Donald Trump: De candidato a Presidente

09/11/2016
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 En ciencias sociales se pueden distinguir dos maneras de aproximarse a la cuestión política. Por un lado, se pueden examinar los atributos y la personalidad de un determinado actor histórico. Por otra parte, desde mediados del siglo pasado, se creó la SNA (Social Network Analysis) que – como en el ajedrez – se ocupa más de la posición en una red de los distintos actores y no de sus atributos personales.

 

Donald Trump candidato no podría sino analizarse desde sus antecedentes biográficos y su personalidad. Un análisis cuyo balance ya conocemos de sobra, un personaje tan escaso de méritos como de luces, xenófobo y misógino que, no obstante, logra una alta empatía con el sentido común de amplias capas de la sociedad estadounidense, al punto de triunfar en la recientes elecciones presidenciales.

 

Donald Trump presidente de los Estados Unidos debe ser evaluado desde una perspectiva diferente. Al convertirse en el primer mandatario de una potencia mundial, como es el caso, el personaje entra en una red política e institucional de alcance planetario que relativiza sus características personales. Para decirlo de manera sencilla, el señor Trump deberá lidiar con una serie de poderes institucionales y fácticos, dentro y fuera de su país, tal y como le aconteció al presidente Obama.

 

Más allá del ruido mediático, lo cierto es que los Estados Unidos han sido gobernados desde hace décadas por un equilibrio de poderes económicos y políticos tanto nacionales como globales. De tal manera que en tales circunstancias, el “espacio de maniobra” de un presidente es más bien relativo, acaso limitado. Es más, cuando un presidente cruza la “delgada línea roja” que imponen los intereses imperiales, corre el riesgo de reeditar, por ejemplo, el triste destino de John F. Kennedy. No obstante, la presencia de Donald Trump resulta inquietante, más por su inexperiencia  y su imprudencia que por sus erráticas ideas de campaña.

 

Como nos enseña Cayo Suetonio, el problema de un emperador se juega siempre entre el senado y las legiones. El señor Trump deberá someter sus iniciativas al escrutinio de la Reserva Federal, el Departamento de Justicia y la Cámara de Representantes que si bien tiene mayoría republicana, ello no significa que no haya detractores, incluso entre los suyos. De la misma manera, no olvidemos que los Estados Unidos posee una componente militar fundamental, encarnada en el Pentágono, a lo que hay que sumar todas las instituciones de “seguridad nacional” que resultan determinantes en las consideraciones políticas domésticas e internacionales.

 

De lo anterior se puede colegir que una cosa es el discurso altisonante de una campaña electoral y otra cosa muy distinta es conducir los destinos de una potencia mundial. En este sentido, el próximo gobierno de Donald Trump se juega más en los matices y los énfasis, esto es, en la escala de grises que en cambios drásticos en la administración de los Estados Unidos, tal como ha venido ocurriendo desde la Segunda Guerra Mundial. Por último, no podemos olvidar que el presidente de los Estados Unidos es, de suyo, un personaje mundial observado por todos los medios del mundo, entre los cuales su imagen actual ya es, por decir lo menos, controversial. Por las características de Trump candidato, su figura como presidente promete ser mediática, por no decir, perversamente “entretenida”.  Esto significa, ni más ni menos, que en su persona, sus actuaciones y sus dichos, se juega el prestigio y la dignidad de su gobierno y de su país.

 

Álvaro Cuadra es Doctor de la Université Paris-Sorbonne. Paris. France

 

https://www.alainet.org/es/articulo/181565
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