El dramático vaivén que vive la sociedad colombiana y el potencial político que encierran los diálogos de La Habana

10/10/2016
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La sociedad colombiana fue sacudida durante la última semana por una serie de decisiones políticas que la tienen al borde de la esquizofrenia colectiva, causando a su interior un movimiento telúrico de enormes consecuencias que le arrebató, de un día para otro, la esperanza de finalizar el conflicto armado y le impuso la incertidumbre de lo que pueda suceder en adelante.

 

Somos un país dividido en dos visiones de cómo darle solución al conflicto armado. Contradicción que se dirime hoy en las calles y plazas públicas. Ya no se trata del sí o el no al plebiscito, sino del respaldo ciudadano mayoritario a los acuerdos firmados y de cómo salir del impase político en que estamos.

 

El plebiscito del domingo 2 de octubre en el que todas las encuestas de opinión daban por ganador al Sí por una amplia ventaja, aunque el vencedor fue el No por una mínima fracción, lo preocupante fue la abstención histórica de más del 60% del potencial electoral. Esta situación desató una ola de incertidumbre y malestar general.

 

El lunes 3 de octubre Santos, rechazado el apoyo a los Acuerdos, llamó al palacio presidencial a los voceros del No que lo dejaron plantado. Ese mismo día miles de jóvenes estudiantes de diferentes ciudades, voceros de distintas organizaciones de Víctimas y movimientos sociales ante el fracaso del Sí y el limbo político en que quedaba el país, levantaron la bandera de la esperanza y llamaron a una movilización ciudadana a nivel nacional, en favor de los Acuerdos y la paz para Colombia.

 

El miércoles 5 de octubre Bogotá encabezaba una multitudinaria movilización de decenas de miles de jóvenes, víctimas y ciudadanía en general agrupados en una sola bandera: Paz A LA Calle, en defensa de los Acuerdos. El jueves 6 de octubre el país se enteró cómo había mentido, engañado y conseguido ganar el No, tras la entrevista al diario La República del jefe de publicidad de dicha campaña, Juan Carlos Vélez. Y el viernes 7 de octubre el país volvió a despertar, con la primicia mundial de que el presidente de Colombia había ganado el premio Nobel de Paz, lo cual se tradujo en el espaldarazo definitivo de la comunidad internacional a los Acuerdos y a su empeño constante de lograr el fin del conflicto armado. Ese mismo día se movilizaron en Medellín decenas de miles de ciudadanos, estudiantes, jóvenes y víctimas en favor de los Acuerdos y de la paz.    

 

La constante convulsión social y política en que está el país es resultado de las contradicciones sociales en que está enfrentada la sociedad colombiana, que trata de dirimir esta contradicción de una manera pacífica pero dramática, día tras día, tras más de 4 años de negociaciones que llevaron a la firma de los Acuerdos.

 

Lo destacable de este momento histórico de ruptura y cambio que está viviendo la sociedad, es que la ciudadanía en la práctica ha empezado a asumir el punto dos, la Participación política, así sea coyuntural, con inusitado entusiasmo, convicción y decisión en las calles y plazas públicas. Tanto que hoy se habla y debate públicamente y sin temor del Cabildo Abierto y los procesos Constituyentes en las asambleas ciudadanas sin que estos temas sean tabú. Es más, se entienden como mecanismos de participación directa del constituyente primario y soberano y en quien realmente está la solución al problema.

 

He allí una evidencia del potencial enorme que encerraban los diálogos de La Habana y que se ha empezado a expresar por encima de partidos políticos, del aparato institucional burocrático y corrupto, y de estructuras organizativas de cualquier índole. Donde los actores principales son los jóvenes, los estudiantes y las Víctimas que se vienen movilizando en las grandes ciudades del país, exigiendo No más guerra, queremos la paz; La paz es nuestra, Ni el uno ni el otro, la paz es de nosotros.

 

La ciudadanía indignada ha despertado en Colombia, en un momento en que se necesita su participación activa y directa. Este movimiento ciudadano coyuntural lo desató la frustración de ver pasar la oportunidad histórica de cerrar el conflicto armado. Ha demostrado que no es ni Santista ni Uribista, que es independiente de cualquier partido político.

 

El momento por el que atraviesa el país es complejo y la convulsión política su distintivo. Existe el peligro de que los Acuerdos se frustren y seamos lanzados de nuevo a una guerra que la inmensa mayoría quiere que concluya con una Acuerdo serio, respetado por todos, que reconcilie al país y abra las puertas a la construcción de justicia social y vida digna para sus ciudadanos. ¿A qué otra paz se puede aspirar hoy en Colombia?

 

La ciudadanía empoderada políticamente de las grandes urbes, cansada de la guerra, la corrupción, la mentira, el engaño y la manipulación tiene la palabra. En ella está el potencial y la posibilidad de inclinar la balanza en favor del fin del conflicto, de que las armas desaparezcan de la política y el monopolio de éstas por el Estado sea garantía de la soberanía nacional y de la vida, los derechos constitucionales y libertades de sus ciudadanos.   

 

Las regiones y comunidades golpeados por la crudeza de la guerra como Bojayá, Riosucio, Cacarica y Medio Atrato en el Chocó, indígenas en el Cauca y Nariño, campesinas del Catatumbo, Urabá, Bajo Cauca, Nordeste antioqueño, Montes de María, Arauca, Meta, Casanare y Putumayo lo están reclamando: no dejar solos a quienes han sufrido en carne propia el terror del conflicto armado es el compromiso ético supremo de todo ciudadano digno y amante de la paz, para que no se imponga a los pueblos que han vivido el horror de la guerra una decisión que ellos han rechazado en su inmensa mayoría.   

 

Medellín, 9 de octubre 2016  

 

Oto Higuita

Historiador y ensayista

 

oto.higuita@gmail.com

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/180851
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