En una jornada histórica, Naciones Unidas aprueba tratado de prohibición de armas nucleares
- Opinión
Con una votación final de 122 países a favor, una abstención y un voto en contra (Holanda), la conferencia para la prohibición de armas nucleares aprobó su texto. El tratado se abre a la firma de los Estados el próximo 20 de septiembre, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas y entrará en vigor a partir de que los primeros cincuenta Estados lo ratifiquen.
Hay momentos positivos en la Historia que perduran por las poderosas imágenes que los acompañan, tales como el primer alunizaje, la caída del muro de Berlín o el instante en que Nelson Mandela fue liberado de la prisión. Otros momentos de similar significación histórica tienen en cambio un menor impacto fotográfico, como por ejemplo el descubrimiento de las drogas retrovirales, la cura para distintos tipos de cáncer, la fertilización in-vitro o el Bosón de Higgs. La redacción y aprobación de tratados que prohíben las armas de destrucción masiva pertenecen seguramente a la categoría de los momentos menos espectaculares. Sin embargo hoy, en el salón de conferencias de la planta baja del edificio de Naciones Unidas en Nueva York, hemos sido testigos de un momento histórico de gran envergadura con la aprobación de un tratado por el cual:
“Cada Estado Parte se compromete a no emprender jamás y bajo ninguna circunstancia el desarrollo, la producción, la prueba, manufactura, ni tampoco adquirir, poseer o acumular armas nucleares ni otros artefactos nucleares explosivos, como tampoco a utilizar ni amenazar con la utilización de armas nucleares u otros artefactos nucleares explosivos.”
Más de 130 Estados participaron en las negociaciones que avanzaron gracias a la presión sostenida de un puñado de Estados que no están ya dispuestos a dejar el precario futuro de la humanidad en las manos de aquellos que empuñan el poder para desatar sobre nosotros un Armagedón.
Tal como sucedió con las armas químicas, biológicas, de racimo o las minas terrestres, la argumentación que condujo a la prohibición fue virando focalizándose en el impacto humanitario. Esto no fue un asunto sencillo, dado que la última detonación de armas nucleares en tiempo de guerra fue en 1945 y quedan apenas unos pocos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki para dar testimonio. Las víctimas de las pruebas nucleares, en su gran mayoría pertenecientes a alejadas comunidades indígenas, lucharon para hacer escuchar sus voces, a pesar de no contar con recursos para lanzar campañas apoyadas por celebridades de Hollywood y en medio de increíbles dificultades.
El Tratado de Prohibición de Armas Nucleares fue denunciado por los países poseedores de armamento nuclear y sus amigos, según ellos por carecer de realismo, ser ineficaz, contraproducente e irracional. Nikki Haley, embajadora estadounidense en la ONU, expresó que como madre, hija y esposa, no podría apoyar el tratado. Pasando por alto de manera sumamente liviana que precisamente como mujer y junto a todas sus congéneres, sería desproporcionadamente afectada por una explosión nuclear.
La cuestión nuclear fue colocada en la agenda de Naciones Unidas ya en su primera resolución. Veinticinco años más tarde, en 1970, hace ya cuarenta y siete años, la organización consiguió un tratado para pavimentar el camino hacia el desarme y para evitar la proliferación hacia otros países (que falló en ambos casos). En su artículo VI el Tratado de No-Proliferación (TNP) dice:
“Cada Estado Parte emprenderá negociaciones de buena fe para lograr medidas efectivas que conduzcan en fecha próxima a la cesación de la carrera armamentista nuclear y al desarme nuclear y a un tratado para un desarme total y general supervisado bajo estricto y efectivo control internacional.”
El presente Tratado de Prohibición, independiente del Tratado de No-proliferación por ser necesario ser su signatario para participar de aquél, cierra muy bien la brecha legal descripta en dicho artículo, ya que nada es más efectivo para lograr la abolición del armamento nuclear que prohibirlo.
No debemos ser ingenuos, estamos prohibiendo estas armas (y esto entre en vigencia recién cuando cincuenta Estados lo ratifiquen), pero en el corto plazo, ni una sola arma nuclear será desarmada como resultado de él. Su valor radica en la estigmatización que emana del tratado.
En la reciente reunión preparatoria del TNP en Mayo en Viena, Rusia repitió el falso argumento usado por varios países poseedores de armas nucleares, acerca de que desde 1970 el Tratado de No-Proliferación conferiría legalidad a dicha posesión. Incluso la Corte Internacional de Justicia, en su recomendación de 1996, encontró un vacío legal enorme a través del cual los Estados nucleares podrían justificar la continuidad de posesión de ese armamento, cuando dijo que el uso de armas nucleares podría ser legal en caso de amenaza a la “sobrevivencia misma de un Estado.”
El presente tratado prohíbe las armas nucleares en todas las instancias y cierra todo vacío o interpretación legal contraria que pudiera haber existido.
La sociedad civil (es decir aquellos que no participamos de la sociedad militar) ha luchado durante mucho tiempo para que esto llegue a buen término. Entre otros, Abolition 2000 y, más recientemente la Campaña Internacional para la Abolición de Armas Nucleares han trabajado prácticamente sin recursos presionando para hacer realidad esto, aún cuando irónicamente el trabajo recién empieza ahora.
Este Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, llenando el vacío legal según lo explicado por Austria en la Conferencia de Viena sobre las Consecuencias Humanitarias de las Armas Nucleares, es uno de los pocos pasos que países sin armamento nuclear podían emprender sin necesitar la participación de los Estados que sí lo poseen.
Ahora la sociedad civil y los gobiernos que han empujado proactivamente para concluir el tratado deberán encontrar nuevas vías para lograr presión hacia su efectivización. Sin duda campañas de desinversión, tales como No financies las Bombas (Don´t Bank the Bomb) de la organización Pax, serán una herramienta importante. Campañas para terminar con en el conflicto entre India y Pakistán, en Medio Oriente y en el Noreste asiático serán áreas donde la presión internacional puede obtener frutos.
A nivel doméstico, el reconocimiento del Tratado acerca de “la importancia de la educación por la paz y el desarme en todos sus aspectos y de generar conciencia sobre los riesgos y consecuencias de las armas nucleares para las actuales y futuras generaciones” podría llevar a interesantes iniciativas. Éstas podrían desarrollarse no solamente en las aulas del mundo, sino también en el campo de los medios y la cultura, cuya misión de crear una conciencia global que aborrezca las armas nucleares, tendrá un rol importante que cumplir.
Pero todo esto será para mañana. Hoy celebramos este momento histórico, celebramos a todos esos activistas y organizaciones que se han dedicado por entero a esta lucha. Celebramos a aquellos países cuyos políticos y diplomáticos lograron este hito. Celebramos que este metafórico David ha logrado vencer a un insolente Goliath. Celebramos por fin que, 72 años luego de que el infierno nuclear fuera desatado sobre la población de Japón, nunca más ningún país podrá justificar legalmente la posesión de armas que tienen el poder de destruir la civilización humana y la vida toda en el planeta.
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