El vigoroso autócrata que gobierna Estados Unidos con base en órdenes ejecutivas, pasándose por el arco del triunfo al Legislativo y al Judicial, a los alcaldes de las principales ciudades, le facilitó a Enrique Peña Nieto un buen camino para salvar la embarazosa circunstancia de que fue justamente el magnate quien tuiteó que no tenía ningún sentido realizar el encuentro entre ambos gobernantes –el día 31– si México no está dispuesto a pagar la construcción del muro en los 3 200 kilómetros de frontera, de los cuales y sin tanta alharaca ya se construyeron 1 050 en 17 años.

En esta guerrilla tuitera que modifica en minutos las difíciles circunstancias que padece México desde hace una semana, pasamos del arribo a Washington de los tres negociadores de Peña mientras Juan Donaldo convirtió en decretos buena parte de lo que negociarían. Más tarde Trump llenó de elogios ditirámbicos a México y presentó las órdenes migratorias xenofóbicas como muy benéficas para ambos países, e hizo propias exigencias mexicanas sobre el control de armas y flujos de dinero desde EU al narcotráfico.

Fue evidente que lo último entusiasmó a Luis Videgaray, titular de Relaciones Exteriores quien termina muy desgastado con la primera negociación de 8.5 horas, realizada en la Casa Blanca. En la víspera sus amigos en los medios lo promovían, otra vez, como precandidato presidencial “con futuro”. Y el cándido secretario de Economía aseguraba que el gobierno del imperio –inexistente para la intelectualidad liberal–, no abandonará el TLCAN.

Donald John fue claridoso con los legisladores republicanos, su gobierno tiene interés sólo en los acuerdos comerciales de tipo bilateral. Antes, a las primeras de cambio, Canadá anunció lo propio y acabó con ilusiones de Los Pinos.

En lo que pretendió ser el mensaje final del muy tenso capítulo, Peña tuiteó “Esta mañana hemos informado a la Casa Blanca que no asistiré a la reunión de trabajo programada para el próximo martes con el @POTUS. México reitera su voluntad de trabajar con los Estados Unidos para lograr acuerdos en favor de ambas naciones.” (26-I).

Minutos más tarde fue enmendada la plana al mexicano por el estadunidense, y todo indica que medió una negociación cuyo costo ignoramos. Trump exigió, en el colmo del cinismo imperial: “A menos que México trate a Estados Unidos de una manera justa, con respeto, una reunión (con Peña Nieto) no rendiría frutos. Y yo quiero ir por otra ruta”. Enseguida tuiteó que canceló “de común acuerdo” la reunión.

La batalla propagandística para presentar Enrique Peña como valiente y firma patriota alcanza expresiones hilarantes si no estuviera de por medio una desigual confrontación con el presidente de la potencia imperialista más agresiva de la historia de la humanidad, como lo corroboraron decenas de países invadidos, ocupados, fragmentados, agredidos y bloqueados en una centuria, y México fue pionero en los apetitos expansionistas de EU.

La apuesta mexicana a la dependencia creciente, desbordada, respecto de USA, la permanente subestimación de las fortalezas propias para transitar a la interdependencia en cualesquiera negociaciones, el desinterés por forjar alianzas para sortear la agresividad del coloso del norte, como lo evidenciaron al cancelar la participación de Peña Nieto en la V Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, muestra las enormes limitaciones geopolíticas del grupo gobernante para hacer frente a esta grave crisis en la relación México-EUA, más allá de la retórica y la inmediatez.

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