El colapso ético

22/07/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Enfrentamos el colapso del sistema partidario, afectado por la falta de autenticidad, de representatividad y renuncia a cualquier orden de opción ideológica o programática.

 

En Brasil, nada menos que 117 diputados federales son investigados en procesos judiciales, algunos de naturaleza penal, otros por compra de votos, casi todos acusados de corrupción.

 

Lo mismo vale para los senadores: más de una decena están bajo procesos de naturaleza variada, desde delitos electorales a crímenes comunes. 

 

Uno de ellos -entonces líder del oficialismo- fue detenido en pleno ejercicio del mandato, lo que denota tanto la composición de la Cámara alta como su pusilanimidad. El aún presidente del Senado sobrevive toreando los procesos en su contra que impulsa el Ministerio Público, y otros que ya llegaron a la Corte Suprema.

 

Sólo no ve lo que está pasando quien no quiere.

 

Este cuadro sugiere un colapso ético que revela una inminente tragedia política. Y se reproduce por todo el país en los parlamentos estaduales y municipales, infectando a nuestra democracia representativa del virus de la ilegitimidad, y distanciándola de la soberanía popular.

 

El diputado Eduardo Cunha -apartado de su mandato parlamentario por una orden inédita del Supremo Tribunal Federal, es un caso: aguarda la inevitable suspensión de su mandato y está acusado en procesos de la más variada naturaleza, a pesar de la solidaridad que le han prestado algunos de sus colegas.

 

Del inefable ex presidente de la Cámara de Diputados puede decirse que se trata de un profesional y figura icónica del nuevo orden político brasileño, éste que nos gobierna violando el orden constitucional. Cunha fue quien, por mezquindad, abrió el proceso de impeachment contra Dilma Rousseff.

 

La sobrevida parlamentaria de Cunha, debe decirse, deriva de su condición de líder del grupo mayoritario de diputados bautizado como "centrao".

 

En ese "centrao" se reúne (y de allí toman impulso para el asalto a la República) lo que hay de peor de la representación del agronegocio, los invasores de tierras, los latifundistas asesinos de indios y afrodescendientes, lo peor del fundamentalismo neopentecostal, lo peor del lobby de las constructoras, de los evasores de impuestos financiados por entidades empresarias como la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo, Fiesp, en suma, lo peor del atraso. El "centrao" recuperado por el presidente interino Michel Temer y hoy mayoritario en el Congreso, es la certidumbre del atraso.

 

Nuestra tragedia es que estamos gobernados por los peores. La coalición parlamentaria actual resulta del encuentro de lo peor de la base aliada al gobierno de Dilma Rousseff con lo peor a la oposición a su gobierno y al lulismo. Tienen llegada al Palacio de Planalto y al Poder Judicial, en una alianza que reecuerda a los peores momentos de la dictadura militar, con el agravante del entreguismo y el sentimiento antinacional.

 

La disfunción institucional es profunda y estructural. Enfrentamos el colapso del sistema partidario, afectado por la falta de autenticidad, falta de representatividad y absoluta renuncia a cualquier orden de opción ideológica o programática.

 

Salvo los partidos de izquierda (que igual han perdido relevancia) casi todos los partidos son proyectos empresariales que se benefician de los fondos públicos y venden sus votos al mejor postor, sea el Gobierno, sean los lobbies, chantajeando a ambos.

 

Por fuera actúan los "partidos reales", las bancadas interpartidarias de la ganadería, el fútbol, religiosos, los bancos, los dueños de TVs y radios y hasta las más serias, como las de la salud y educación, que evidencia el fracaso doctrinario, organizacional y programático de los partidos.

 

El llamado presidencialismo de coalición vive sus estertores, tras haber llevado al gobierno de Dilma a la debacle.

 

Hay una necesidad de reforma profunda y estructural, aquello que Darcy Ribeiro llamaría "pasar a Brasil en limpio", lo que paradójicamente es una tarea del Congreso que tenemos, el gran beneficiario de todas las triquiñuelas.

 

¿Qué hacer? Nos resta creer que exhausto políticamente y presionado por el clamor de las calles, este Congreso hará las reformas sin las cuales podría estar escribiendo su propia necrológica.

 

19 de Julio de 2016

http://es.brasil247.com/es/247/poder/8280/El-colapso-%C3%A9tico.htm

 

https://www.alainet.org/es/articulo/178995?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS