Las mentadas clases medias

16/05/2016
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Es sabido que en Chile, exceptuando a Luksic que es rico y a servidor que es pobre, todos son “clase media”. A tal punto que uno se pregunta de qué sirve tanto pinche estudio socio-económico.

 

La verdad es que la clasificación del personal en estratos, capas, clases y rankings, sobre la base de criterios inventados por astutos magos de la estadística, sirve propósitos inconfesos.

 

Ellos nos permiten asistir a curiosas coincidencias en el tiempo. En materia de gratuidad en la Educación, por ejemplo. El PC predicó hasta no hace mucho los “aranceles diferenciados” para el “último quintil”. Ahora la UDI predica limitar la gratuidad a “quienes la necesitan”. Como ves Ignacio Walker no está solo ni ha inventado nada.

 

La cuestión de fondo es cómo se definen los quintiles, cómo se determina quién es un “necesitado”. Y ahí entramos de lleno en las estadísticas, ese magnífico instrumento de manipulación de la realidad que remplaza demasiado frecuentemente el buen juicio. El abad Pierre, fundador de Emmaüs, solía decir: “Los políticos conocen la miseria sólo por las estadísticas: nadie llora ante las cifras.”

 

Nadie te cuenta que la proliferación de las estadísticas comenzó con el nazismo en Alemania y el régimen colaboracionista de Vichy en la Francia ocupada. Uno puede escapar de la policía, dice una canción, pero no escapa de las estadísticas. El universo de Big Brother (“1984” - George Orwell) está plagado de cifras omnipresentes. Las dizque democracias representativas se apoderaron del instrumento para sus propios designios. Mira ver.

 

Hace unos días un estudio del DIW – Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung, y no Doing It Wrong como pretenden algunos chuscos – anunció la disminución de las clases medias en Alemania y en los EEUU. Apoyándose en las estadísticas – ya estamos – de los ingresos brutos alemanes y estadounidenses, el DIW señala que los últimos 30 años han sido muy duros para las clases medias en ambos lados del Atlántico.

 

La cuestión es qué diablos se entiende por “clases medias”. El DIW las define como la población adulta que gana entre el 67% y el 200% ingreso mediano. ¿Por qué? Simple: porque así le salió de las narices al DIW.

 

Ahora bien, el “ingreso mediano” es una noción estadística que divide la población en dos segmentos iguales de 50% cada uno. El “ingreso mediano” es la frontera: de un lado está la mitad que gana más, y del otro la mitad que gana menos. Según la Fundación Sol, el ingreso mediano en Chile se sitúa por debajo de los 300 mil pesos (“Los verdaderos sueldos de Chile” - Enero 2015).

 

Si adoptamos la definición del DIW, las clases medias en el campo de flores bordado están comprendidas entre quienes tienen un ingreso que va de $201.000 a $600.000.

 

De ese modo sabemos que parte de nuestra “clase media” pasa hambre: según la OCDE (Society at Glance 2014) “al 27,8% de los chilenos no le alcanza para comprar alimentos.” Si miras la distribución de los salarios, ese 27,8% incluye un segmento no despreciable de asalariados que estadísticamente son considerados “clase media”.

 

No toquemos a los ‘potentados’ que ganan $600 mil y que por los estudios de cada uno de sus hijos deben pagar aranceles que suelen estar por encima de los $300 mil mensuales. ¿Clase media?

 

De modo que a la hora de definir el “último quintil”, o a los “necesitados”, tendremos que revisar seriamente las definiciones que le son tan útiles a nuestros gobiernos de utilería. Uno no ve cuál es la lógica que tiene enviar a la Universidad – así sea gratuitamente – jóvenes que pasan hambre.

 

Contrariamente a lo que nos cuentan, la “clase media” no aumenta sino que funde como nieve al sol. En el año 1981 ella representaba el 59% de los adultos de los EEUU. En el año 2015 esa proporción había bajado al 50%. Visto que la riqueza está concentrada en el 1% de privilegiados que se llevan la torta la conclusión es clara: un 49% de los estadounidenses puede ser considerado atorrante. Es lo que llaman el American dream. En Alemania, la “clase media” representaba un 69% de los adultos de la RFA. Hoy en día – en la Alemania reunificada – representa sólo un 61%. Es el milagro económico alemán.

 

El corolario lo veías venir antes de que te lo contase: el consiguiente aumento de la población que vive bajo el umbral de pobreza. Ambos países avanzan reculando. El DIW va más lejos y precisa que la involución va acompañada de la reducción del salario mediano. En los EEUU bajó en un 4% entre 2000 y 2014, mientras que en Alemania bajó de un 1%.

 

Dicho así, con cifras, parece un epifenómeno, una poquedad, una nadería. Sin embargo, es la sociedad como un todo – exceptuando al 1% privilegiado – que se va hundiendo.

 

El tema no es nuevo. Hasta la OCDE abrió los ojos – hace ya algunos años – y comenzó a sonar la alarma: “Estos tres últimos decenios, la parte del ingreso nacional constituida por los salarios y elementos accesorios del salario – la parte del trabajo – ha disminuido en la casi totalidad de los países de la OCDE.” (Perspectives de l’Emploi de l’OCDE 2012).

 

Si no sabías porqué la deuda de los estudiantes de la enseñanza superior en los EEUU – que supera el billón de dólares – es impagable, ahora lo sabes. Como esa deuda tiene garantía del Estado Federal, son las finanzas del imperio las que se encuentran aún más fragilizadas. Al punto que cada cierto tiempo la prensa financiera anuncia una nueva crisis al lado de la cual la de los créditos subprime pasará por un picnic de primavera.

 

Bernie Sanders lo previó con mucha lucidez. Su exigencia de una enseñanza superior universalmente gratuita contribuye a explicar el gigantesco apoyo que tiene en la juventud. Hillary Clinton, – que como el PC y la UDI pensaba sólo en el “último quintil” o en los “necesitados” –, tuvo que rectificar su programa. Que los demócratas yanquis sean más progresistas que la UDI parece normal. Pero que estén a la izquierda de la DC y el PC… parece chiste.

 

En la copia feliz del edén la situación es aún peor. El informe 2015 de la OCDE – “que reúne a 34 países de altos ingresos” (sic) – subraya los niveles de desigualdad en la sociedad chilena: "Chile sigue siendo una sociedad altamente desigual en términos de ingresos, educación y bienestar. El mercado laboral muestra una dualidad que redunda en una muy desigual distribución salarial."

 

La OCDE termina hundiendo el clavo profundamente: “Debido a la limitada intervención estatal, la situación empeora cuando se considera también el acceso a la salud y la educación.”

 

Chile en la OCDE ya es una payasada: país de “altos ingresos” en el que el salario mediano mensual está por debajo de los US$ 435… Habría que redefinir la noción “altos ingresos”.

 

Y desde luego el concepto “clases medias”. Y el “último quintil”. Y lo que es un “necesitado”. Comenzando por “necesitado de qué”, porque según la propia OCDE el jaguar sudamericano es una estafa si se toman en cuenta los ingresos, la educación, el bienestar y la salud.

 

Tampoco estaría mal hacer la diferencia entre ingreso y salario disponible de los hogares, y tomar en cuenta el tiempo de trabajo y la estabilidad del curro que los expertos llaman ‘volatilidad del empleo’.

 

Como ves, habría que partir por definir, – por narices, como se usa –, las nociones estadísticas, los métodos utilizados para acopiar datos, para clasificarlos y procesarlos. Así como los criterios de los tratamientos matemáticos empleados.

 

Porque las tan mentadas “clases medias” no existen sino en la mente afiebrada de quienes fabrican estadísticas para hacernos creer que todo va bien.

 

©2016 Politika | diarioelect.politika@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/177480?language=en

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