Trump: Misiles, tortas de chocolate y bombas
- Análisis
Sin duda puede ser catalogada como un anécdota el hecho de que el presidente norteamericano Donald Trump, le haya comentado, como al pasar, a su par chino Xi Jinping, a los postres de una cena, que acababa de atacar Siria, tal como lo relató en una entrevista con la cadena Fox Business: “Estaba sentado en la mesa, junto con el presidente Xi Jinping; y en el momento que estábamos comiendo el postre, la torta de chocolate más exquisita que jamás hayas probado…”. Esto habla claramente de su soez manera de entender la diplomacia. De no ser tan peligroso para el mundo, podría haber sido una escena de un film del británico Sacha Baron-Cohen.
En la misma dirección de violenta torpeza, apenas horas después el jefe del Departamento de Estado, Rex Tillerson, dejara Moscú, tras reunirse con el presidente Vladimir Putin y su par Sergei Lavrov, para discutir la cuestión siria, se conoció del lanzamiento de la bomba no nuclear más poderosa del mundo: la GBU-43 Massive Ordnance Air Blast (MOAB) de unas 10 toneladas. Creada para ser usada en la invasión de Estados Unidos a Irak de 2003, aunque no se llegó a utilizar, ya era conocida su existencia. Con una capacidad de destrucción de todo lo que se mueva a 5 kilómetros a la redonda de su punto de choque, tiene la capacidad de perforar cualquier construcción subterránea.
Justamente, el sector elegido para la prueba de la MOAB fue el distrito de Achin, en la provincia afgana de Nangarhar, junto a la frontera con Pakistán. En aquella región, durante la guerra afgano-soviética, con tecnología norteamericana y fondos sauditas, se construyó una importante red de túneles, por donde, desde Pakistán, se abastecían tanto de hombres, armamento y demás insumos a los muyahidines que entonces luchaban contra el gobierno legítimo del pro soviético presidente Mohammad Najibulá, quien había solicitado asistencia a Moscú, tras la embestida de los muyahidines, armados y entrenados por el Pentágono, en el marco de la Guerra Fría.
Aquellos túneles hoy son utilizados tanto por los grupos integristas que operan en ambas naciones, como por bandas de contrabandistas y especialmente traficantes de opio, insumo esencial de los talibanes para sostener su guerra contra Kabul.
Son justamente las líneas de distribución hacia los puertos de Pakistán de los sembradíos de adormidera, materia prima del opio, de donde luego se extraer la heroína. Es por esta fuente de recursos que el Daesh inició la guerra contra el Talibán, hace ya más de un año.
21 de las 34 provincias afganas, como las de Kandahar y Helmand, son las de mayor producción. El año pasado se produjeron casi 5 mil toneladas de droga, un considerable aumento respecto a respecto a 2015 en el que elaboraron 3300.
La MOAB, según el Pentágono, fue lanzada para destruir posiciones del Daesh, a caballo de la línea fronteriza con Pakistán desde donde perpetra ataques en ambas naciones.
El Daesh pretende crear en Afganistán, Pakistán y otras naciones centroasiáticas la Wilayat (provincia) Khorasan, (nombre con el que se conoce en el antiguo mundo árabe esa región), lo que significaría un nuevo dominio para el califa Ibrahim o Abu Bakr al-Bagdadí, fundador y líder del Daesh.
La irrupción del Daesh tanto en Pakistán como en Afganistán, no solo ha puesto en alerta a Islamabad, a Kabul y a Washington, sino también a la propia jefatura del talibán, que se ha lanzado a una guerra en gran escala contra sus hermanos wahabitas.
El Daesh, en el último año, ha multiplicado por diez, sus acciones, al tiempo que las del Talibán también ha tenido un notable incremento, con atentados masivos que han llegado a producirse en pleno centro de Kabul, concentrado sus objetivos en las fuerzas de seguridad y de la comunidad chiita. Según expertos rusos, entre los años 2012-2013, el número de muertos era en promedio de 400 al mes, trepando en la actualidad a casi mil.
Ambas organizaciones, responden, filosóficamente, al wahabismo, una de las tantas ramas en que se divide el sunismo, la vertiente mayoritaria del Islam.
El wahabismo o salafismo, es una aberrante interpretación del Corán, doctrina que rige también en países como Arabia Saudita y Qatar, anclados en el siglo XIII llegan a considerar takfir (infiel) a todo aquel que no siga las interpretaciones que en el siglo XVIII hizo Muhammad ibn Abd-al-Wahhab. Esta ideología es la que han dado sustento a todas las organizaciones fundamentalistas, desde los Hermanos Musulmanes (1928) hasta grupos como al-Qaeda, Boko Haram (Nigeria), al-Shaabb (Somalia) o Abu Sayyf (Filipinas), entre otras muchas.
Duelo de bravucones y otras invasiones
Obligado por su frente interno y la caída en las encuestas, Donald Trump utilizó el montaje del ataque con armas químicas contra la ciudad siria de Jan Sheiju. En dicho ataque murieron cerca de un centenar de civiles, aunque ya se sabe que la responsabilidad ha sido de los grupos fundamentalistas que allí combaten.
Trump para “castigar” al presidente Bashar al-Assad y presionar a Rusia para que deje de apoyar a al-Assad, lanzó el ataque contra una base aérea cercana a Alepo, que ni siquiera llegó a inutilizar, ya que de los 59 misiles lanzados, 39 fueron interceptados e incluso uno mató a una veintena de combatientes anti al-Assad.
Como una dedicatoria a los representantes, senadores, jueces y periodistas que desde el 20 de enero han bloqueado la mayoría de sus iniciativas, Trump, también realizó la pantomima del bombazo en Afganistán, al tiempo que la MOAB pudo probarse de manera práctica, su efectividad tampoco resultó apabullante, ya que si no se están ocultado bajas civiles, la temible bomba solo mató varias docenas de milicianos del Daesh, un número relativamente bajo para lo que suelen ser sus batallas con el talibán, donde llegan a perder hasta 300 combatientes en una jornada.
Uno de los daños colaterales que ha provocado la MOAB ha sido en la política interna afgana, ya que el ex presidente Hamid Karzai acusó el sábado a su sucesor Ashraf Ghani, de traicionar al país permitiéndole a Washington lanzar su bomba. Karzai, que fue históricamente un fiel seguidor de las políticas norteamericanas, llama ahora a “plantarse ante Estados Unidos”.
Karzai tiene una fuerte influencia entre los pashtunes, el grupo étnico más numeroso e influyente de Afganistán, al que también pertenece el presidente Ghani. De ahora en más las críticas de Karzai, podrían profundizar la brecha que Ghani tiene con su segundo Abdullah-Abdullah, que funge como “Director Ejecutivo”, un cargo inventado para él, que representa algo más que una vicepresidencia clásica.
Tras la inútil gira de Rex Tillerson, con la que intentaba alinear a Putin, el mandatario norteamericano ha anunciado que no intervendrá con tropas en Siria, lo que se puede resumir con un “a buen entendedor pocas palabras”.
Sus bravuconas, también lo llevaron a aceptar las del líder norcoreano, Kim Jong-un, que parece que le divierte tanto lanzar amenazas, como misiles de prueba. Torpemente Trump se ha metido en el minué que le propuso el líder norcoreano, enviando un portaviones, junto a un nutrido grupo de buques de guerra, a las cercanías de Corea del Norte, poniendo a toda la región, incluida China, en un estado de alerta máxima.
Si bien es altamente improbable que las amenazas se cumplan por cualquiera de los dos bandos, el más leve error podría generar una guerra que no sería leve para nadie.
En su activa Semana Santa, Trump también tuvo tiempo para disponer, por primera vez desde 1993, que un contingente de tropas norteamericanas ingrese oficialmente a Somalia, que se instalará en su capital, Mogadiscio, para entrenar y equipar a la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), la fuerza panafricana que, desde hace años, intenta inútilmente contener al grupo wahabita al-Shabaab, vinculado a al-Qaeda.
Desde la retirada de 1994, tras la batalla de Mogadiscio, Estados Unidos no tenía efectivos en Somalia, a excepción de unidad de asesores en antiterrorismo y las operaciones encubiertas que realiza desde Djibouti.
El Pentágono confirmó que una decena de soldados de la 101ª división aérea de la base militar de Fort Campbell, en Kentucky, llegaron a Somalia a principios de abril, por pedido del nuevo presidente somalí, Mohamed Abdullahi Farmaj, quien asumió en febrero último.
Si bien la misión está pautada para permanecer hasta septiembre, debido a las operaciones casi constantes del grupo integrista al-Shabaab, será muy difícil poder controlarlos en tan pocos meses, ya que desde el centro del país hasta la frontera sur con Kenia prácticamente dominan todo el territorio somalí.
El nuevo despliegue, más allá de intentar contener a la guerrilla fundamentalista, monitoreará la actividad de los piratas en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, que, tras casi tres años de relativa calma, han vuelto a la carga.
Mientras tanto, el presidente Farmajo ha declarado el estado de guerra en todo el país, dando al grupo al-Shabaab, un plazo de 60 días para participar de una amnistía.
Los integristas han contestado con un ataque, la semana pasada, en la capital contra el nuevo jefe del ejército, el general Mohamed Ahmed Jimale, en el que, a pesar de que saliera ileso, murieron quince de sus hombres. La semana anterior, en otra ataque al-Shabaab se cobró la vida de otras 17 personas, también en Mogadiscio.
Donald Trump considera que el mundo puede ser presionado y extorsionando con los mismos métodos con que el hizo su fortuna. Quizás en los próximos meses, si no es tan torpe como lo está demostrando, pueda aprender que en este nuevo conchabo, las cosas no se resuelven del mismo modo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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