acaparadores, opulentos y explotadores por el otro, situación que se presenta en la mayor parte del mundo actual, organizado a partir del pensamiento neoliberal, la búsqueda del lucro, la desigualdad económica y la competencia encarnizada por el mercado. Las fuerzas de quienes buscan defender sus privilegios y quienes bus- can conquistar sus derechos más elementales marcarán una y otra vez episodios esperanzadores o trágicos en la historia de nuestros pueblos, hasta el día en que estas polarizaciones sociales den paso a condiciones de vida dignas para todos y todas, superando los enormes contrastes de clases, mediante procesos de lucha y construcción popular, que puedan superar la organización mercantilista y excluyente actual.
Las experiencias alternativas del pasado conjuntamente con las prácticas contrahegemónicas dispersas en la actualidad, en diversas regiones y territorios, pueden ser magníficos ingredientes para imaginar, dibujar e inventar un futuro alternativo al capitalismo depredador de nuestros días. El Paraguay cuenta en su haber con ricas historias de construcciones alternativas, comunitarias e incluyentes, que deben ser releídas desde el presente para trascender los esquemas de la cultura dominante, colonial e individualista, y así proyectar propuestas alternativas: en esta dirección debemos recuperar las experiencias de los pueblos indígenas, de las múltiples etnias que habitaron y habitan el Paraguay, con sus prácticas y cosmovisión comunitaria, de reciprocidad y armonía; la compleja historia de las reducciones jesuitas con sus Tereré jere.
Alternativas a la sociedad paraguaya actual errores y aciertos; la experiencia de la independencia política y eco- nómica lograda durante el periodo independiente de 1811 a 1870; la trunca experiencia de la revolución febrerista de 1936; las indispensables experiencias comunitarias llevadas adelante por las Ligas Agrarias campesinas en las décadas de 1960 y 1970; las heroicas conquistas de tierra para asentamientos a partir de 1980 hasta principios del presente siglo, y las diversas resistencias productivas y culturales, opuestas a las formas hegemónicas de organización. Todo este humus histórico, esta tierra fértil forjada a sudor y sangre, puede permitir la germinación y crecimiento de un nuevo modo de ser y de estar en el mundo, ya en otro momento histórico, dominado por la modernidad y la tecnología, pero que puede ser rede fi nido y reorientado según la conciencia y la voluntad colectivas, hechas y rehechas una y otra vez en el devenir histórico indetenible.
Expreso mi sincero agradecimiento a la Fundación Rosa Luxemburgo por facilitar la realización del presente estudio; al equipo de BASE Investigaciones Sociales por todo el apoyo ofrecido a esta investigación, y por las ricas discusiones que tuvimos a lo largo de su desarrollo; a los entrevistados y las entrevistadas, quiénes con sus voces y experiencias hicieron posible esta reflexión colectiva; al Padre Bartomeu Melià, por todos los aportes generosamente ofrecidos a este trabajo; a mi compañera Lisa, por ser mi maestra cotidiana en el arte de la reciprocidad y el amor a cada ser humano; a Nahuel y Fede, por cada minuto compartido y esos abrazos al llegar a casa.
Notas
2. El buen vivir es una concepción y práctica de los pueblos originarios de sudamérica, conocida como sumak kawsay en Quechua y suma qamaña en Aymara, semejante al teko porã de la experiencia Guaraní.