¿Trump significa para México romper la relación de dependencia con EEUU?

07/06/2017
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Desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el tema de la migración ha sido especialmente polémico. No hace falta recordar las múltiples ocasiones en las que dicho personaje se ha pronunciado en contra de la inmigración de mexicanos, así como la amenaza de deportar a cerca de tres millones de connacionales que residen de forma irregular en aquel país y por último la construcción de un muro en la frontera con la provocación de que será pagado por México mediante los impuestos a las remesas.

Por otra parte, en materia de relaciones comerciales, Trump prometió revisar o incluso cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) vigente desde 1994 con México y Canadá. Tales aseveraciones han creado un clima de incertidumbre en cuanto a cómo afectarían estas medidas a la economía mexicana en caso de llegar a implementarse, ya que el mercado laboral en México no cuenta con las condiciones para absorber la oferta de trabajo en caso de una posible deportación masiva de inmigrantes. La preocupación también se hizo presente por parte de los sectores exportadores que dirigen su producción al mercado estadounidense. La cereza del pastel es la impresionante dependencia de importación de alimentos de origen estadounidense para abastecer el mercado nacional (el 99% del maíz que importa México proviene de Estados Unidos).  

Ante esta coyuntura no se hicieron esperar, mediante la prensa y algunos sectores académicos, propuestas de corte nacionalista, tales como las de Francisco Suárez Dávila y Jorge Eduardo Navarrete, que señalaban la oportunidad de rehabilitar el mercado interno y exhortaban a la población a consumir “lo nacional” para impulsar a las empresas y gradualmente a la industria mexicana en su conjunto. Sin embargo, la realidad aún no ha tomado partido ni por el escenario más oscuro ni tampoco por el más optimista.

Además,  es pertinente señalar  que en el análisis y construcción de escenarios posibles se ha omitido la  reflexión de la financiarización subordinada de la economía mexicana y su función en el marco de la integración con Estados Unidos. Se ha pormenorizado que la apertura financiera resultó ser particularmente exitosa en lo que respecta a la atracción de flujos de capital extranjero, a niveles que incluso sobrepasan las necesidades para cubrir el déficit en cuenta corriente, convirtiendo al peso mexicano en una de las monedas más comerciables en el mercado de divisas. No obstante, estos indicadores no parecen traducirse en mejoras salariales o un crecimiento económico sostenido, al contrario parecen estar inversamente correlacionadas.

En este sentido, es necesario incorporar a las visiones analíticas centradas desde un punto de vista comercial, una perspectiva que incluya el impacto de la desregulación financiera en la dinámica económica de México. El TLCAN es en esencia un acuerdo de inversión y reestructuración productiva que permite a Estados Unidos desplazar su producción a México sin una legislación local que las limite en cuanto a cuotas de exportación, restricción sobre la repatriación de ganancias, acuerdos para compartir tecnología u otro tipo de restricciones.      

Finalmente, se debe recordar que la actual dependencia laboral que existe entre México y Estados Unidos es un hecho que se construyó sobre la base de una serie de transformaciones políticas y económicas que privilegiaron a la apertura comercial y financiera sobre el desarrollo social. Es preciso enfatizar que la emigración compulsiva hacia Estados Unidos es resultado de treinta años de política neoliberal de desregulación y apertura sintetizada en el TLCAN, la cual ha conducido a la concentración del ingreso y al mismo tiempo ha buscado afianzar las relaciones de dependencia económica con Estados Unidos.  

Quizá por estas razones no resulte tan sencillo para Trump deshacerse de México.

Diego A. Onofre
Estudiante de doctorado en economía UNAM

 

https://www.alainet.org/es/articulo/185999
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