Afganistán: Un iceberg en Asía central
- Opinión
Las endebles estructuras del Estado afgano crujen al borde del desplome frente a cada embestida del Talibán, convertida en una tempestad imposible de detener. Si no se contase con la presencia, según fuentes oficiales, de cerca de 11 mil efectivos norteamericanos, el caos ya se habría apoderado totalmente del país.
Pero la actual situación afgana, no es más que la punta del iceberg que se hunde en lo profundo de Asía Central, una región del mundo cruzada por tantas cordilleras como intereses que hacen imposible cualquier posibilidad de solución para Afganistán. Docenas de intereses convergentes están al borde de hacer estallar en la región un conflicto de características aterradoras.
En Afganistán ya nada parece atemorizar a los talibanes, los ataques son constantes. El último se produjo en la zona PD2, pleno centro de Kabul, este lunes 5 contra el Ministerio de Defensa, que habría dejado hasta el momento 37 muertos y cerca de cien heridos, apenas dos semanas después del ataque contra la Universidad Americana que se saldó con trece muertos. El Talibán embiste también contra las mismas tropas invasoras cada vez que tiene oportunidad, en diciembre pasado, en las proximidades de la base aérea norteamericana de Bagram, donde funciona una de las prisiones secretas operada por la CIA, a menos de 50 kilómetros de Kabul, en la región de Parwan, la más importante que Washington mantiene en el territorio afgano, se inmoló un comando suicida que circulaba en moto junto a una patrulla. En el ataque murieron tres policías afganos y seis efectivos norteamericanos.
La administración Obama, que ocho años atrás llegó a la Casa Blanca, con la promesas del retiro total y definitivo de todos sus hombres de Afganistán, no puede soportar un muerto más y sin duda quién asuma el próximo 1 de enero, tanto sea Hilary Clinton o Donald Trump, tendrá que sincerar que el conflicto afgano más allá de representar una de las más urgentes prioridades, es tan complejo de solucionar como la situación de Medio Oriente, por lo que su finalización sigue tan lejos como cuando invadieron el país en 2001.
Sería muy difícil para la nueva administración de EEUU, cualquiera sea el que ocupe la Casa Blanca, que cuente con consenso suficiente para aumentar la dotación, ya que cada muerto norteamericano es cada vez más costoso políticamente. Mientras que un repliegue absoluto, desde lo político, sería un verdadero caos, no solo para el país sino para sus vecinos.
El apoderamiento de la mayoría del país por parte del Talibán, sería sencillamente inexorable y profundizaría la nueva guerra civil, que desde hace dos años ha estallado, con su incalculable baño de sangre.
En la actualidad, el Talibán disputa territorios en muchas provincias afganas, exactamente mientras se escriben estas líneas el Talibán acaba de romper el cerco de protección de la ciudad de Trinkot, capital de la provincia de Uruzgan, en el centro de Afganistán, donde los combates están dejando cientos de muertos. Además, tiene una fuerte presencia en otras regiones del país como en la provincia de Kunduz, exactamente hace un año retomó su capital durante varios días representando la mayor victoria del Talibán desde 2001. Está presente, desde hace más de un año, en la estratégica provincia de Helmand, donde se encuentra las grandes plantaciones de adormidera, base de la producción de opio, fuente fundamental de la financiación del Talibán, cuya capital han tenido sitiada durante meses y en donde continúan los combates. El ejército afgano, apoyado por las tropas norteamericanas, no ha podido circunscribirlas, es más, ataques a las fuerzas federales se intensifican.
Más jugadores en el Gran Juego
Más allá de la situación interna afgana, la retirada de Estados Unidos, generaría todavía mucha más instabilidad para la región, por demás frágil, donde dos potencias atómicas, Pakistán y la India, llevan casi setenta años de disputas que han provocado tres guerras: 1947, 1965, 1971.
Tanto Islamabad como Delhi, han sabido servirse del fundamentalismo musulmán, para erosionar la estabilidad en ambos países, al tiempo que los diferentes grupos fundamentalistas y separatistas que operan de la región como Tehrik e TalibanPakistan, el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (MITO), Movimiento Islámico de Turkestán Este (MITE) Lashkar-e-Jhangvi, al-Qaeda, el grupo Jundallah Haqqan, Jaish-e-Mohammed y el más reciente en la región el Jamat-ul-Ahrar, filial del Daesh, han sabido sacar ventaja propia del conflicto por Cachemira entre Pakistán e India.
Las presiones de Washington, para descomprimir las tensiones en la región, como paso anterior e inevitable para el retiro de sus tropas en Afganistán, prácticamente obligaron al Primer Ministro hindú Narenda Modi a un inesperado y repentino encuentro, en la ciudad pakistaní de Lahore, con el premier de Pakistán, Nawaz Sharif, el pasado 25 de diciembre, reunión que no solo no alcanzó ningún avance, sino que provocó la reacción de muchos los poderes en pugna.
Una semana después, del encuentro, el primero de enero, un comando separatista cachemir atacó la base aérea de Pathankot, a 25 kilómetros de la frontera con Pakistán en la provincia hindú de Penjab. Tras 14 horas de combates, fueron abatidos cuatro hombres del comando atacante y siete soldados hindúes, presumiblemente el movimiento Jaish-e-Mohammed creado en 2000 por los poderosos servicios secretos militares pakistaníes Inter-Services Intelligence o ISI para presionar a India sobre el tema de Cachemira. Aunque oficialmente está “ilegalizado” en Pakistán, que condenó el ataque, ese grupo cuenta con importantes apoyos sin los que no podría operar con esa capacidad.
Por su parte, Pakistán quiere asegurarse en Afganistán una retaguardia estratégica de estallar un conflicto latente con India, sin embargo, se ha convertido desde los tiempos de la guerra contra los soviéticos en un santuario para el extremismo afgano, particularmente en el área tribal de Waziristan.
Mientras India colabora con Kabul, buscando contrapesar tanto la influencia de Pakistán, como de China, con quien India mantiene disputas por la hegemonía regional en Asia del Sur, el Departamento de Estado norteamericano presta un gran apoyo a Dehli.
India incursiona en territorio pakistaní apoyando a los diferentes movimientos separatistas fundamentalmente en la provincia fronteriza de Baluchistán, la más grande de Pakistán, en cuya capital, Quetta, hace menos de un mes atrás se produjo un impresionante atentado en el hospital central de la ciudad que dejó 72 muertos y más de 120 heridos, que se adjudicaron tanto el grupo Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), como el Jamat-ul-Ahrar, una facción escindida de la primera que han jurado bayat (fidelidad) al Daesh.
Baluchistán representa el 43% del total de Pakistán, con solo una población de sólo 8 millones, frente a 172 millones del resto de país, jamás atendida por ningún gobierno central, tiene una tasa de alfabetización solo del 16%, sus jefes tribales o sardars, no han perdido oportunidad de luchar por independizarse de Islamabad. En 1981, durante la invasión soviética, la India junto a la KGB, impulsaron la formación del Ejército de Liberación Baluchistán (BLA).
India, pretende la balcanización de Pakistán alentado a los grupos separatistas que operan en algunas provincias de Pakistán, como ya lo hizo en 1971 con Bangladesh, como en Sind en el sur, Baluchistán, y las provincias del Himalaya, Cachemira donde incluso opera el Movimiento Islámico de Turkestán Este (MITE) junto a la frontera china, donde ha desarrollado innumerables y sangrientas acciones el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (MITO), ambos de la etnia uigur.
El premier Modi, no la tiene mejor dentro de sus fronteras, ya que la minoría musulmana se aproxima a los 170 millones de fieles. Modi, llegó al poder en 2014, con el apoyo de la Rashtriya Swayamsevak Sangh (Asociación de Voluntarios Nacionales, o RSS), al que perteneció Nathuram Gosde, quien asesinó en 1948 al Mahatma Gandhi. Es una organización hinduista confesional sectaria de ultraderecha, fundada en 1925, cuyo ideario es regenerar la sociedad hindú e inculcar a sus ciudadanos el espíritu de voluntad y disciplina necesarios para esa misión, esta organización representa el centro emisor del nacionalismo hindú de donde se irradia su pensamiento e ideología. La RSS está constituida por centros de formación de voluntarios o shakkas, diseminados en más de 40 mil centros o lasshakkas donde miles de jóvenes reciben desde clases de cultura nacional y religión, hasta entrenamiento paramilitar. La organización política de este movimiento es el Partido del Pueblo Indio (BJP), al cual pertenece el Primer Ministro Narenda Modi.
La RSS ha protagonizado protestas por el ataque de enero último y tampoco ha tolerado los ataques del pasado 3 de enero en el consulado hindú de Mazar-e-Sharif, en el noreste de Afganistán. En 2013, también el consulado hindú de Jalalabad, una importante ciudad al este de Pakistán, fue atacado. En julio de 2008 además la embajada de la India en Kabul sufrió un atentado suicida con coche bomba en el que murieron sesenta personas, hecho que se reprodujo exactamente igual el año siguiente contra la misión hindú en la capital afgana dejando esa vez una veintena de muertos.
Desde hace más de 150 años, toda la región es centro de tensiones y guerras ya que por allí pasa la ruta del Mar de Arabia a la región del Caspio, denominada como el Gran Juego. Rusos, británicos y norteamericanos han disputado la región palmo a palmo, sin embargo ahora con un nuevo participante en este Gran Juego: el fundamentalismo religioso y étnico, tanto musulmán como hindú. Quien quiera desactivarlo tendrá que horadar y muy profundo el gigantesco iceberg, instalado en las tierras más candentes del mundo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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