Democracia en reversa, dictadura perfecta

01/04/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
 reversa mobile custom
-A +A

La primera decisión que toda dictadura debe tomar -siguiendo el manual de los gobiernos totalitarios- es coartar la libertad de expresión. Un estado policial es miel sobre hojuelas para los corruptos que lo dirigen.

 

Tanto The Sundance Kid y Butch Cassidy como Bonnie and Clyde forman parte de famosas duplas de ladrones y asaltantes registradas por la Historia en los siglos XIX y XX en el continente americano. Ambas fueron abatidas a tiros; una de ellas (Cassidy y el Kid) por el ejército boliviano, y la otra (los amantes ladrones) por la policía estadounidense.

 

Aunque sus respectivas andanzas llegaron al cine, en la vida real carecieron de “grandeza” y romanticismo. Pero la publicidad de los medios de comunicación –en especial la TV y el celuloide– puede hacer milagros, como lograr que lectores-espectadores cambien de bando, aunque sea momentáneamente. Generándole, mientras dura la proyección de la cinta, millones de dólares a la empresa correspondiente.

 

¿Cuántas veces, siendo usted niño, aplaudió en el cine la matanza de indios sioux, navajos, apaches o comanches por parte del “séptimo de caballería”? ¿O de latinos, asiáticos y árabes, ultimados violentamente –siempre en el cine, no lo olvide– por agentes de la CIA, del MI5 o de cualquier organismo de “inteligencia” yanqui o aliado?

 

De seguro vivió largos años convencido de que los únicos buenos en este planeta eran los boys del tío Sam y los súbditos de Isabel Tudor. Y que el resto de la humanidad (¿qué es eso?) estaba conformado por los ‘malos’. Tal vez, ya crecido y mejor informado, comenzó a cambiar de parecer.

 

¿Se da cuenta de lo que es capaz la propaganda en el cine y la televisión, frente a personas desavisadas? Aplíquele eso a la política rutinaria… a la nuestra, a la chilena, o chilensis, o de Pelotillehue, como quiera llamarla.

 

Aquí, los cuidados del sacristán están matando al señor cura. Eso de “proteger la democracia de sí misma” es un exceso que nos ha llevado de la dictadura totalitaria a una “dictadura perfecta” (disfrazada de libertad). Una que replica la anterior con instituciones propias de una república democrática, pero que funcionan con perfecta sincronización para mantener el disfraz y perpetuar las injusticias.

 

La primera decisión que toda dictadura debe tomar –siguiendo el manual de los gobiernos totalitarios– es coartar la libertad de expresión y asfixiar (o amañar) la libertad de prensa. Hecho esto, el camino se torna ancho y cómodo para el andar del tirano de turno.

 

La segunda decisión tiene relación directa con el ciudadano y sus derechos individuales. El dictador sabe que es imperioso restringirlos, ojalá eliminarlos. Haciéndolo por “vía legal”, mediante el concurso de los cipayos que fungen de legisladores, da la impresión de ser un benefactor de la Humanidad.

 

Amigo lector, en Chile se dio todo lo que he descrito en estas líneas.

 

Bonnie and Clyde, junto a Cassidy y el Kid, tienen curules en el Parlamento. Ahora mandan los felones.

 

Este Parlamento de pachanga no ha titubeado en restringir al máximo las libertades y garantías individuales de los ciudadanos, mediante una facultad excesiva entregada a la policía: la posibilidad de detener ‘por sospecha’ a quien considere útil joderle el día y tal vez la vida.

 

Los émulos del Kid y de Clyde le abandonan un elemento tan delicado como el ‘criterio’ a quienes, precisamente, carecen de él. Un estado policial es miel sobre hojuelas para los corruptos que lo dirigen.

 

Para evitarle abucheos a Carabineros, la venalidad parlamentaria optó por legislar con dureza contra cualquier agresión –visible o no visible, física o verbal– que un ciudadano pudiese intentar contra los encargados del trabajo sucio: la represión. Pasito a pasito, se va armando el tiranito.

 

Con sorprendente facilidad el pueblo es embaucado y atrapado en las redes de la canalla mediática, política y judicial. Un nítido ejemplo lo representa ese inefable individuo, Jorge Abbott, que funge (por obra y gracia de los acuerdos del duopolio) como Fiscal Nacional.

 

Abbott ordenó ponerle punto final a las investigaciones que la fiscalía efectuaba sobre políticos involucrados en los casos SQM, Penta y otros. Un fiscal políticamente ‘chuchumeco’, obediente a las órdenes de sus patrones del establishment. Rápido, rápido, antes que le dé otro patatús cardíaco y pierdan tan magnífico apoyo en el poder judicial.

 

Sin embargo, faltaba algo en este cuadro que ilustra con exactitud la política del totalitarismo. Los legisladores debían protegerse a sí mismos, evitando críticas públicas y prohibiendo el enjundioso diccionario de insultos castizos que son el derecho a pataleo de los ‘de a pie’.

 

La legislatura venal requiere paz y silencio para seguir mangando sin estrépitos mediáticos ni cuestionamientos callejeros.

 

El colmo de la perversidad, hasta ahora, es sancionar con penas severas a los fiscales por ‘filtración’ de información en los procesos judiciales en que hay políticos involucrados.

 

En cuanto al resto de los mortales no hay preocupación alguna. Da lo mismo que el público se entere vía ‘filtración’ de lo que sucede en el juicio contra Mengano o Fulano, pero ¡Ay del fiscal si el oficio de Mengano es político. Entonces caen las penas del infierno.

 

Se completa así un cuadro de alta inmoralidad política, que frena el muy moderado avance institucional, y le pone marcha atrás –reversa– a la débil democracia chilena.

 

¿Se da cuenta cuán débil es? Resulta fácil devolverla a los últimos años de la dictadura cívico-militar. Para ello es útil el concurso de obsecuentes yanaconas en el Congreso, el entusiasta apoyo de La Moneda, léase de un Jorge Burgos y una Javiera Blanco. Ambos siguen las aguas del ‘sheriff’ Felipe Harboe, ente político de alta peligrosidad para la democracia chilena.

 

Respecto a Burgos tengo dudas. ¿Se trata de un fascista infiltrado en la DC o es que toda la DC está impregnada de fascismo? La DC –la “falange”– siempre fue de derechas y nació de una costilla del Partido Conservador. Me atrevo a aventurar que si se mantiene a contrapelo en la Nueva Mayoría se debe, principalmente, a que intenta evitar a todo trance el regreso a "los tres tercios" que tanto teme.

 

Volviendo a los émulos de Butch Cassidy, es claro que los parlamentarios –a lo menos el 80% de ellos– aplauden la nueva “ley mordaza”. Es tan alto el nivel de corrupción y el número de delitos e inmoralidades por ellos cometidos, que la única salida para impedir el venteo público de los escándalos Penta, SQM, Caval, y otros que vienen, ha sido “legislar” en exclusivo beneficio de la inmoralidad y el robo.

 

Es decir, legislar por y para ellos, no para el país.

 

El país (es decir usted, aquel, yo, ellos, todos), somos los ‘malos’. Somos los apaches, los sioux, los latinos, los asiáticos. Los ‘honorables’ son ellos.

 

Para esos efectos la prensa canalla ha sido de franca ayuda. Como en el cine y la televisión, la película del legislativo adormecerá mentes durante el tiempo necesario para la continuidad de la corruptela de este familisterio de gaznápiros cogoteros, hasta el día de las elecciones municipales.

 

Y tal vez consigan que los electores-ciudadanos cambien de bando momentáneamente.

 

Una vez conseguida la presa, los eméritos delincuentes sitos en el Congreso Nacional regresarán a la cueva de Ali-Babá. Sin temores ni aprensiones seguirán hinchándose con dinero mal habido. Y preparando la nueva arremetida ‘hollywodense’ del 2017, año de comicios parlamentarios y presidencial.

 

La democracia en marcha atrás, en reversa, funciona a la perfección.

 

©2016 Politika | diarioelect.politika@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/176455
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS