Otra campana sobre el plebiscito

04/10/2016
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El plebiscito colombiano fue un evento maniqueo, cruzado por temas, actitudes y situaciones que generaron diversos sentimientos y posiciones encontradas tanto en las franjas del SI como en la del NO, potenciando extraordinariamente la abstención.

 

Ese plebiscito devino en una supuesta consulta popular que estaba condenada a producir resultados enrarecidos sobre el tema de la paz y la guerra en Colombia, aunque hubiera ganado el SI por poco margen (como vaticinaban las encuestas previas) y también en el caso de los precarios resultados a favor de NO ya anunciados.

 

El escenario que se montó no permitió que se expresara libremente el anhelo de paz presente en la sociedad colombiana a lo largo de los últimos años.

 

En múltiples sondeos previos a la aprobación del “plebiscito” por ambas partes a lo largo de los últimos años, la opinión favorable a la paz superaba el 70%.

 

Todo comenzó a cambiar en el plano virtual del marketing cuando en la mesa de La Habana se bloqueó la Constituyente Popular y Soberana y se optó por un “plebiscito” que le proponía al electorado colombiano decidirse entre la paz chueca del presidente Santos (con una campaña encabezada por él en un periodo caracterizado por su baja popularidad) y la impugnación perversa de Álvaro Uribe y la extrema derecha; al tiempo que la dirección de la FARC-EP, que había actuado con gran lucidez hasta hace algunos meses, cometió el grave error de ceder en ese punto y aceptar un acuerdo sin garantías de paz firme y sin transformaciones profundas, permitiendo la contaminación del tema de la “dejación de armas” con la aceptación de un desarme inoportuno y vergonzoso, y permitiendo que el gobierno dejara al ELN “en banda”.

 

La “paz” de Santos y aliados, adornada con el estallido de los superbombarderos israelíes, no tiene el poder atractivo de la paz con justicia social y soberanía anhelada por gran parte del pueblo colombiano; mientras el lumpen-guerrerismo, la ideología ultraderechista, el culto a la mentira y las estigmatizaciones, sus pérfidas asociaciones con el para-militarismo , el narco-poder y el pentagonismo de los Uribe y comparsa responde y armoniza más con las ideología entronizadas tradicionalmente en el alma de la clase dominante colombiana, con su dictadura mediática y la parte alienada de loa sociedad.

 

Por eso ganó la abstención frente los/as que decidieron votar dentro del plebiscito, aun dentro de un mar de manipulaciones e instrumentalizaciones mercadológicas, movidas todas por opciones políticas encontradas dentro de la misma dominación de un Estado represivo, militarizado, criminal, neoliberal, dependiente, tutelado, intervenido por bases militares estadounidenses.

 

Ganó con casi un 63% del padrón electoral. Ganó con la dos tercera parte de ventaja, y no simplemente por los limitados efectos del huracán Matew, por indiferencia o por ignorancia mayoritaria como pregonan los buscadores de culpables donde no están.

 

Por eso, en el seno de la minoría votante que alcanzó menos del 37%, ganó el NO, con poquito más del 18%; esto es, por medio punto porcentual. El SI perdió rondando también un 18% del total de votos depositados, lo que ha trabado temporalmente la implementación de los Acuerdos de la Habana y ha provocado una victoria pírrica del NO, que también ha sido atribuido al ciclón y a la “ignorancia popular”.

 

En el precario escenario del SI y el N0, que en absoluto implica la “victoria de la guerra contra la paz verdadera”, en el que compiten preeminentemente dos opciones de guerra (una burda y otra astuta), que ahora están proponiendo entenderse a través de un nuevo acuerdo político que tendería a recortar los limitados compromisos del ACUERDO DE LA HABANA, con peores condiciones para la insurgencia.

 

Entrar en esas negociaciones con el uribismo y aliados, equivale, en el caso de FARC a sumar un error mayor sobre los ya cometidos. Y los errores evidentes se pagan y lo deben pagar los que lo cometieron, acompañándolos –para no repetir otros peores- de las rectificaciones y cambios internos que detengan esa pendiente destructiva.

 

Soy de opinión, que sin renunciar al cese al fuego bilateral ni a la construcción de una paz sólida y justa, la dirección de las FARC-EP, ahora con más razón, debe volver a sus posiciones originales sobre los cambios estructurales, contemplando los puntos tendentes a la superación de las causas profundas de la guerra, el rescate de la soberanía, la Constituyente Popular y Soberana y la dejación de armas sin entrega de las mismas hasta tanto no se superen sustancialmente las características represivas y criminales de ese Estado y ese poder. Debe volver al internacionalismo, al latino-americanismo y al bolivarianismo revolucionario.

 

Narciso Isa Conde

Movimiento Caamañista-MC

 

https://www.alainet.org/es/articulo/180712
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