Trump y las razones de Los Pinos
- Análisis
Desde que se anunció que el presidente Enrique Peña Nieto (EPN) se entrevistaría en Los Pinos con el candidato republicano Donald Trump, un sentimiento de incredulidad se apoderó de la opinión pública mexicana y extranjera. ¿Por qué EPN recibe al enemigo público número 1 del ideario colectivo mexicano actual? Fue la pregunta que más rondó la cabeza de los mexicanos, pues desde casi cualquier ángulo era previsible que la apuesta terminaría en desastre, y como diría el recientemente extinto Juan Gabriel: “así fue”.
Suponiendo que las motivaciones para el encuentro sólo hayan sido analizadas al interior de Los Pinos y ahí fuese tomada la decisión, el que la parte mexicana fuese la que brindó el acercamiento inicial ya dice mucho. En primer lugar, se desechan las opiniones que dan por desfondada la campaña del republicano y aceptan tácitamente que tiene amplias posibilidades de ganar las elecciones en noviembre próximo, por lo que para la administración de EPN la humillación pública por desdecirse sobre el parecido de Trump con Hitler implica un menor costo que la obligación de lidiar su último tercio de mandato con un ocupante de la Casa Blanca al que se le ha declarado abierta oposición. Si ése fue el razonamiento toral, en todo caso se cometieron varios pecados capitales: primero, la invitación y el encuentro deberían haberse hecho después de los comicios, no en un escenario altamente competitivo y volátil; y si el acercamiento se buscaba antes de conocer al vencedor con el fin de pactar ciertos acuerdos de mutuo beneficio, las reuniones se debieron hacer off the record para evitar interferir en el desarrollo de las campañas, como es regla no escrita. Incluso si sólo nos enfocamos la figura del mandatario mexicano resalta un hecho que lo hace aún más inexplicable: se realizó en la víspera de su IV Informe de Labores, evento de por sí empañado por los escándalos de corrupción, tráfico de influencias y plagio de tesis.
Por el contrario, suponiendo que el encuentro se hubiese planeado con el fin de fijar una postura pública hostil al candidato Trump y con ello hacer un favor a su adversaria demócrata, quizá la ganancia netamente local en el inmediato plazo hubiese sido considerable y lo ayudaría a encarar su Informe con un poco menos de presión, aunque habría quemado sus naves en favor de Clinton con la contienda aún muy cerrada a lejanos tres meses de la elección.
Es decir, por donde se le vea una completa imprudencia.
Los resultados del evento fueron los esperados. Si la sola recepción ya enviaba un mensaje completamente adverso, la conferencia de prensa fue demoledora. En ella EPN intentó mostrar una postura conciliadora que no iba acorde a la ocasión que él solo fabricó y terminó por presentarlo como timorato y presa de las circunstancias. Ante él, Trump no matizó su discurso sobre la construcción del muro fronterizo y lució como un líder capaz de enfrentar y doblegar a su mayor amenaza discursiva pese a jugar en cancha rival. En resumen, llegó como un candidato, salió como un estadista.
La reacción de la parte demócrata no se hizo esperar. Ante lo que pareció un acto de campaña en favor de su rival, Clinton declinó la invitación de Los Pinos mediante el proverbio mexicano “dime con quién andas y te diré quién eres”, para luego externar su preocupación por la situación de los derechos humanos en México, uno de los mayores talones de Aquiles de EPN tras los hechos de Ayotzinapa, Noxchitlán, Tanhuato, entre otros.
Entonces, si el encuentro no sirvió para mejorar la imagen interna de EPN ni ayudando a que el republicano suavizara su discurso antimexicano, ¿cuál fue el interés en su realización?
Según los trascendidos de la prensa mexicana retomados por el influyente The Washington Post, el responsable del acercamiento habría sido el todopoderoso titular de Hacienda, Luis Videgaray que logró imponerse sobre las objeciones que presentaron dos fuertes elementos del gabinete con aspiraciones presidenciales: Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu. Incluso se especuló que esta última habría renunciado a su cargo en SRE como protesta aunque el presidente no la habría aceptado. Su intento de dimisión tendría dos motivos en particular: control de daños ante la humillación personal (la recepción la tomó “fuera de base” pues horas antes se había lanzado contra el invitado de su jefe desde Wisconsin, donde inauguraba el Consulado 50 de México en EU); y sus vínculos con Henry Kissinger, personaje de altísima influencia en los más selectos círculos de Washington con el que se reunió recientemente y tuvo a bien calificarlo como “amigo de México”.
¿Existieron presiones desde la capital estadounidense para que Videgaray impulsara la reunión con el fin de cobrar alguna factura guardada a Clinton, con quien parece ser no guardan las mejores relaciones? La reacción de la prensa que funge como portavoz oficiosa de la Casa Blanca, y sobre todo el enfado mostrado por la Embajadora de EU en México, Roberta Jacobson al no haber sido notificada por la Cancillería mexicana de la visita de Trump, parecen indicar que no, o al menos que no fue el móvil principal.
Entonces, ¿por qué Videgaray expuso a su jefe nominal de esa forma? Según el Dr. Alfredo Jalife Rahme, uno de los motivos sería responder al continuo golpeteo del que han sido objetos EPN y él desde medios en los que posee gran influencia el magnate George Soros, uno de los principales contribuyentes de la campaña de Clinton. Por otro lado, la prensa cercana al titular de Hacienda comentó que éste habría buscado atenuar las posibles consecuencias económicas para México ante el eventual triunfo de Trump. ¿Realmente en las repercusiones económicas para México estaría la clave del interés de Videgaray? Según medios de Estados Unidos e Israel, el empresario y yerno de Trump, Jared Kushner habría fungido como enlace para acordar la visita a México del candidato estadounidense. ¿Qué promesa habrá descolgado el encargado de SHCP a cambio del acto que relanzó la imagen del neoyorkino? ¿El eventual presidente Trump dejaría intactos los negocios que le interesan a Videgaray, mismos que sólo peligrarían si él ganara los comicios? ¿Los números que le presentaron lo convencieron que Clinton perderá las elecciones e intenta sacar ventaja de ser el primer político al sur del Bravo que le brinda respaldo al magnate?
Después de lo visto durante la adjudicación del tren chino a Querétaro y la visita de Estado a Francia[1] donde EPN intentó contrariar los designios de Washington en materia de política exterior, ¿cuál será el castigo que tendrá por interferir en asuntos tan delicados como la sucesión presidencial?
La única certeza al día de hoy es que como nunca antes en la historia reciente, México ha sido el tema principal en las campañas de EU, influencia que se podría utilizar con el fin de obtener ciertas ventajas estratégicas para el país y que se va por la borda gracias al espíritu rentista e inmediatista de la inepta oligarquía local.
A manera de homenaje al excelente articulista de La Jornada, Julio Hernández López, cierro con estas Astillas:
Vicente Fox, Felipe Calderón y su esposa Margarita, Fernando Belaunzarán y demás personajes de pésima reputación que se rasgan las vestiduras pidiendo apoyo para Clinton con tal de detener el “muro fronterizo” de Trump sólo demuestran el tamaño de su cinismo y doble moral, pues olvidan intencionalmente que la actual candidata demócrata votó en 2006 a favor de su construcción cuando Bush lo propuso: http://eluni.mx/2bTRlfD . Igual de penoso resulta leer al intelectual orgánico y miembro del Consejo de Administración de Grupo Televisa, Enrique Krauze asegurando en Twitter que “Hillary representa a los mexicanos” después de ser expuesta como una de las autoras intelectuales y materiales de la entrega energética: https://shar.es/1wKIAZ.
[1] Para más, véase: Las arriesgadas jugadas geopolíticas de Enrique Peña Nieto (http://bit.ly/2bD2myv) y El Chapo y otras lecturas de la crisis mexicana (http://bit.ly/2c5spBp).
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