Socialismo del buen vivir en El Salvador
- Libro
Al socialismo sólo se le puede defender renovándolo
Schafik Hándal
INTRODUCCION
Hoy más que nunca, ante la complejidad de las tareas de transformación de la sociedad, hay que llenar de contenido los paradigmas que están llamados a guiar la acción de la izquierda desde las instituciones como desde fuera de ellas. La batalla estratégica entre un movimiento general de cambio post neoliberal en América Latina y las fuerzas del poder real, conservadoras y con frecuencia reaccionarias, está completamente abierta. Para ganarla hace falta innovar las herramientas ideológicas y políticas de la izquierda, de acuerdo con la experiencia, con las correlaciones de fuerza nacional e internacional y con un sentido revolucionario del ejercicio del pensamiento. Vivimos una época en nuestro país en el que es decisiva la batalla de las ideas. En su momento, Fidel Castro, ya planteó este desafío en el centro de la actividad política y lo hizo de manera providencial. De hecho, con la firma de los acuerdos de paz pusimos fin e un tiempo de lucha armada para asumir en adelante una lucha política electoral, pero mucho más que electoral, una lucha por la hegemonía cultural y de las ideas, pues como dijo Schafik Hándal: “Si el pueblo quiere habrá socialismo”. Es decir que no llegará por el curso de la historia ni por razones científicas, ni por 3 la sucesión mecánica del capitalismo, sino por la voluntad y conciencia del pueblo.
El punto del que partimos es el de un poder de los medios de comunicación cada vez mayor en la extensión de una hegemonía cultural burguesa en nuestras sociedades y desde luego en nuestro país. Incluso en sociedades orientales que parecían estar a salvo de esta influencia se puede visualizar un impacto creciente de los valores capitalistas traducido a la economía, a las relaciones sociales y como valores predominantes en la vida cotidiana. Como siempre, pero hoy más que nunca –si se permite la expresión- la tesis de hegemonía cultural de Antonio Gramsci tiene una enorme vigencia estratégica. Hoy, a la batalla de las ideas podemos calificar como la madre de todas las batallas. La lucha por la hegemonía es tan vital que solamente ganándola se puede cumplir la acertada tesis de Shafick Hándal. Para que el pueblo quiera el socialismo debe hacerlo propio, parte de su proyecto de vida individual y colectiva.
Es una batalla que afecta a la razón pero también al mundo de las emociones. Y desde luego de la comunicación. A menudo la izquierda olvida el valor decisivo de lo que Mariátegui pudo llamar la fuerza espiritual –no confundir con religión-, la fuerza del mito. Lograr que la razón y el mundo sentimental, que es el de los anhelos por los que uno se juega hasta la vida, abracen el proyecto de una sociedad post capitalista, requiere de un factor que es decisivo: que ese proyecto transformador enamore. Si nuestro proyecto al que llamamos socialismo no enamora no hay nada que hacer, pues no se cumplirá la tesis de Shafick Hándal. Para lograrlo debe ser atractivo. Un 4 socialismo atractivo sólo puede ser un socialismo entendible, capaz de ser presentado con un lenguaje popular, fresco, innovador. Y con palabras y conversaciones nuevas. En este sentido, son pertinentes las palabras de Schafik Hándal al decir: “Al socialismo se le puede defender sólo renovándolo, lo cual implica compartir esta tarea con el pueblo abriéndole la posibilidad de participar en su crítica y reestructuración”.
Planteado el asunto de otra manera: nuestro socialismo no puede presentarse como una narrativa llena de conceptos al alcance de pocos; ni puede hacerlo sin tomar en cuenta los tópicos que deben ser superados. Nuestro socialismo debe ser llenado de contenido en un proceso participativo que recoja los intereses y también los sentimientos de la gente. Debe ser presentado como una fuerza creativa, no en modo de un texto ya concluido. Y esto debe ser así porque el socialismo pertenece a la gente, no es el ámbito de predominio de algunos intelectuales.
Para ser atractivo y que enamore el socialismo debe ser una creación popular. Pero no parte de la nada o de la improvisación: es conveniente que parta de dos tradiciones: del socialismo que ha sido cultura y proyecto de vida de millones de latinoamericanos; y de la cultura y cosmovisión –forma de ver el mundo- de los pueblos autóctonos de nuestra América. De esta simbiosis debe surgir un socialismo propio, salvadoreño y latinoamericano a un tiempo.
Como sabemos el marxismo llegó a América Latina con los emigrantes italianos y españoles, extendiéndose principalmente de la mano de sindicatos. Durante un siglo ha sido básicamente una ideología con un fuerte componente europeo, a pesar de los esfuerzos puntuales de 5 algunos intelectuales y líderes latinoamericanos. Por eso, Boaventura do Santos dice bien que nuestro socialismo de hoy debe acometer una doble transición: la del capitalismo al socialismo y la de la autodeterminación inconclusa. Un socialismo propio explicado como una nueva forma de vida y el marxismo como herramienta crítica. Nuestra propuesta debe interrogar al marxismo desde las tradiciones populares conformadas en muchos casos por una religiosidad propia.
El socialismo como una nueva forma de vida que aborda todas las dimensiones y aspectos de la vida humana y también de la naturaleza. En este punto, hay que reconocer al ex presidente uruguayo José Mujica que en su intervención de Río de Janeiro, sentó las bases de una propuesta transformadora que fusiona ambas dimensiones. Es decir la sostenibilidad del planeta ya no es en el pensamiento de Mujica un apartado en el proyecto socialista, sino que es parte imprescindible del corazón del proyecto.
Las dos grandes corrientes que deben nutrir un socialismo propio, ese ideal que permita cohesionar a la gente, obtener una identidad colectiva, construir una multitud en marcha y dar un derrotero por el que merece la pena vivir, son: el socialismo y el Buen Vivir. La profundidad de ambas corrientes está fuera de toda duda. El Buen Vivir no se refiere a una moda, o a una cultura marginal ya fuera de tiempo. Lo verdaderamente fantástico, como defiende el vicepresidente de Bolivia, García Linera, es que el Buen Vivir nos aporta algo que también en la izquierda habíamos perdido: un humanismo enraizado en la totalidad del ser humano y su relación con la naturaleza; en una visión holística que habíamos difuminado. El cambio que propone el Buen Vivir es civilizatorio. Esto último es muy 6 importante, pues hay que reconocer que el capitalismo y el socialismo europeo comparten una matriz civilizatoria común –la occidental-moderna-, que en el caso de la izquierda ha dificultado una buena comprensión del hecho indígena y de la importancia de la descolonización. Esta fusión tiene todo su sentido si aceptamos el socialismo como una nueva forma de vida. Nos interesa por ello lo que dejó escrito el Che Guevara “un socialismo que se limite a repartir mejor no nos resulta satisfactorio”.
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