Apostillas sobre Agustín Cueva

26/04/2017
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Homenaje al cumplirse veinte y cinco años de su fallecimiento, el 1 de mayo de mayo de 1992

 

Agustín Cueva Dávila (1937-1992) constituye, a mi juicio, el primer pensador socio-político ecuatoriano del siglo pasado; una figura similar a la que representara Juan Montalvo en el XIX.

 

Los aportes de Cueva a la cultura nacional y continental cubren el amplio espectro disciplinario de la historia, la sociología, la economía, la política, la filosofía y la crítica literaria. Campos del saber asumidos y cultivados como elementos íntimamente relacionados con el ser y  el devenir de Nuestra América.

 

Cabe relievar, no obstante, que el eje de su quehacer investigativo y escritural fue la interpretación del proceso histórico continental y nacional, tarea siempre vislumbrada como medio para la identificación de sus causalidades sustantivas y como imprescindible recurso para desbrozar el porvenir.

 

Su primera incitación fue el Ecuador, patria amada y amarga de la cual se mantuvo largamente ausente. A la exégesis de la evolución/involución nacional dedicó sus dos primeros libros: Entre la ira y la esperanza y El proceso de dominación política en el Ecuador.

 

El primero de ellos, originalmente editado por la Casa de la Cultura, en 1967, contiene una penetrante e iconoclasta interpretación de las manifestaciones literarias y artísticas producidas por autores de estas latitudes entre el inicio de la época colonial y la primera mitad del siglo XX.

 

Se trata de un ensayo incisivo y colérico que pone al descubierto la condición colonizada y servil de la mayoría de nuestros intelectuales y artistas, tan proclives a la imitación y a la alineación acrítica con el poder de turno. Percepción general que no le impedirá destacar los méritos de los imagineros quiteños,  Espejo,  Montalvo, los "decapitados", Icaza, Carrera Andrade, el Grupo de Guayaquil, Pablo Palacio o los poetas tzántzicos. Entre la ira y la esperanza, a la par que desnuda y hasta ridiculiza a la trasplantada y oropelesca cultura de nuestras clases dominantes, recupera las formas y contenidos genuinos y, por lo mismo, universalizantes de algunas de las creaciones nacionales. De este modo, traza las grandes rutas por donde han de transitar los escritores y artistas ver­daderos del presente y del futuro.

 

El proceso de dominación... -ensayo que recibiera una distinción de la Casa de las Américas, compartida con Eduardo Galeano y su clásico Las venas abiertas de América Latina-  comprende una diáfana y refrescante lectura del devenir social y político nacional en el período que se abre con la Revolución de 1895.

 

Visto en retrospectiva, este nuevo aporte de Cueva habría constituido el acontecimiento fundacional de la moderna historiografía ecuatoriana, especialmente porque introduce por primera vez en nuestro medio la metodología dialéctica y estructural, la misma que permite una aprehensión de la historia como un proceso totalizante, antes que como un mero desfile de caudillos civiles y militares casi siempre folklóricos y autoritarios. Mérito destacable de El proceso... constituye su condición de trabajo pionero en la interpretación del populismo velasquista... de recomendable lectura o relectura para el análisis de fenómenos políticos más recientes.

 

Al resonante éxito de El proceso... -me cupo el honor de ser su primer editor y en esa condición verificar la calurosa acogida del público- debe atribuirse en gran medida el fértil momento que vivieran las ciencias sociales ecuatorianas en los años 70. Hacia 1988, según recordaba el propio Agustín en el prefacio a una edición nuevamente actualizada, el libro había acumulado al menos dieciocho apariciones, incluida una publicación "pirata" en inglés. Y su vitalidad persiste. El año pasado, y con un erudito prólogo de Nildo Ouriques, la obra –traducida al portugués- circuló editada por el Instituto de Estudios de América Latina (IELA) de la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianópolis, Brasil), incorporada a su colección de Clásicos de la Patria Grande.

 

Las contingencias de la vida política ecuatoriana, concretamente el "autogolpe" de Velasco Ibarra en 1970 y la automática clausura de la en ese entonces irreverente Universidad Central, en la cual Agustín se desempeñaba como director de la Escuela de Sociología, catedrático de la Facultad de Economía y responsable de la revista Hora Universitaria, le llevaron a radicarse en Chile primero y en México a partir de 1972.

 

En este último país y como una proyección natural de sus inquietudes académicas y políticas, luego de un colosal esfuerzo investigativo en la UNAM,  concluye y publica El desarrollo del capitalismo en América Latina (Ed. Siglo XXI, 1977), libro en el cual, a partir de un laborioso escrutinio de los procesos específicos de nuestros países, termina por elaborar la lógica general de la formación y reproducción del "subdesarrollo" de nuestra atribulada región.

 

El desarrollo  del capitalismo… será prontamente identificado como la interpretación más completa y coherente del devenir de América Latina, convirtiéndose en texto obligatorio en incontables instituciones universitarias.

 

Abr.26/201

 

René Báez

International Writers Association

 

https://www.alainet.org/es/articulo/185077?language=es
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