Representación y reforma política

09/04/2016
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Una de las características de la sociedad colombiana contemporánea es la pérdida de credibilidad en los partidos políticos y por consiguiente esto genera el que la amplia mayoría no se siente representado por ningún partido político. De hecho son los políticos uno de los sectores con menor credibilidad en la ciudadanía. Ese es uno de los grandes problemas, porque ni más ni menos significa que no hay canales claros de representación política de lo social y que el sistema de representación política tiene precarios niveles de representatividad. Esto es sin duda un factor de incertidumbre y puede llegar a que en procesos electorales se presenten resultados inesperados, para bien o para mal.

 

Por ello es de la mayor importancia que los partidos políticos realmente existentes, hagan una seria y profunda reflexión al respecto y se piense en las reformas indispensables en esa dirección. Seguramente para algunos, es tanta la incredibilidad en los partidos políticos que podría llevarlos a decir, mejor que se acaben, lo cual puede sonar 'taquillero', pero en realidad los partidos políticos son muy importantes, en el peor de los casos algo como un 'mal necesario'; lo deseable sería que los ciudadanos tuvieran identidades partidistas serias y que éstos, los partidos políticos, funcionaran como canales reales de representación política en su diversidad.

 

Pero para lograr lo anterior se requieren profundas reformas y cambios en los comportamientos, reconociendo que la reforma electoral de 2003 introdujo algunas reformas positivas. Un elemento complementario -es equivocado mirarlo como competitivo- son los acuerdos pactados en las conversaciones entre Gobierno y FARC, especialmente lo relacionado con tres aspectos: 1) desarrollar el Estatuto de Oposición, que si bien quedó enunciado en la Constitución de 1991, hasta la fecha no ha podido volverse realidad y es fundamental para que los partidos que pierdan las elecciones -de derecha o de izquierda- tengan las garantías y condiciones adecuadas para realizar las funciones propias de toda oposición, control político, canalizar institucionalmente el descontento social, ser alternativa de gobierno en el siguiente debate electoral y en esa medida se haga realidad un principio fundamental de la democracia, acatar el triunfo de la mayoría y su mandato para ser gobierno y respeto por las minorías y la posibilidad de ejercer oposición si así lo desea. 2) Establecer un sistema de seguridad para que todas las fuerzas políticas, desde la derecha hasta la izquierda, puedan ejercer sus actividades políticas sin que esté en riesgo la vida de sus militantes y dirigentes; esto va más allá de la seguridad personal de los dirigentes y debe conllevar el crear un clima de respeto en la opinión por todas las opciones políticas, de tal manera que se desestimule y se condene de manera unánime el uso de la agresión física contra el adversario. 3) Crear una Misión de Expertos, nacionales e internacionales, que en un plazo no superior a seis meses recomiende reformas al sistema político de tal manera que cada vez más haya mejores garantías para todos en el desarrollo de la actividad política. Esto hay que acompañarlo con la puesta en marcha del voto electrónico, reforma ya aprobada, para que el proceso de votación sea lo suficientemente transparente.

 

Estas propuestas de desarrollo de reformas deberían acompañarse de otras que están bastante identificadas como necesarias para debilitar al máximo -ojalá acabar- el clientelismo político y las prácticas de corrupción. Algunas de ellas son: i) terminar con el voto preferente y que cada partido político presente una lista cerrada por circunscripción electoral, para terminar así con ese rezago clientelistas-personalista; esto debe estar acompañado con medidas de democratización interna de los partidos políticos como consultas internas obligatorias para todos los partidos un mismo día para definir sus candidatos y la conformación de sus listas; ii) fortalecer los mecanismos de financiamiento de los partidos por parte del Estado y al tiempo mayores regulaciones y controles a la financiación privada; iii) acceso equilibrado de los partidos a los medios de comunicación para poder difundir sus propuestas políticas con cierta equidad de condiciones; iv) terminar con el 'carrusel' de los avales y en ese sentido cada partido político debe responder por sus candidatos, lo cual debe estimular un proceso más cuidadoso de selección de los mismos y no simplemente por otro tipo de razones; v) hay que fortalecer las representaciones territoriales -ideal sería representaciones uninominales por distritos, junto con el derecho de revocatoria de mandato- y combinarla con un porcentaje de curules, podría ser de alrededor del veinte por ciento, para los partidos minoritarios que no se presenten en las representaciones territoriales; vi) clarificar y hacer transparentes los procesos de incidencia de los congresistas en la asignación de gasto público para obras en los territorios que estos representan.

 

Lo anterior, junto con un fortalecimiento de los mecanismos de control ético y un comportamiento serio y responsable de los representantes elegidos a cargos uninominales o a corporaciones, podría a mediano plazo cambiar la percepción de los ciudadanos en relación con los partidos políticos y fortalecer las identidades y pertenencias partidistas. Igualmente quitarle a los grupos inconformes cualquier argumento para acudir a la violencia o a prácticas para-institucionales para buscar controlar poderes políticos territoriales. Así podremos contar con un sistema de representación política de lo social, que corresponda a una sociedad que quiere avanzar hacia una democracia de mejor calidad y con una mayor inclusión social, que son los grandes objetivos de la construcción colectiva de paz.

 

- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional

 

https://www.alainet.org/es/articulo/176626
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