Los secundarios de Brasil
- Opinión
Muy poco se ha dado a conocer de esa encantadora revolución educativa que ocurre en los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Goiás, en Brasil, donde los estudiantes están ocupando escuelas en la lucha contra las propuestas de cierre, los robos de la merienda y mejores condiciones de trabajo. Como siempre, lo que es una batalla en particular, acaba por crecer y escapa de los primeros objetivos. Hoy en día, los estudiantes de la secundaria de estos estados - con experiencia en el enfrentamiento con el gobierno - empiezan a darse cuenta de que hay algo muy malo en la forma cómo la educación se presenta y se ofrece.
El otro día, en una red social, leí el testimonio de un maestro sobre un niño llamado Matheus. Dijo que Matheus era un "problema" en la escuela y que todos sus colegas profesores hablaban de él como una especie de batalla perdida. No estudiaba, no participaba de nada, no le importaba las clases. Lo que pasa es que después de la ocupación, los maestros pudieran conocer a otra persona, que participaba, que estaba en la escuela a cualquier hora, que limpiaba, cocinaba, Y que había encontrado en aquel espacio ocupado una razón para vivir. Es decir, la escuela de antes no podría ser amada. Pero esa, ocupada por los estudiantes en lucha, sí, la podría amar. Matheus muestra una verdad radical: la escuela es mala. La forma como está estructurada no puede hacer con que los niños la amen.
Pero en una escuela ocupada, dirigida por los estudiantes, se plantea la pasión. Hay debates, controversias, cantares, risas, el trabajo, la alegría, las discusiones. Una escuela como esa a los jóvenes les gusta defender, proteger y abrazar. Una escuela en la que las relaciones son emocionales, humanas, y el conocimiento no es fragmentado, y en la cual las posibilidades de conocimiento son infinitas, emocionantes. Los jóvenes quieren cambiar la escuela y lo están haciendo.
En São Paulo, por ejemplo, donde ocurrió el robo de la merienda, el proceso será aún más radicalizado. Esta semana los estudiantes ocuparon la Asamblea Legislativa de São Paulo exigiendo la sanción a los ladrones, entre los cuales está el gobernador del estado, Geraldo Alkmim. Hay una investigación en curso, pero todo sigue muy lento. En Río de Janeiro hay más de 60 escuelas ocupadas, con los estudiantes luchando por una otra educación.
Todo el aparato represivo ha sido utilizado por los gobiernos para romper la fuerza de los secundarios. Todo en vano. Cada acción de la policía hace que el movimiento crecer. Es como una ola que se está levantando, dispuesta a formar un tsunami. En los medios de comunicación comerciales poco se habla de esa lucha gigante, de esa transformación radical que se está realizando a diario por los estudiantes. Hay una u otro reportaje, fragmentado, que muestra a los jóvenes como irresponsables. Los medios buscan crear un consenso de que la lucha es solo una bravata de unos pocos "en paro".
Pero mientras los medios buscan borrar las manifestaciones, estos chicos de escuela secundaria están amalgamando una nueva forma de hacer educación para la vida. Si el gobierno corta la luz, se encienden velas, si el gobierno recorta el agua, parientes y amigos llevan los cubos, si el gobierno envía a la policía, enfrentan y resisten. Es una cosa hermosa lo que está sucediendo. Un movimiento de amor, de ternura, de compromiso, construido por una gente que a menudo es acusada de "alienada, "inútil", "vacía". Acampados, abigarrados, acomunados, esos jóvenes abrirán caminos que habrá de desarrollarse en maravillas.
Es necesario que la gente en Brasil y en América Latina mire con mucha atención a esas caras sonrientes que aparecen en el otro lado de las rejas de las puertas de la escuela. Debido a que están escribiendo la historia. Ninguna de estas escuelas ocupadas por estudiantes saldrá ilesa de este proceso. Las cosas van a cambiar radicalmente. Puede ser que no ahora, pero es inevitable que suceda. Porque eso es lo pasa con la aventura humana. Acciones individuales o particulares que, en un repente toman la dimensión universal. Las escuelas tendrán que cambiar, porque los jóvenes quieren estudiar, quieren saber, quieren entender el mundo. Y la lucha que ahora están haciendo inevitablemente habrá de dar frutos.
Esta hermosa batalla también cambiará personas. Y no sólo los estudiantes. Cambiará los padres, tíos, abuelos, parientes, amigos. Cada niño, cada niña que ha vivido esta experiencia sabrá que las cosas en la escuela pueden ser bellas, emocionantes, sorprendentes, emocionantes, y se va a transformar todos los días. Quizás el cambio no sucederá hoy o en la próxima semana. Pero la historia nos muestra: llegará.
La pedagogía de las ocupaciones está forjando una nueva escuela, una nueva educación. Se puede sentir las paredes desmoronándose. Y estos niños y niñas que resisten en las escuelas son los creadores de todo esto. ¡Que la historia les dé el lugar que se merecen! Al adoptar sus escuelas con tal pasión, hacen una declaración de amor universal y cambian el mundo. Con ellos, ¡caminamos!
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