La encrucijada brasileña en la lucha de clases
- Análisis
Cuando las contradicciones se acumulan es natural que ocurra el salto cualitativo. Brasil asistió en tan sólo veinticuatro horas a un verdadero terremoto político. Lo que ocurre frente a nuestras narices es el proceso de recomposición de una nueva correlación de fuerzas entre los principales campos que disputan el poder estatal.
La consigna popular “Fuera Temer” se la ha apropiado a su vez el capital monopólico. Brasil asiste a una segunda fase del golpe de Estado: un “golpe dentro del golpe”, la profundización del golpe, un desdoblamiento del golpe.
Asistimos a un segundo estadio de la crisis política permanente brasileña. Si en el primer estadio se trató de la ofensiva autoritaria del capital sobre el trabajo, el actual estadio anuncia los niveles más intensos de la lucha de clases en Brasil, más propiamente, por la nueva ofensiva de las luchas de las clases trabajadoras y populares contra la nueva estrategia de las clases dominantes.
De un terremoto de esta intensidad en escala política, emergieron, uno a uno a su propio ritmo, el movimiento revolucionario bolivariano y el poder popular boliviano “hacia el socialismo”. Eso deben saberlo como nadie, las oligarquías, el imperio y las fuerzas del orden.
Con el quiebre de la institucionalidad democrática establecida el país amazónico presenta rasgos claros de descomposición del régimen político y el desmoronamiento de sus instituciones. Se rozan las puertas de un cataclismo institucional-estatal. Una crisis política de niveles inéditos, quizá. De ahí que sea insuficiente hablar en términos de “crisis de gobierno”, “crisis de gobernabilidad” o “crisis institucional” por más que se venga profundizando la bancarrota de las instituciones políticas.
La decadencia del Legislativo (“república de delincuentes”), un Ejecutivo usurpador cada vez más despreciable, y un sistema de Justicia metamorfoseado en “partido político” deformador del texto constitucional para convenir a los intereses oligárquicos que representa. Todo un cuadro de conspiración política, depredación económica y corrupción económico-política que ha llevado al país al agotamiento de todo el orden político estatal.
A un año del golpe de Estado, el desenvolvimiento vivo de las fuerzas políticas y sociales ha recreado un nivel de condensación de contradicciones que marcan un nuevo episodio en la coyuntura actual de la crisis política permanente.
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