¡Como ovejas que no tienen pastor!
- Opinión
La cruzada religiosa y política en el Perú lanzada por un grupo de evangélicos fundamentalistas, que desde hace tres meses marchan en las calles con la consigna “Con mis hijos no te metas”, ha venido a desnudar la condición sociocultural y educativa de quienes dirigen ese grupo y de los que lo conforman.
Sus manifestaciones en las iglesias, las redes sociales, los medios de comunicación y las calles permiten conocer quiénes son, cuál es su estructura social como iglesia y su estructura mental como individuos.
Quien asista un domingo al azar a cualquiera de esas iglesias, puede observar cómo desde los púlpitos, sus pastores repiten una y otra vez algunos textos bíblicos, que sacados de su contexto e interpretados a su antojo, los utilizan para manipular a los asistentes. No se dedican a explicar el texto bíblico, sino que aprovechan su liderazgo, para asumir prácticas autoritarias, y lanzar consignas que la feligresía corea. Contrario al espíritu del Evangelio, que en esencia es vida, amor, paz, respeto y libertad, sus mensajes son discursos de ira, intolerancia, odio y discriminación contra la población LGTTBI y contra los derechos de las mujeres. Los templos, que otrora eran espacios de encuentro fraternal y pacífico entre las personas, han sido convertidos en espacios políticos, desde donde los pastores organizan y agitan las marchas de animadversión y enfrentamiento; y exigen a los creyentes a participar en ellas.
En las redes sociales, específicamente en Facebook, no es posible encontrar un solo muro o una sola página de alguien de la secta “Con mis hijos no te metas”, que no exprese frases de desprecio, rencor, burlas y hasta insultos contra la población LGTTBI. Lo que más evidencian es desconocimiento de lo que dicen defender. Si alguna persona que no simpatiza con ellos, intenta promover el respeto y la defensa de los derechos humanos de todos, sin excepción, inmediatamente recibe críticas y condenas “en nombre de Dios”. No existe en ellos la disposición para entrar en un debate de ideas. Cuando son desafiados, carecen de conocimientos y argumentos. Su “mejor” arma siempre es repetir literalmente algunos textos; ignoran la hermenéutica bíblica y no respetan ningún tipo de contexto. Ya circula en las redes sociales las ideas más descabelladas que usan, para atacar, a lo que ellos llaman “ideología de género”: 1) el objetivo del movimiento gay es destruir el matrimonio heterosexual; 2) por culpa de la ideología de género Dios está castigándonos con el calentamiento global; 3) la ideología de género es un plan promovido desde la ONU, porque al haber escases de alimentos, quieren que los seres humanos no se reproduzcan, por eso promueven el matrimonio entre personas del mismo sexo, y 4) legalizar el matrimonio gay debilita la fortaleza del matrimonio natural, igual que la moneda falsa debilita la moneda verdadera.
Los medios de comunicación le dan más importancia de lo que merecen; cuando invitan a algunos de los líderes a sus programas, éstos participan con tanta prepotencia, que pareciera más bien que fuesen representantes de alguna “barra brava”, antes que de alguna iglesia evangélica. Los conductores de televisión se muestran timoratos en las entrevistas. Y si un periodista hace alguna pregunta incómoda, entonces, esos dirigentes se vuelven violentos, intolerantes y agresivos; comportamiento completamente antagónico a los principios del Evangelio. Creen que por interrumpir, hablar mucho o levantar la voz llevan la razón. A estas alturas no ha existido un debate serio en algún medio televisivo porque esos dirigentes confunde el espacio mediático con el pulpito de su iglesia, donde acostumbran a gritar y dar órdenes, pero nunca a escuchar a los otros. Quieren explicar la biología humana, a partir de la Biblia, como si ésta fuese un libro científico.
De las situaciones más vergonzosas vividas por quienes integran la secta “Con mis hijos no te metas”, las entrevistas en las calles son las más ejemplarizantes, porque retratan cómo esa gente es obligada a marchar, llevar pancartas, repetir consignas, sin saber qué es lo que buscan; son personas con poca educación, incapaces de defender con argumentos válidos alguna idea. Ninguno sabe en qué parte del currículo del Ministerio de Educación se encuentra lo que cuestionan; creen que la homosexualidad es aprendida (la pueden enseñar en la escuela) y que puede contagiarse (como si fuese una enfermedad); confunden identidad sexual con identidad de género; niegan la construcción cultural de los roles asociados a cada sexo, y creen que la afectividad y el deseo sexual son antinaturales. Al retratarse desarmados para explicar las razones de su presencia en las marchas, los pastores les ordenan no volver a dar declaraciones.
Son en estos cuatro escenarios donde se mueve esta gente; leerlos, verlos y escucharlos evidencia que la gran mayoría de ellos no saben absolutamente qué es lo que quieren; se trata de personas humildes y sencillas, con escaso nivel de educación; son presa fácil de esos falsos profetas y dirigentes religiosos, que lo único que quieren es capitalizarlos para asegurar sus aspiraciones políticas; esos pastores abusivos son los fariseos del siglo XXI, que se escudan en falacias, y que hipócritamente se aprovechan de la ingenuidad de los creyentes, para lanzarlos como carne de cañón a las calles; donde verdaderamente son expuestos “como ovejas que no tienen pastor”.
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