La policía política estadounidense

07/02/2017
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“Probablemente, cuando James Comey, director del FBI, hizo explotar la bomba propagandística que voló en pedazos el curso de las elecciones presidenciales de 2016  y modificó con ello por algún tiempo la forma de gobernar en Estados Unidos, no lo hizo por cuenta de los rusos ni como un actor terrorista aislado. En verdad estaba actuando conforme a la más fiel tradición del Buró Federal de Investigaciones (FBI) como policía política, utilizando su autoridad -legal, ilegal y efectiva- para inmiscuirse en los asuntos políticos del país”, dice el The New York Times una nota reciente.

Una característica distintiva de la que los propagandistas estadounidenses gustan de alardear es la separación de los procesos políticos de la policía y el ejército. Estas agencias se presentan como siervos obedientes que en “la gran democracia norteamericana” ejercen sus deberes represivos sólo a instancias de líderes debidamente electos.

Pero desde su origen de 1935 -con el nombramiento de John Edgar Hoover como su director- el FBI ha operado exigiendo la observancia de su propia agenda política mediante la intimidación a partir de su atribución de dictaminar cuales actuaciones de la ciudadanía, los líderes políticos, los congresistas, los activistas de los derechos civiles y organizaciones no gubernamentales son admisibles y cuáles subversivas. Luego actúa contra estas últimas sobre la base de tal definición.

En 1944, antes de finalizar la II Guerra Mundial, se reforzó la autoridad del FBI en un momento cuando la oficina anticomunista del senador Joe McCarthy,  cazador de la disidencia que destruyó las vidas de miles de ciudadanos y eliminó el liderazgo elegido democráticamente de muchos sindicatos en todo los Estados Unidos. Pero el repudio y el desmontaje del macartismo no obstaculizaron las actividades políticas del FBI. Cuando Congreso retirado del FBI amplia poderes autónomos para intuir y destruir los derechos civiles, derechos humanos y activismo contra la guerra, el FBI, no autorizada, fue bajo el radar desarrollo de proyectos político que eran ilegales y más intrusiva en la vida política del país. Se había convertido en el semi-oficial arbitro de lo que se definiría como antiestadounidenses.

 Por la década de 1960 la simple idea de creer o adoptar ideas tales como socialismo, igualdad, justicia social, antiimperialismo o comunismo constituían  actos "subversivos". Pero esto no satisfacía aún los designios de Hoover ni de  los posteriores dirigentes de la FBI. Se dedicaron a continuar el mito de la amenaza roja. Para ello decidieron falsear algunos estragos que justificaran  las actuaciones contra el peligro percibido. Así que el FBI se dispuso a infiltrarse, manipular, controlar y alterar todo tipo de actividades políticas que no favorecieran sus objetivos.

El FBI denunció a líderes civiles defensores de los derechos como Ralph Abernathy, Martin Luther y Coretta Scott King, Seymour Hersh, Sammy Davis Jr., Cesar Chavez y los movimientos que ellos encabezaban o apoyaban. Fueron hechos públicos miles de denuncias al Departamento de Justicia, la CIA, el Servicio Secreto y la Inteligencia Militar que los involucraban. En 1964 la Convención Nacional del Partido Democráta recibió del FBI envió informes de sus informantes sobre conspiraciones y planes subversivos que involucraban a buen número de delegados. En los años 70, el FBI tenía 7.402 informantes en barriadas pobres urbanas de Estados Unidos.

En contraste con el hecho de que el robo de Watergate causó la caída del Presidente  Nixon, la policía política del FBI lleva a cabo cientos de ilegales robos sin que agente alguno suyo haya sido capturado.

Con respecto al papel de Comey a fines de 2016, hasta el Wall Street Journal escribió el 13 de enero de 2017 que James Comey debía ser despedido.

Pero es poco probable que Donald Trump haga algo así con quien le ayudó a convertirse en Presidente. En cualquier caso, cualquier esfuerzo por rescatar la democracia debe incluir la despolitización del FBI y el castigo de enjuiciamiento de quienes se dedican a tan ilegales y provocativas actividades.

Características anti democráticas del actual sistema electoral bipartidista estadounidense son las que disponen la supresión de votantes, las ilimitadas y anónimas contribuciones, los anuncios publicitarios llenos de mentiras, las falsas noticias y un Colegio Electoral que puede seleccionar Presidente de la Nación a un perdedor por diferencia de casi tres millones de sufragios en la votación popular. Pero las intrusiones conocidas del FBI en la política opacan estos defectos del sistema político estadounidense.

Luchar contra éste requeriría de mucha indignación pública y presión popular. Un fuerte periodismo ético exponente de la magnitud del peligro podría ayudar.

Febrero 6 de 2017.

Exclusivo para el diario POR ESTO! de Mérida, México.
http://manuelyepe.wordpress.com/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/183357
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