A 80 años de la mayor victoria demócrata; economía, magnates y mujeres
- Opinión
El 3 de noviembre de 1936, 80 años atrás, el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt obtuvo la victoria más contundente en la historia de los Estados Unidos de América (EUA) al triunfar en 46 de los entonces 48 estados (Alaska y Hawai fueron incorporados después) con un el apoyo del 60,80 por ciento de los sufragantes contra el 36,54% del multimillonario Alf Mossman Landon, candidato del Partido Republicano, y un 2,66% de William Lenke, del más derechista Partido de la Unión, tras una campaña en la que el centro de la discusión estuvo ligado a la política económica del New-Deal (Nuevo Trato) llevada adelante por el propio Roosevelt.
Esa elección, en la que participó el 61% de los ciudadanos habilitados y que dio lugar al segundo de los cuatro mandatos consecutivos de Roosevelt, inauguró el sistema de encuestas electorales, lo que estuvo a cargo de la empresa Gallup, fundada por George Gallup, la que apeló a interrogar a votantes de diversas zonas y de diferentes condiciones sociales para dar amplitud a la muestra.
Los demócratas habían ganado una gran popularidad cuando al hacerse cargo Roosevelt de la presidencia en 1933 dejó de lado las recetas liberales implementadas para salir de la crisis desatada en octubre de 1929 por su antecesor, el republicano Herbert Clark Hoover, y aplicó reformas, en muchos casos recomendadas por el inglés John Maynard Keynes, destinadas a recuperar el nivel de vida de la población mediante la generación de empleo, para lo cual fue clave el rol del estado como con la creación de la emblemática hidroeléctrica Tennessee Valley Authority (Autoridad del Valle de Tennessee), aún clave para la región.
Randon, gobernador de Kansas, a quién acompañaba en la fórmula Frank Knox, había tomado nota de la popularidad de las políticas económicas del New-Deal, razón por la cual durante su campaña desechó la confrontación directa y optó por mostrarse como un sucesor de la visión keynesiana haciendo la salvedad de que en adelante se iba a evitar que las medidas en favor de los más pobres no terminaran castigando a las grandes empresas productivas y financieras.
Se trató, por lo tanto, de un debate donde las coincidencias eran mayores que las discrepancias en las cuestiones de fondo al igual que en la formalidad de las exposiciones, donde se observan similitudes y diferencias significativas con esta nueva confrontación entre oficialistas demócratas, representados por Hillary Diane Rodham Clinton, y los republicanos por el multimillonario Donald John Trump, donde en materia económica hay más coincidencias con vistas a cambios, pero en un marco de enfrentamientos brutales empujados, fundamentalmente, por el magnate opositor.
Hillary, a quién acompaña Timothy Michael Kaine, ex gobernador de Virginia, puede convertirse en la primera mujer en llegar a la presidencia de los EUA a 240 de la Declaración de la Independencia y la asunción de George Washington, en una elección en la que también participa como candidata al cargo la postulante por el Partido Verde, la médica y ecologista Jill Ellen Stein, acompañada por Ajamu Baraka, un académico de izquierda, pro palestino y partidario del presidente sirio Bashar Al Assad, y a quiénes las encuestas les otorgan una intención de voto cercana al 5%.
Otro candidato al margen de la pelea por la victoria es Gary Earl Johnson, ex gobernador de Nuevo México, quién acompañado por William Floyd Weld, ex gobernador de Massachusetts, representa al Partido Libertario que aprovechando un creciente rechazo a ambos candidatos principales por parte de la población se acerca, en algunas encuestas, al 15% de la intención de votos mediante una propuesta en la que se incluye, bajo el concepto de libertades absolutas, conceptos del progresismo social como los casamientos entre personas del mismo sexo, cierta tolerancia al aborto, amplitud inmigratoria y, junto con ello, en materia económica la más absoluta desregulación al intervencionismo estatal.
Pero mientras el debate de ocho décadas atrás se enmarcaba en coincidencias de fondo, con diferencias de detalles, en apoyo del sistema implementado por Roosevelt, un descendiente de los holandeses que fundaran Nueva York, entonces Nueva Amsterdam, en 1625, las coincidencias actuales entre Hillary y Trump en cuestiones claves de la política económica no van en el seguimiento de la que tiene como telón de fondo una globalización que genera concentración de la riqueza y empobrecimiento de amplias capas de la población.
Trump, con sus brutales formas de expresión mediante, fue el precursor en esta campaña, de la propuesta de modificar los acuerdos internacionales de los EUA comenzando por el abandono de la Alianza Trans Pacífico (ATP), con la que terminaron coincidiendo Hillary y los candidatos minoritarios, con el agregado de que los libertarios también proponen una modificación del NAFTA (North American Free Trade Agreement), que además de su propio país incluye a Canadá y México, país, este último, al que han trasladado sus fábricas muchas empresas estadounidenses.
El reclamo lanzado por Trump apunta, claramente, a que esas empresas, como las que se han instalado en el Sureste Asiático, México y otras regiones del planeta, destruyendo regiones propias, como Detroit que de epicentro mundial de la fabricación de automotores ha terminado declarando la quiebra del estado municipal como resultado del abandono de la actividad productiva.
Hace 80 años las coincidencias en materia económica son reproducidas hoy, pero mientras se apuntaba entonces a la continuidad ahora se enfilan al cambio, en tanto las discrepancias económicas y de otros tipos, Roosevelt y el multimillonario Landon las mantenían en un tono cordial y las actuales formalidades devenidas en brutalidad, que incluso disgustan al coequiper de Trump, Michael Richard Pence, en nada se parecen a aquellas otras, en tanto las encuestas de las Gallup de estos tiempos muestran que estas formas disgustan a los futuros votantes, en particular respecto del provocador Trump.
Falta ahora esperar para ver si los resultados serán tan contundentes como ocho décadas atrás mientras las encuestas, como se señalara, tienden a mostrar una ampliación de las diferencias en favor de los demócratas en un marco donde emerge otra coincidencia inversa: Roosevelt y Landon tenían buena imagen en la sociedad mientras Hillary y Trump la tienen mala al punto de que en Utah, de mayoría de mormones, uno de éstos, David Evan McMullin, un ex agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA), lanzó su candidatura presidencial como independiente para competir sólo en ese estado donde, históricamente, siempre triunfaron los republicanos.
- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
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