El Diálogo Nacional por la Comunicación y la Difusión de contenidos musicales
- Opinión
Sin lugar a dudas la iniciativa de difusión de contenidos musicales (art.103 de la Ley Orgánica de Comunicación), que se conoce como el 1×1, es una conquista sin precedentes que hemos alcanzado como sociedad. La normativa en mención insta a que las radios difundan como parte del total de su propuesta musical un 50% de producción nacional. Para reforzar esta disposición, además existe la respectiva reglamentación emitida por el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Comunicación e información (Cordicom). Esto representa una batalla por el rescate de la identidad, frente a un gran segmento del mercado discográfico mundial, que privilegia las ventas frente a diversidad cultural, dedicación y creatividad de músicos y artistas.
Sin embargo, es importante tener presente que esta normativa se aplica en un escenario en el que del total radios existentes en Ecuador, un 86,9% son privadas – comerciales, 7% comunitarias y 6,1% públicas.
Esto es necesario considerar, puesto que en la música y en el ámbito de la cultura en general sucede un fenómeno alarmante, y es que la mercantilización está colonizando casi todos los espacios. En la actualidad el objeto principal de la producción capitalista ya no es la mercancía material, que se valoriza en función del trabajo que implica construirla, ahora se trata de una seudo mercancía, cuyo valor de mercado se obtiene según sea su producción semiótica y simbólica, la cual tiene como uno de sus objetivos incidir en el incremento de las expectativas que apuntan al consumo de la misma y de todo el estilo de vida que esta representa; por lo que es correcto identificar la vinculación de otras industrias que tienen altos intereses en el negocio de la música.
En la cultura musical esto ha tenido un efecto devastador, y es que en actualidad la lógica de mercado ha ocasionado que tanto las plataformas de descarga musical como Spotify, ITunes store y Youtube, así como casi todas nuestras radios, estén plagadas de producciones internacionales, provenientes de un reducido número de géneros musicales. Esta situación ha generado, no solo que unos pocos géneros se conviertan en un negocio altamente lucrativo, sino también que en la difusión y promoción diaria se discrimine a una gran cantidad de artistas y géneros musicales, dejando de lado su importancia para la reproducción y la reafirmación de la cultura en el ámbito local y nacional; olvidando, además, que la música nacional en su diversidad de géneros, tiene una importante cadena de valor que incide directamente en la fortaleza de la industria cultural nacional.
Este fenómeno permite apreciar claramente una lógica de intercambio desigual, muy característica del sistema capitalista, en este caso a través de la cual se posicionan las formas dominantes de la cultura. Los pocos géneros que están presentes en las radios y en las plataformas de descarga musical, se consumen a nivel nacional como “mercancías” culturales que integran un sistema enorme, que recicla una y otra vez aspiraciones, determinados estilos de vida y sentimientos que se expresan por medio de la música.
Esta situación nos ha impedido percibir mucho. Si miramos más a detalle, la música es una fuente fundamental e inagotable, donde se expresa el conocimiento y el sentir de las distintas culturas, y no hablo aquí solo de la música étnica, folclórica o tradicional, sino de toda la diversidad cultural que se expresa a través de la música y que existe en la actualidad. Su valor cognitivo y didáctico es innegable, pues a través de esta expresión, podemos aprender de manera lúdica y placentera a respetar y valorar, tanto la cultura propia, como a aquellas que reconocemos como “diferentes”. Además, el fenómeno musical, al igual que el ejercicio físico, es una forma de expresión corporal; producida por el cuerpo y que actúa al mismo tiempo sobre él. Está estrechamente ligada a las emociones, las pasiones, y de alguna forma, a los ciclos biológicos del hombre. Es decir, la música en su diversidad cumple una función social vital.
Entonces, no hay que perder de vista cuál fue la demanda y el espíritu de aquellos colectivos e individuos que hicieron que esto se materialice en la Ley Orgánica de Comunicación, y que, como primer paso, reconocieron que era necesario trabajar en la democratización de la oferta musical actualmente existente en la parrilla de programación de los medios radiales, considerando además, que esto no soluciona todos los desafíos que existen en el fomento de la industria musical.
Estamos ante un escenario complejo, pues para que un artista musical, sea este autor, interprete o productor, logre la difusión, (lo cual no garantiza que alcance la popularidad), debe atravesar diversos desafíos, que van desde alcanzar una determinada calidad musical (que es medida con diferentes criterios, tanto por su gremio, como por parte de los medios de comunicación), hasta tener suficientes recursos para costear promotores, manager, e incluso dádivas que resulten atractivas para conseguir espacios en algunos medios de comunicación. La “payola” está aún presente y en diversas modalidades.
Por otro lado, si hablamos de lo que enfrentan los artistas ecuatorianos al momento de presentarse en shows, los desafíos son adicionales. Por ejemplo, es común que grandes artistas ecuatorianos enfrenten situaciones denigrantes al momento de participar como apertura de artistas internacionales. Lo curioso es que muchas veces los mismos empresarios y personal ecuatoriano son los que avalan e incitan a que esto se genere. Telones de fondo no adecuados, imposibilidad de tocar con banda propia, volumen limitado, cancelaciones de última hora, e inclusive condicionamientos en el pago de las regalías, son algunas de las relaciones que se generan entre los artistas y los empresarios de la industria musical.
Como si esto fuera poco, se suma el problema de la piratería que desde hace décadas atormenta a la industria musical nacional. Hoy existe en dos modalidades, piratería física y digital. Por ejemplo, con respecto a la versión digital, la industria musical a nivel mundial se transformó a partir del surgimiento del formato mp3, este proceso fue aceptado por toda la sociedad, y como con ello se rompió con todas las medidas de seguridad de las fábricas de discos, filtrando la música (de manera legal o ilegal) para siempre en la red, rompiendo incluso con la tradicional dinámica de lanzamiento de discos, esto también sucedió en Ecuador.
La piratería física también genera problemas, los artistas nacionales no viven de las regalías que deberían generarse por la difusión de su música, mucho menos de las ventas de sus CDs. Por poner un ejemplo, en Ecuador en 2011 las ventas de CDs originales disminuyeron en más del 258% en relación a 2005. Hoy la mayoría de músicos tienen que vivir de los ingresos que generan los conciertos, mientras aceptan a la piratería como un mal inevitable, que aunque les perjudica, ayuda de alguna forma a difundir su música.
Aunque estos son solo algunos de los desafíos, es evidente que los artistas enfrentan un camino complicado, tanto así que es común ver que grandes músicos tuvieron que adquirir diversas profesiones o actividades adicionales para financiar sus obras, otros lastimosamente han tenido que abandonar su oficio. Los beneficios de ser gestores culturales, para muchos músicos, no van más allá de acceder a aquello que para ellos es lo más importante, las alegrías y el cariño que les brindan sus fans, pues los recursos económicos son escasos.
El sistema operante en Ecuador aún no permite un adecuado cobro de regalías, mucho menos permite percibir que el pago de las mismas es una obligación de quienes usan la música como un valor agregado o fundamental de sus negocios; impidiendo entender que recibir regalías es un derecho de los artistas, reconocido en todo el mundo. Hay muchos medios de comunicación y establecimientos comerciales que incumplen con esta obligación. Lastimosamente no existe en el país una cultura que reconozca a la música como el resultado del trabajo y esfuerzo de un individuo o de un grupo de personas, que debe ser valorizado como tal.
Estos son algunos de los temas que se han hecho presentes en el Dialogo Nacional por la Comunicación. Evidentemente, su solución va más allá de las fronteras y capacidades de la Ley Orgánica de Comunicación, por lo que se puede concluir que no solo se necesita dar cabida a expresiones musicales propias del Ecuador en los medios radiales (como acertadamente ya lo insta el art 103 de la LOC y el Cordicom), sino también que es urgente dinamizar el sector de la industria musical ecuatoriana, con una visión estructural, multidisciplinar e interinstitucional. De esta manera se logrará no solo que los beneficios de la circulación de contenidos musicales, en diversos espacios, sean percibidos de manera transparente e integral por parte de todos los actores involucrados, sino también que se revalorice la importancia de los gestores culturales ecuatorianos, que se expresan por medio de la música y que son pilar fundamental de nuestra sociedad.
Jul 31, 2017
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