Brasil: Un gobierno de gansters
- Opinión
Es ya harto conocida y está comenzando a hacerse “tradicional” la nueva estrategia diseñada por el Departamento de Estado para derrocar gobiernos que por querer actuar de forma independiente, se convierten para los Estados Unidos en un molestoso obstáculo para la realización de sus designios imperiales. La estrategia se aplica además planetariamente y cada vez no sólo con mayor eficiencia sino también con menor pérdida de tiempo. La diferencia, sin embargo, entre los derrocamientos ocurridos en el Medio Oriente y los ocurridos en América Latina, parece estar en el descaro con tintes de opereta barata con la que se están dando en nuestro continente.
Ciertamente, el golpe parlamentario que acaba de darse en Brasil entra perfectamente y hasta supera cualquier ejemplo de realismo mágico que se pueda pensar; más aún, entra en el terreno del pleno surrealismo. Si el golpe que le diera el congreso de Honduras a Manuel Zelaya retó nuestra capacidad de asombro, y el gestado por el de Paraguay a Fernando Lugo pareció una mala puesta en escena, lo que acaba de ocurrir en Brasil no puede tildarse sino de una grotesca payasada donde quedaron invertidos todos los valores de la decencia y del teatro político.
Como espectadores de primera fila, pudimos ver en directo, a través de la TV, un congreso conformado por diputados que más parecían hienas que se abalanzan sobre una presa inerme para alzarse con el mejor mordisco, que representantes de un pueblo que como todos los pueblos de Nuestra América han tenido que afrontar siglos de resistencia para mantenerse con vida.
El espectáculo fue verdaderamente grotesco, desde quienes le dedicaban el voto a un Dios que no tenía arte ni parte en lo que ellos estaban mercantilmente ejecutando, hasta los que se lo dedicaron al mayor torturador de la dictadura pasada y cuyos actos emulaban al ensañarse contra Dilma. Se dice que cada uno cobró 250 mil dólares por ese voto, lo cual no representa nada ante los millones de dólares que el 80% de ese parlamento parece haberse apropiado por maniobras sucias. Realmente fue un festín de gansters.
Nunca se había visto que un parlamento claramente señalado, acusado e investigado por corrupción pudiera constituirse en tribunal para juzgar a una Presidenta de la República, que es de los muy pocos líderes políticos de ese país que tienen un historial de pulcritud y honestidad. Allí no había nada que esperar. El guión que seguían saltaba a la vista y lo que aún falta del mismo no es más que la crónica de una muerte anunciada. Dilma será destituida completamente de su cargo y no en 180 días sino quizás en sólo 30, así presente la más brillante defensa que se pueda concebir.
Esto se evidencia de la propia conducta asumida por Michel Temer, su traidor y conspirador Vicepresidente, él mismo con un gigantesco historial de corrupción que intentará hacer desaparecer ahora que tiene carta blanca para ello. Tan seguro está Temer de que Dilma será condenada que ni siquiera ha guardado la más mínima apariencia. En menos de 24 horas cambió todo el gabinete, eliminó ministerios (entre ellos el de Cultura, como buen fascista que es) y comenzó a aplicar el libreto neoliberal que previamente ya le habían asignado. Ni Al Capone lo habría hecho mejor.
Es de suponer que si teóricamente Dilma tiene la posibilidad de defenderse ante el Senado y de salir absuelta, y por tanto de reasumir la Presidencia, ¿cómo podía Temer hacer un cambio tan drástico de gobierno sin siquiera esperar a que se cumpliera el lapso del juicio en el senado? Esa es la mayor prueba de que se trata de un juicio que ya fue dictado por el amo imperial de todos los involucrados en esta tragicomedia.
Pero además este falso positivo parlamentario-judicial va más allá de Brasil. Es un ataque muy bien pensado contra el proceso de integración de Nuestra América que por primera vez ha alcanzado realizaciones concretas como el Alba, Unasur y la Celac. Es también una reactivación del Plan Cóndor contra todos los gobiernos de izquierda que hoy están cambiado el rostro de Nuestra América. Sin embargo, hay un actor que apenas está entrando en juego y que puede revertirles su macabro plan: el pueblo brasileño, y con él todos los pueblos del mundo, cada vez más conscientes de que sólo unidos será posible hacer valer sus derechos y el respeto a su dignidad.
16 de mayo de 2016
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