Los vientos de guerra vienen del norte y son aupados desde las oligarquías criollas
- Opinión
Las recientes declaraciones del presidente de los Estados Unidos Donald Trump, en las cuales afirmó de manera temeraria que “Tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria”, representan una amenaza de enormes proporciones para todos los pueblos de América Latina y El Caribe, pues una agresión de esa naturaleza alteraría de manera dramática la dinámica social, económica y política en el hemisferio, y rompería una época libre de conflictos bélicos en nuestra región.
Las amenazas de Trump no pueden entenderse como una excentricidad del presidente o un hecho aislado de la política exterior norteamericana, por el contrario, hay evidencias de la existencia de una escalada intervencionista –de carácter sistemático y de alcance estratégico- contra Venezuela.
Además, porque esas intimidaciones se producen en un escenario convulso en la región, ante el desarrollo de una conjura diplomática en contra de Venezuela, por parte de gobiernos subordinados a la política exterior de los Estados Unidos, cuya máxima expresión se concentró en la atípica e irregular reunión de diecisiete (17) cancilleres del hemisferio celebrada hace unos días en Lima.
Las oligarquías criollas y su papel subordinado a la geopolítica de los EE.UU.
El tono excesivamente hostil de la denominada Declaración de Lima, en la cual se plantearon medidas de extrema agresividad como el desconocimiento del presidente Nicolás Maduro y de la recién electa Asamblea Nacional Constituyente, la instauración de un presunto corredor humanitario (el cual significaría una violación a la soberanía y la integridad territorial venezolana, la expulsión de personal diplomático venezolano, y se afirmó que Venezuela representa una amenaza para la democracia y la estabilidad de la región, caen como anillo al dedo para la agenda de la política exterior dirigida desde Washington.
Por tanto, resultan inverosímiles las tímidas manifestaciones de rechazo realizadas por parte de los gobiernos de esos diecisiete países hacia las opciones bélicas del presidente de los EE.UU., más bien resulta evidente que el capital monopólico transnacional ha decidido acelerar su plan de intervención directa sobre Venezuela, y la declaración de Trump es una operación para posicionar en la opinión pública mundial la idea de una invasión sobre nuestro país.
A través del asedio diplomático y la descalificación política por parte de sus más altos funcionarios (tanto de la administración Trump, como de la administración Obama), el gobierno norteamericano ha generado las condiciones para poner sobre el tapete en la comunidad internacional y en la opinión pública, la posibilidad de una agresión militar contra Venezuela.
Un conflicto bélico inducido por motivos económicos y políticos
Las amenazas de Trump y la declaración de Lima –casi simultáneas- no son hechos aislados, son acciones orgánicas de la estrategia de guerra de amplio espectro desarrollada por los Estados Unidos para derrocar por la vía violenta al presidente Maduro y para destruir el tejido institucional de Venezuela. Los vientos de guerra vienen del norte y son aupados desde las oligarquías criollas.
El capital monopólico transnacional necesita con urgencia garantizar su control sobre los recursos energéticos venezolanos. En el mismo orden de ideas, ante el colapso de las reservas petroleras colombianas, la oligarquía de ese país ha optado por ser el instrumento de los Estados Unidos para materializar esa intervención. Eso explica la aparente esquizofrenia del gobierno de Santos.
De igual manera, los factores conservadores del continente han arreciado la campaña de difamación y desprestigio de Venezuela, por el temor que les produce la posibilidad cierta y factible de una nueva oleada revolucionaria en el continente, que podría significar la caída definitiva del dominio imperialista y del poder burgués y sus aparatos de opresión.
La crisis estructural del capital, cuyas manifestaciones más visibles son la debacle económica y el déficit de legitimidad de sus sistemas de gobierno, determina la actuación extremadamente hostil de la actualidad, que ha llegado al límite de adelantar una agenda que pretende derivar en una nueva invasión de los EE.UU. en nuestra región.
El papel de nuestros pueblos ante la arremetida imperialista
La posición digna de gobiernos, en defensa de principios irrenunciables del derecho internacional como la no injerencia, la soberanía y la autodeterminación de las naciones, y primordialmente, en contra de amenazas bélicas en el hemisferio es fundamental para contener esta arremetida imperialista.
Pero somos los pueblos de Nuestra América, mediante nuestros instrumentos políticos, quienes tenemos la responsabilidad de detener y derrotar los vientos de guerra que se imponen desde el imperialismo norteamericano y las oligarquías criollas. Por tal motivo, en el heterogéneo espectro de la izquierda y el campo popular latinoamericano, resulta de gran importancia el despliegue de acciones de movilización en solidaridad con Venezuela.
La gravedad de las amenazas actuales, repercute en que la lucha contra la guerra imperialista no deba reducirse al campo subjetivo de la izquierda y del movimiento popular. Resulta indispensable entonces contrarrestar las campañas mediáticas que pretenden legitimar una agresión bélica hacia Venezuela, lo que implica asumir la batalla de las ideas para que más allá de sus posiciones ideológicas, nuestros pueblos rechacen de manera masiva cualquier intervención militar.
La frontera colombo-venezolana en el ojo del huracán
Por último, y no por eso menos importante, es fundamental insistir en la necesidad de materializar espacios de encuentro entre los pueblos de la frontera colombo-venezolana. Los pueblos de espacio estratégico, tendríamos la función de ser la carne de cañón de un conflicto ajeno a nuestros intereses y especialmente a nuestros indisolubles e históricos lazos de hermandad.
Los actores políticos, económicos, académicos y sociocomunitarios de la frontera colombo-venezolana, independientemente de nuestras posiciones ideológicas, debemos pronunciarnos y movilizarnos de manera enérgica en contra de la guerra y en defensa de nuestro derecho de vivir en paz, porque seríamos las primeras víctimas de un conflicto inducido que no le conviene a nuestras regiones y que podría producir fracturas y heridas imposibles de sanar en nuestros pueblos.
El laberinto imperialista y una carga histórica libertaria
Las declaraciones de Trump demuestran la vigencia del imperialismo como doctrina y como expresión concentrada de poder político-económico. En contraparte, la dialéctica de la lucha de clases y del conflicto geopolítico actual, forjarán un movimiento antiimperialista de escala continental, cuyo potencial subversivo y revolucionario pondrá en jaque el sistema imperante.
La conciencia de la clase trabajadora de la industria petrolera haría prácticamente imposible que el petróleo venezolano fluya hacia el mercado mundial. El bravo pueblo venezolano no permanecería de brazos cruzados, si la planta insolente del extranjero profanar (nuevamente) el sagrado suelo de la patria. La guerra de independencia (1810-1822) y la campaña del sur (hasta 1826), el retiro indecoroso del bloqueo marítimo de 1902 y la rebelión popular del 13 de abril de 2002 son lecciones históricas de dignidad e independencia nacional y son antecedentes del carácter antiimperialista del pueblo venezolano.
- Jorge Forero
Comisionado de Relaciones Internacionales y Frontera
Gobierno Bolivariano del Táchira
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