Elecciones en EE.UU. son distracción masiva

18/08/2016
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La principal utilidad de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos es que son un arma de distracción masiva que crea la ficción de que presidentes y votantes determinan realmente el destino del país. En verdad, esos presidentes y sus secuaces en el Congreso y la Corte Suprema pudieran gobernar, pero ciertamente no gobiernan. Las elecciones sirven para transferir energía de un sistema de las élites a otro conjunto de las propias élites, son un espectáculo de camuflaje en la legitimidad democrática, un evento cuadrienal de consenso nacional de pan y circo que patrocina la clase gobernante desde sus suites corporativas.

 

Aproximadamente así define el sistema electoral de Estados Unidos Gerald Sussman, sociólogo y profesor en la escuela Toulan de estudios urbanos y planificación de la Universidad Estatal de Portland en un ensayo que titula “Elecciones americanas. Armas de distracción masiva”.

 

Si Bernie Sanders hubiera logrado captar el mayor número de delegados, la nominación y la elección simplemente habría servido para instalar una democracia socialista en la Casa Blanca con todas las palancas de la energía intactas para disciplinarlo todo nuevamente en lo que Noam Chomsky ha llamado “el espectro del pensamiento pensable." De hecho, según Sussman, si la clase dirigente fuera un poco más sabia, habría respaldado por Bernie, en vez de a Hillary para la nominación y la Presidencia, sólo para aplastar las esperanzas de la izquierda. El valor real de la campaña de Sanders ha sido incitar a la valentía en los jóvenes para hacer frente a la realidad. Una victoria de Hillary Clinton en noviembre podría llevar a miles de manifestantes a protestar en las calles, pero una victoria de Trump probablemente provocaría millones.

 

La proclamación en las recientes convenciones de dos de los candidatos presidenciales más despreciados por los militantes y simpatizantes de sus propios partidos -demócrata y republicano respectivamente- ha puesto a millones de votantes entre la proverbial espada y la pared con vistas a la elección presidencial del 8 de noviembre. Se consideran por igual obligados a escoger, entre Donald Trump (R) y Hillary Clinton (D), al menor de dos males.

 

Llevados por la falacia de que la democracia consiste en escoger entre las dos opciones que les ofrece el sistema de dos partidos (duopolio) debe haber muchos hoy en Estados Unidos que culpen de la situación al reducido número de opciones que se les ofrece y piensan que una multiplicidad de partidos sería la solución.

 

Solo que no tardan en informarse de la existencia de muchos países donde existen múltiples partidos (decenas y hasta cientos) y la situación es la misma: el poder siempre se mantienen en manos de los ricos, que gobiernan en beneficio de los ricos.

 

Históricamente, cuando en Estados Unidos ha surgido un candidato advenedizo que de alguna forma ha logrado infiltrarse en el sistema al punto de poner seriamente en peligro el control duopólico del poder (como sucedió a Jesse Jackson en 1988, Ross Perot en 1992, Ralph Nader y Howard Dean en 2004 así como, de alguna manera a Bernie Sanders en 2016, se han enfrentado al dinero, los medios y métodos maquiavélicos de presión que al final resultan insuperables aunque por un tiempo sirven de distracción a sus seguidores.

 

Como ha señalado en al portal digital Thruthout la periodista Barbara G. Ellis, Bernie Sanders se convirtió en una amenaza monumental para la nominación demócrata con manifestaciones de decenas de miles potenciales votantes en todo el país. Sus voluntarios, jóvenes en su mayoría, superaban ampliamente en número a los de Clinton. Simultáneamente Trump parecía estar -con sus mítines y ganancias en las primarias- en la misma situación respecto a la maquinaria republicana.

 

Así como la angustia y desesperación se va haciendo cada vez mas presionante para las masas de desposeídos en el mundo y presagian una inevitable insurrección popular a escala global, en el seno de Estados Unidos se hace más aguda la contradicción entre el 1% que lo domina todo y el 99% que no puede seguir engañado con mitos y trucos de la democracia representativa bajo control de los ricos.

 

A partir de las experiencias que va dejando el proceso electoral en curso en Estados Unidos se comprende que no basta con pequeños cambios cosméticos para hacer que el sistema actual funcione. No serán nuevos partidos, ni cambios estructurales en los actuales partidos, ni coaliciones inestables, lo que puedan salvarlo. El problema está en la naturaleza injusta del sistema capitalista que, por su naturaleza imperialista actual, frena el desarrollo democrático de la nación y oprime a sus ciudadanos.

 

Agosto 16 de 2016.

 

Exclusivo para el diario POR ESTO! de Mérida, México.

 

http://manuelyepe.wordpress.com/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/179597
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