Un futuro con pasado

03/04/2017
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Este artículo fue escrito y entregado antes del proceso electoral del domingo 2 de abril, así es que luego de las votaciones, ganadores y perdedores tendrán motivos para ver el futuro de Ecuador a su modo.

 

Desde la perspectiva histórica, la trayectoria política de América Latina ha tenido diversos momentos: unos de avance, otros de estancamiento y hasta retroceso.

 

El liberalismo representó el progreso y la modernización en el siglo XIX frente al conservadorismo. También fue de la mano con el ascenso de las burguesías y los inicios del capitalismo, aunque tampoco superó el régimen oligárquico.

 

Con el avance del siglo XX el liberalismo se agotó al no responder al ascenso de las clases medias y de las luchas de los trabajadores. Con ellas se afirmó la necesidad de liquidar el régimen oligárquico, de modo que a partir de la década de 1920 surgieron en América Latina movimientos que se identificaron con esos nuevos sectores sociales, como fueron los partidos marxistas, pero también los clásicos populismos surgidos a partir de la década de 1930, bautizados con un concepto que hoy carece del significado original que se le dio en las ciencias sociales, porque en la actualidad el ‘populismo’ es una simple forma de hacer la política y se aplica a cualquier cosa.

 

En Ecuador el papel progresista y democratizador para superar el régimen oligárquico y el anquilosamiento del Estado liberal fue cumplido por los gobiernos de la Revolución Juliana (1925-1931), que representaron el primer momento de presencia de la izquierda en el poder.

 

Las confrontaciones políticas posteriores alternaron en América Latina ciclos democráticos y otros autoritarios. Sin embargo, el desarrollismo de las décadas de 1960 y 1970 logró la definitiva superación del régimen oligárquico, una importante modernización capitalista orientada por el Estado e incluso avances en la promoción social, los servicios y las obras públicas.

 

A partir de los años 80 progresivamente ingresó en América Latina el modelo neoliberal, que se consolidó durante los 90, incluso por el derrumbe del socialismo. El neoliberalismo edificó un capitalismo de élites empresariales que desmontaron toda responsabilidad estatal y social. Las consecuencias institucionales, sociales y laborales de semejante modelo fueron desastrosas en toda Latinoamérica.

 

Esas realidades explican el origen del ciclo de los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda, que se sucedieron en varios países de América Latina con la llegada del milenio, y que marcaron la nueva era de la región.

 

También esos gobiernos provocaron las reacciones de las élites otrora beneficiadas con el neoliberalismo, que buscan restaurar su poder. Eso explica las tensiones políticas que se han vivido en Ecuador, Venezuela y Bolivia, considerados como baluartes del progresismo latinoamericano.

 

De modo que las elecciones ecuatorianas de 2017 han definido el momento crucial de la creciente polarización entre dos modelos diferentes de economía y sociedad. Y el triunfo de una de las fuerzas políticas confrontadas marcará el futuro inmediato del país.

 

Post Scriptum. De acuerdo con los datos oficiales del Consejo Nacional Electoral triunfó el binomio Lenin Moreno-Jorge Glas. En las filas del candidato perdedor, el banquero Guillermo Lasso, no se acepta los resultados y se habla de "fraude". No hay fraude alguno, sino el lenguaje de quienes contraponen los resultados de sus encuestadoras privadas a los datos oficiales del país, en una clara negación y desacato a la institucionalidad nacional. Se cumple así el libreto de los "golpes blandos" del manual de Gene Sharp.

 

Ecuador, lunes 3 de abril de 2017

 

- Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica. http://puce.the.pazymino.com

Publicado en El Telégrafo 3/4/2017

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/184551
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