Hay que desequilibrar a las clientelas que deciden en las universidades

22/11/2016
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La universidad no puede renunciar a su condición de patrimonio público, creado por todos, ni dejar de ser una herramienta de lucha para la convivencia en paz, con dialogo y supremacía de la razón sobre la fuerza, ni tampoco dejarse convertir en el botín sin reglas de la clase que se ha creído destinada a gobernarla y saquearla. En consecuencia debe ser defendida por los hombres y mujeres que como universitarios no están dispuestos a aceptar con resignación las orientaciones de quienes anuncian por quien hay que votar y a quien hay que elegir para perpetuarse en cuerpo ajeno.

 

La naturaleza de la universidad es académica, científica y cultural y resulta por lo menos vergonzoso, que quienes la gobiernan desde sus Consejos Académico y Superior, apenas si reconozcan en ella a una difusa institución equivalente para unos a una alcaldía y para otros a una empresa débil que puede ser saqueada y puesta en venta cuando ya no quede de ella más que su cascaron vacío.

 

La universidad es el principal escenario institucional del conocimiento y el librepensamiento, sus bases están en la democracia participativa, el respeto por el otro y las libertades de catedra, pensamiento y expresión, que no caben en pretendidas reformas que tratan de convertir a sus estudiantes en clientes y a sus profesores en máquinas a las que se les mide su potencia intelectual por horas y minutos (como pretenden queriendo convertir al profesorado en una suma laboral de 880 horas, en las que en todo caso, hay que advertir a sus inventores, que allí no caben los sueños, las luchas y desobediencias de quienes hacen de la dignidad su principal valor humano).

 

La universidad tampoco es una suma de decisiones a pupitrazo para tener edificios inteligentes, en los que trabajan gentes sin derechos ni garantías, sin reconocimiento ni consideración, en los que no se pregunta por el hambre de sus estudiantes víctimas de una guerra sin fronteras, ni se alienta a construir en colectivo si no que se llama a competir para encontrar un lugar de ranking que no forma mejores humanos.

 

Lo que no funciona entonces es la concepción de universidad, no son sus reglas, ni sus sistemas de organización, es todo junto, el sistema basado en una lógica que impide la autonomía, permite el autoritarismo, consciente la degradación, impulsa la debilidad institucional. Sin embargo se abre una oportunidad, que es apostar a cambiar empezando por entrar a ocupar los espacios de representación en las instancias centrales del gobierno académico que son el Consejo Académico y el Consejo Superior. Cabe destacar que las representaciones, no son cargos directivos, en los que el elegido se pone a órdenes de la administración. Cada representación tiene un lugar propio para construir de manera cooperada pero critica y con respaldo de sus electores una concepción de universidad y a partir de ella fijar las reglas de convivencia, democracia, igualdad y sobretodo de respeto a la dignidad de quienes la componen. Cada representante está llamado a anteponer sus convicciones éticas a su interés personal, lo contrario rompe la confianza y crea ilegitimidad. El representante tampoco podrá ser producto de la lógica del carrusel de poder que permite pasar de ser directivos a representantes o viceversa y mucho menos ocupar las representaciones para servir a intereses ajenos.

 

Elegir representantes, aunque por su modo, impacto y capacidad no se parezca a un plebiscito como el de la paz para salir de la guerra, para la universidad resulta urgente y necesario que cada uno de los integrantes de esta comunidad llamada Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), (profesores/as, estudiantes, graduados) manifieste su potencia transformadora con su voto informado, libre y soberano, en cada elección prevista como condición necesaria para que lo que piensa la comunidad universitaria sea equivalente a lo que resulte. Los votos ni son, ni definen la madurez o solidez de una democracia, menos aun cuando tienen que enfrentarse a una maraña de odios, engaños, falsedades, mentiras, verdades a medias, temores, miedos y desinformación, que hacen parte de las practicas del horror y manipulación que sostiene a los sistemas de corrupción y clientela que permanecen instalados en las instituciones educativas y que gozan de total impunidad.

 

Para la UPTC la crisis de gobernabilidad se superó parcialmente, gracias a la corrección tardía que tuvo que hacer el Consejo de Estado respecto a la designación rectoral cargada de irregularidades, pero la crisis de institucionalidad está vigente, porque sus actores principales de los últimos dos años, permanecen asentados mecánicamente como mayoría que sigue controlando las decisiones sin tomar en cuenta ni las voces, ni lo que ocurre con la realidad material de sus universitarios. La institucionalidad esta resquebrajada, porque se impone una clientela que decide por un siniestro 6 a 3, en un campo de juego en que los espectadores son sus 500 profesores de planta que decidirán por su representación profesoral ante los Consejos Académico y Superior y los más de 1000 invisibilizados a contrato; los casi 30.000 estudiantes que decidirán su representante al Consejo Superior; pero también los 500 funcionarios y trabajadores de planta y los más de 500 a contrato que no entienden el diseño con costo de mil millones por los contratistas de Sabaneta de una universidad pública a la que le saquearon la memoria colectiva para volverla una empresa comercial.

 

A pesar de todo, incluidas las deformadas formulas electorales y la precariedad de su sistema tecnológico que requiere tutor electoral, estas elecciones está llamadas a cambiar los contrapesos y desequilibrar la mayoría simple de la clientela política. Habrá que votar en favor de quien sepa ser honesto, independiente, defensor de la autonomía y las libertades, del que llame al colectivo a defender en las calles y en los recintos la educación pública de calidad, que convoque a reclamarle al estado los recursos que iban a la guerra para superar la desfinanciación, quien se comprometa a ponerse al frente de las movilizaciones para enfrentar a los negocios y a la mediocridad que se vende en nombre de la universidad a costa de lo que sea. Se vota en favor de representantes que sepan interpretar el carácter público de la universidad, que defiendan su potencia creadora y su lugar en la historia como formadora de humanismo, por quien haga respetar el dialogo, las diferencias y la lucha por derechos y libertades que impiden las tiranías. Se vota por quien no tenga agenda oculta para que las clientelas se fortalezcan, se vota contra quienes convierten a la ética en basura y ponen el saber como herramienta de humillación y desprecio por el librepensamiento y la universidad critica.

 

Esta vez, es la única vez, quizá la última, para apostar por llevar como representantes a candidatos independientes, salidos de las luchas profesorales y estudiantiles, de las asambleas y los espacios del debate y no de las oficinas, los directorios políticos o los anhelos de amigos. Habrá que guardar las pequeñas diferencias que puedan crear fisuras, rupturas, o provocar incomodidades y unir, sumar y multiplicar las voces y los votos y sobre todo entender que las representaciones tienen por naturaleza la lucha por la dignificación de la condición profesoral para unos y de la defensa de la condición de los estudiantes que llevan rebeldía en su corazón para otros.

 

Atreverse a pensar es empezar a luchar y vencer.

 

P.D. Votaciones UPTC. Consejo Académico (profesores/as noviembre 22) y Consejo Superior (estudiantes noviembre 25 y 26 y; Profesores Diciembre 1), Tunja, Seccionales y Cread.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/181844
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