Rememoramos el famoso episodio que se le atribuye a Julio Cesar, en la época del Imperio Romano, en que llegados al río Rubicón, decide cruzarlo con sus legiones y marchar sobre Roma y que se utiliza para hacer referencia a decisiones que se convierten en irreversibles. Eso fue lo que sucedió el jueves 23 de junio en La Habana con la firma del acuerdo parcial sobre cese de fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo, el procedimiento de dejación de armas de las FARC, la lucha contra el paramilitarismo y crimen organizado y las garantías de seguridad. El conjunto de acuerdos mencionado, no sólo significan el fin de la confrontación armada entre el Gobierno colombiano y las FARC, sino el calendario y procedimientos precisos para la dejación de armas –que serán entregadas a la Misión de Naciones Unidas, quien las destruirá-, así como las medidas para garantizar la seguridad de la población en los territorios donde dejen de operar los frentes de las FARC, y la de los propios miembros de esta organización –Colombia no puede volver a repetir el genocidio contra la Unión Patriótica, que ensombrece la democracia colombiana ante la comunidad internacional-.

Alguien podría decir que como hay un criterio que orienta todas las conversaciones, nada está acordado hasta que todo está acordado, realmente es apresurado señalar que se llegó a una situación irreversible en las conversaciones. Al respecto hay que mencionar que si bien es verdad que ese criterio general lo tienen muy claro ambas partes, en realidad cuando llegan a acuerdos tan sustanciosos como los firmados esta semana en Cuba, lo que están diciéndole al país el Gobierno y las FARC es, ya nos pusimos de acuerdo en lo más complicado, lo que determina la propia existencia de las FARC como organización guerrillera, ahora hay que definir los acuerdos que les posibiliten transformarse en una organización política para que actué en las reglas de la democracia, sin ventajas, pero también sin minusvalías frente a los demás actores políticos.

Ahora bien, no es todavía el Acuerdo Final, que será, cuando se culmine, el verdadero ‘tratado de paz’ entre el Gobierno Colombiano y el alzamiento armado de las FARC, por cuanto quedan todavía temas pendientes como lo son el de la reincorporación de los miembros de las FARC en lo político, lo económico y lo social a la sociedad, de acuerdo con sus intereses, la situación de los detenidos y/o condenados acusados de ser reales o presuntos miembros de las FARC y lo relacionado con los procedimientos de implementación de los acuerdos. Esto, sin duda, les va a tomar unas cuantas semanas a las dos Delegaciones para construir los mejores acuerdos en función de lo que cada una aspira y tiene como margen de maniobra.

La alegría que sintieron millones de colombianos con la firma de estos acuerdos nos debe llevar a los partidarios del proceso de construcción de los acuerdos de La Habana, a evitar actitudes triunfalistas o comportamientos agresivos con los compatriotas que no están de acuerdo o que tiene dudas e incertidumbres. Se trata, creo yo, de profundizar las tareas de divulgación y análisis del contenido de los acuerdos, entendiendo que no existen acuerdos perfectos o deseables, siempre se trata, en estos procesos de cierre concertado de conflictos armados, de lograr los mejores acuerdos posibles. No existen acuerdos de paz perfectos en ninguna parte del mundo. Y con los compatriotas que están en contra, hay que invitarlos a que sea en el debate democrático donde se defina la legitimidad y apoyo de los mismos y por supuesto el mecanismo para ello –para la refrendación popular- es el que defina el máximo tribunal constitucional; esas son las reglas en democracia y afortunadamente, también ya las FARC aceptaron esta premisa, que es una muestra de estar decididas a transitar en esa dirección.

- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.