Alienación y crimen
- Opinión
Como el perro que se muerde la cola: cinco jóvenes mueren incendiados por dentro y otros tantos sobreviven cocinados de a poco en camas de hospitales. Son los que todas las semanas caen como moscas sin ninguna estridencia mediática.
No discutamos si mueren cinco, diez o uno por semana. A esta altura de la masacre esa no es la discusión.
Otra vez estallan los programas televisivos, otra vez se habla de radares para detectar el ingreso del narcotráfico, otra vez se habla de responsabilidades políticas, judiciales; se dice que las fuerzas de seguridad están penetradas por el demonio, que los dueños del lugar tienen que ir en cana, que faltan controles por los cuatro costados y se traen a colación las jarras de las previas y las pastillas de cada día.
Una doctora insiste con que hay que despenalizar y un entendido masculla algo así como dios nos libre, y acota que despenalizar sería admitir que somos incapaces de hacer prevención y represión. Un doctor se deshace tratando de explicar los síntomas de la intoxicación, en medio “del mundanal ruido” de la tele.
Se superponen las voces, los gritos, porque estamos en la comunicación del mundo moderno. Mientras, el conductor del programa pide permiso para cambiar de cara e ir al móvil donde un cronista le pone micrófono a Guillermo Cóppola en el día-noche de su casamiento, exactamente en el momento en que las cámaras captan a los amigos del “desposado” tirando sanamente por el aire a su señora esposa, quien luce un vestido blanco-tiza. Sobrio, agrega una voz desde el estudio.
Un padre, o una madre, para el caso es lo mismo, dice no poder garantizar que su hijo esté exento de ignorancia, de paco, de marihuana, de cocaína o de las llamadas drogas de diseño.
Nadie habla de muertes por alienación, ese abstracto, intangible, olímpicamente desconocido. Y por lo tanto nadie habla de autores intelectuales globalizados en las superestructuras del capitalismo: un sistema aberrante, criminal e inhumano.
De Cromañón a Costa Salguero han pasado más de once años y miles de jóvenes han sido cortados –asesinados- por la misma tijera.
Juan Carlos Camaño
Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)
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